La violencia destruyó el sueño de la vida juntos, en una casa por remodelar: hoy se iban a Disney

La mujer asesinada estaba casada con su pareja desde la adolescencia, cuando se conocieron en clases de inglés

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Viajes, fiestas, familia y el sueño de una vida juntos parecían alimentar a diario a los novios de “toda la vida”, que hace pocos meses habían llegado a uno de los extremos del Barrio Hipódromo en la zona limítrofe del casco, con la localidad de Tolosa.

Un préstamo bancario permitió a Sabrina y a su esposo, contador público, dar uno de los pasos importantes de sus vidas hacia la constitución de la base desde la cual planeaban proyectarse como una familia.

A la casa le ponían buena parte de las energías que dividían de sus ocupaciones y en ese punto desempeñaba un rol importante quien ahora está acusado por el espeluznante ataque contra Sabrina, primero y Juan Ignacio, después.

A primera hora de la tarde, con un móvil que todavía no está claro, un asesino aniquiló los proyectos que hasta entonces estaba ayudando a concretar con la realización de arreglos que se le encomendaban, según la sospecha de la Justicia.

La de ayer no era una jornada cualquiera. El matrimonio tenía todo listo para subir, hoy, a un avión que los llevaría a Estados Unidos, con Disney como principal parada de esas vacaciones proyectadas en los últimos meses. Allegados a la pareja le contaron a este diario que “ya tenían el remís contratado para llegar hasta Ezeiza y tomar el avión que los iba a dejar en Miami”.

Sería un respiro en los trabajos. Sabrina, hija única, se había recibido en el Instituto del Colegio de Martilleros y Corredores Públicos de La Plata y se desempeñaba en el área de ventas de una reconocida inmobiliaria de la Ciudad.

Sus proyectos no se terminaban en esa posición: también estudiaba arquitectura en la UNLP, según figura en el perfil de Facebook.

A esa cuenta la cargó con decenas de posteos sobre viajes a las montañas y la playa. En la mayoría de esos posteos se repiten las fotos junto a su pareja y los mensajes cruzados en los que se regalan atención mutua.

JUNTOS DESDE LA ADOLESCENCIA

“Llevaban 15 años unidos, desde que se conocieron en las clases de inglés”, contó Gonzalo Plotycia, hermano de Juan Ignacio. El joven, quien habló con este diario a metros de la casa del horrendo crimen, mientras colaboraba con la instrucción judicial, enfatizó en que alrededor de Sabrina y su hermano “todo era alegría, ilusión”.

El amor de la adolescencia decantó en un casamiento “soñado” en mayo de 2016. El paso siguiente era la casa y pudieron darlo a principios de este año, cuando se confirmó primero que podrían tomar un préstamo bancario y luego, hace unos tres meses, cuando se mudaron a 116 entre 32 y 33.

Para Juan Ignacio, significó quedar cerca de las raíces, después de haber pasado toda su vida en Barrio Norte.

Algunos allegados a las víctimas y vecinos del lugar revelaron en medio de la conmoción existente en ese barrio, que uno de los sueños de estos jóvenes era mudarse a una vivienda a la que pudieran refaccionar de acuerdo a sus gustos.

Ese propósito se estaba haciendo realidad desde hace alrededor de tres meses. Se instalaron en una casa austera con un garage que da a la calle. Adentro, el molde en el que crecieron familias platenses desde mediados de siglo pasado: una pieza, una cocina, un baño, un living, un espacio en planta alta. Ellos habían proyectado su propio diseño y las obras estaban en marcha.

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