Molotov estalla en la Ciudad: música para bailar y gritar en tiempos de crisis

Los aniversarios pegan diferente según la persona, y para Molotov, los veinte años de carrera, cumplidos el año pasado, vinieron con una especie de balance: los mexicanos se reunieron en el estudio para grabar sus grandes éxitos en formato acústico, el viejo y querido unplugged, y consiguieron sostener el fuego sagrado de una banda que siempre invita al desborde aún sin los instrumentos enchufados.

Ese formato es el que vienen paseando por el continente (además de shows en Buenos Aires, Córdoba y Comodoro, tocarán en Uruguay, Paraguay y Chile), pero no el que traen a La Plata: “Estamos realizando una gira paralela entre lo eléctrico y lo acústico”, explica Paco Ayala, un cuarto de un combo que completan Miky Huidobro, Ismael “Tito” Fuentes, Randy Ebright y Paco Ayala, los responsables de himnos del empoderamiento latino como “Gimme Tha Power”, “Frijolero” y “Voto Latino”, siempre moviéndose entre el rock, el funk, el rap, la cumbia y lo que pinte, y cantando verdades con una irreverencia que desafía el status quo.

A La Plata llegarán el miércoles, para presentarse desde las 21 en la sala ubicada 58 entre 10 y 11 con todo el power eléctrico y mexicano, en el marco de una gira que, anticipa Ayala, será “como siempre, un desmadre: entre Tijuana y el público argentino, se llevan el mejor público del mundo. Y no solo lo decimos nosotros”.

Parece que canciones históricas son de hace poco: es que en cuestiones sociales no se ha avanzado nada”

Paco Ayala, bajista de Molotov

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Pero, ¿cómo se mete una banda caracterizada por su sonido poderoso, sus vivos estruendosos, en un unplugged? “Era un reto”, admite Ayala, bajo y cuarta voz del combo que se unió a Molotov en los albores del grupo, en 1996, previo al lanzamiento de su primer álbum, el exitoso “Dónde jugarán las niñas”.

“No teníamos idea de qué iba a pasar, como iba a sonar”, confiesa, pero cuenta que “estamos muy contentos por lo que pasó esa noche: redescubrimos canciones que hemos tocado por más de dos décadas”, en lo que fue un “regreso a los inicios de la composición: tuvimos que sacarle los arreglos, darles musicalidad. Lo eléctrico siempre tiene trucos para compensar, pero lo acústico es tocar bien y tratar de cantar lo mejor que puedas. No hay otra”.

¿MADUREZ?

¿Es un signo de madurez del grupo? “Nunca pensamos en ser maduros”, dice entre risas Ayala, aunque luego agrega que “me preocuparía más pensar hoy que todavía no soy maduro”. Y aunque ellos estén más viejos, dice, “las canciones no tienen fecha de vencimiento”.

Y no necesariamente porque sean himnos, canciones poderosas y empoderantes, que lo son. Sino como un beneficio colateral de la eterna crisis de América latina. “Nuestro público de los primeros discos regresa con sus hijos, sus sobrinos, y ellos creen que algunas de nuestras canciones históricas se compusieron hace poco: es que en cuestiones sociales no ha avanzado nada este país. La problemática sigue ahí”, se ríe, para no llorar, el bajo.

Por ejemplo, recuerda, “Frijolero”, canción sobre la tensa “grieta” entre mexicanos y estadounidenses en la frontera, es de 2003. “Nunca inflamos la moneda haciendo guerra a otros países. Te pagamos con petróleo e intereses nuestra deuda, mientras tanto no sabemos ¿quién se queda con la feria? Aunque nos hagan la fama de que somos vendedores, de la droga que sembramos ustedes son consumidores”, cantaban por entonces. Hoy, en tiempos de Trump, murallas, deudas y devaluaciones, “Frijolero” asoma como una canción de protesta de asombrosa actualidad.

“Vivimos a diario los problemas fronterizos: además de que no cambia ni evoluciona, Trump se ha encargado por empeorar la relación, ha habido una falta de respeto hacia el latino”, opina Ayala, acostumbrado ya a “vivir con ese tipo de ofensas”, aunque, agrega, “eso es algo que no vamos a dejar de reprochar: como alguien así puede gobernar un país tan poderoso”.

Pero para estos tiempos turbulentos, Molotov tiene la solución: como siempre, sus shows siguen invitando a bailar, a gritar, a la catársis colectiva y trival. ¿Una banda necesaria en tiempos de crisis? “Yo diría que no, pero como siempre estamos en crisis... quizás si”, cuenta otra vez riendo para combatir la depresión de que conlleva la realización de que “¡el problema es que estamos cada vez peor!”

“Pero mientras no se nos acabe la energía, vamos a seguir viajando, conectando”, dice Ayala: “Esa catársis que se genera en el escenario, ese par de horas que disfrutamos con la gente, es algo que no queremos que se acabe. A pesar de que estamos envejeciendo, tenemos muchas ganas de seguir viviendo eso”.