“Casa propia”: vivir la crisis de los cuarenta años atrapado en el hogar materno

La cinta del prolífico Rosendo Ruiz, un drama intimista y sutil sobre un hombre en crisis, se proyecta hoy y mañana

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Córdoba se ha convertido en una importante usina de cine en la última década, con nombres como Matías Luchessi, Matías Herrero Córdoba y Mariano Luque paseando sus películas por el mundo: como una pequeña muestra para los platenses, la última cinta de uno de los principales y más prolíficos referentes de este movimiento, “Casa propia”, se exhibe hoy y mañana, en el Centro Cultural Islas Malvinas, a las 21.

La cinta narra la desventurada vida de Alejandro un profesor de secundario de 40 años que por su situación económica vive con su madre. Está buscando mudarse solo, pero el diagnóstico de una enfermedad de su madre lo obligará a replantear sus planes en un estado de constante desborde emocional. La casa propia, ese lugar que brinda refugio, se transforma en una pesadilla, y solo una tragedia como la muerte de su madre parece poder liberarlo.

La película retrata así la realidad de una generación que llega a los 40 sin los rumbos resueltos, a causa de las cíclicas crisis económicas y la disolución de ciertos paradigmas. “No funciona para todos igual, pero se ha roto el paradigma de nuestros padres, de a los 30 estar casados, con casita y con hijitos. Y hay muchos que por distintas razones no se van de la casa familiar, y cuando se quieren acordar el tiempo pasó y siguen ahí: eso les provoca una gran angustia”, explica Ruiz la angustia de su criatura, encarnada por Gustavo Almada, habitual socio creativo de Ruiz con quien escribió el guión.

Almada compone a un protagonista ambiguo, antipático, pero con el que la audiencia termina empatizando a causa de esa frustración latente tan familiar. “Buscamos la tridimensionalidad del personaje: todos en la vida no somos ni alegres ni malos todo el tiempo. ¿Quién no ha hecho cosas de las que se arrepienta?”, cuenta Ruiz sobre la construcción de Alejandro. “No quería condenarlo ni ensalzarlo. No quería darle un final feliz, tampoco estigmatizarlo. Nos interesó construir un personaje complejo porque creemos que el ser humano por esencia es compleja”.

Aportó a esta construcción de un personaje ambiguo que se tratara de una historia inspirada en una caso real, cercano a Ruiz y Almada. “Mi deber como artista es contar las historias que me pasan a mí y a mis vecinos y amigos, con los cuales compartimos formas de ser, de hablar, problemáticas, música... Hay algo que nos atraviesa, que nos da una identidad, y me gusta que eso esté en las películas, desde las calles al cuarteto”, explica el cineasta, que al igual que sus contemporáneos cordobeses suele retratar en su cine esas calles, esas charlas y esos sonidos propios de su barriada.

“Hay muchas historias por ser contadas y que merecen ser contadas”, dice además el director, y quizás por esas ansias de contar estas historias tantas veces relegadas en el cine nacional unitario (o peor: narradas desde Buenos Aires) es que filma y filma: Ruiz lleva seis largometrajes dirigidos desde 2010, y trabaja actualmente en la posproducción de dos cintas, mientras filma otro, “Tunga”, sobre los inicios de La Mona Jiménez a fines de los 60, en un mundo nocturno lleno de excesos y antihéroes.

 

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