Alerta por los riesgos de una inmoderada exposición al sol

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Frente al inicio de la temporada de vacaciones muchos especialistas están formulando advertencias sobre la exposición al sol, muchas veces irresponsable, por parte de personas de todas las edades que buscan el bronceado en su piel. Tal como es conocido, las distintas fuentes médicas volvieron a ofrecer precisiones sobre los horarios convenientes para tomar sol, como así como sobre la protección necesaria para que esa exposición no se transforme en un enemigo, provocando severas afecciones que pueden derivar en desenlaces más graves.

En ese contexto en no pocas oportunidades se han divulgado recomendaciones emitidas por entidades médicas o farmacéuticas, que incluyen serias advertencias sobre el mal uso de los protectores solares. En algunas oportunidades, tales expresiones surgieron a partir de encuestas realizadas, demostrativas de los daños en la piel derivados de la utilización de productos que no cumplen con requisitos establecidos por áreas oficiales de Salud.

Se ha dicho, asimismo, que las quemaduras solares pueden provocar graves daños, desde el envejecimiento del tejido epitelial hasta cáncer de piel, recomendándose por consiguiente un buen uso de protectores solares.

Lo cierto es que, ante el pleno comienzo del verano, cuando el sol cae más perpendicularmente, nace la necesidad de que los organismos oficiales se sumen a las campañas de las sociedades médicas y comiencen a difundir advertencias acerca de los peligros derivados de la exposición a los rayos solares.

En ese sentido, no debiera abandonarse la política encarada años atrás por el Servicio Meteorológico nacional que incluyó entre sus informaciones habituales la advertencia sobre los riesgos de tomar sol entre las once y las cuatro de la tarde. Esa prevención fue una manifestación más de la preocupación mundial por el deterioro de la capa de ozono y de las comprobaciones médicas acerca de los daños que los rayos ultravioletas causan en la piel de quienes se exponen a ellos sin las debidas precauciones, entre los que se destaca la posibilidad de sufrir manifestaciones cancerosas.

Debe comprenderse que no queda otro recurso que adoptar las precauciones necesarias para evitar resultar perjudicados, lo cual significa cambiar conceptos largamente arraigados, como el que asigna al color bronceado de la piel virtudes estéticas o lo vincula con una imagen de salud que a la luz de las comprobaciones científicas es errada, al menos en cuanto esa tonalidad se adquiera con fuerte exposición a las radiaciones ultravioletas.

Las recomendaciones, además de la veda prácticamente total durante los horarios en que esas radiaciones adquieren mayor intensidad, son las referidas al uso de prendas de vestir que eviten la existencia de áreas expuestas o el uso en esas superficies de cremas filtrantes adecuadas, lo que requiere el consejo médico, ya que a distintos tipos de piel corresponden distintos grados de capacidad filtrante.

Las estadísticas sobre las cuales los facultativos fundamentan sus recomendaciones no parecen ofrecer posibilidad de discusión y resulta oportuno que las autoridades contribuyan a la difusión de las nociones correctas sobre el problema.

 

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