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Todos buscan su ángel de la guarda
Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda
El Papa Francisco echó a su ángel de la guarda. La planta permanente del Vaticano se vio sacudida por el despido de Domenico Giani, jefe de la Gendarmería Vaticana, más conocido como “el ángel de la guarda de Francisco”. Allí también pasan estas cosas. No sólo los angelitos de la Casa Rosada rezan por su estabilidad mientras esperan al futuro papa. La cosa en Roma se ha complicado mucho. Los de la Guarda forman un batallón angelical que es muy apegado a los pichones y que dos por tres tienen que levantar vuelo. No es difícil poder descubrir allí un guardaespaldas pecador. La Basílica está llena de cámaras, hay un espía detrás de cada columna y transita por sus galerías un reguero de chismosos que no deja ángeles con alas. Pero también es un lugar de secretos, silencios y misterios. Doménico era un arcángel fallado que tenía inclinaciones poco espirituales. No se metió a negociar con almas y conciencias, sino con las finanzas de esa casona que cada vez que hace arqueos de euros y penitencias descubre algunos frailes que van salvando y van haciendo caja. El Papa comprendió que no se puede desconfiar de un guardaespaldas. Francisco había hecho mucha campaña a favor de los ángeles de la guarda, “ese compañero de viajes –dijo- que abre la puerta cotidiana para ir al encuentro con el Padre y que es una verdadera brújula en el camino de la vida”. Pero la brújula de Doménico apuntaba más a la limosna que a las devociones. El Santo Padre no lo perdonó. Pero bueno, como no parecía razonable tener desangelado y sin protección al Pontífice, a los tres días Francisco nombró a Gianluca Gauzzi Broccoletti como su nuevo angelito. Es un experto en ingeniería de seguridad, un cuidador serio, mirón y receloso que cree más en la pólvora que en el agua bendita. Ahora el Papa tiene un coronel como guardaespaldas y al más allá como co seguro. Se reforzó porque sabe que el cielo, solito, no puede impedir que algunos diablitos se metan entre los cuartos y las alcancías.
Recta final de las campañas. Noche de debate y semana de ejercicios pre competitivos. La previa trae aroma litúrgico: días de ruegos, perdones y promesas que pueden conducir a la extremaunción o al milagro. Noche de bendición para algunos y acto de contrición para otros Llega el 27. Mientras Alberto mira de reojo al ángel de la guarda que lleva al lado, Macri sigue buscando el camino y la brújula. Con los porcentajes en la mano, los dos salieron a cazar los electores desganados y dubitativos, un colectivo sin sede ni bandera que después de las PASO siempre gana enorme protagonismo. Es muy rentable ser indeciso en estos días. Sacan pecho y miran desde arriba, ajenos a toda inquietud. Es gente que les crece la autoestima partir de agosto, cuando dejan de ser indiferentes para convertirse en imprescindibles. Anzuelos y ruegos le salen al paso. Los miman y los vigilan. La incertidumbre pasa a ser moneda codiciada. Y hasta los más vacilantes se convencen de que al fin ellos podrán decidir algo. Los encuestadores los persiguen, los jefes de campaña se desviven por identificarlos y conquistarlos y los publicitarios apelan a todos sus recursos para poder alterar ese rumbo sin destino.
A los indecisos se los reconoce fácilmente. Se hacen los desentendidos, caminan aliviados, sonríen burlonamente ante la ansiedad de la mayoría y se sienten buenos y orgullosos al no desear que alguien pierda. Saben que ahora van por ellos. Y se preparan para recibir los halagos de un mapa electoral que los ha transformado en figuras clave. El poder no los atrae. Sienten que su futuro no puede estar pendiente de uno u otro contendiente. Su credo es dejar que las cosas sucedan, sin interferir. Un supremo acto de alejamiento que honra la neutralidad y acepta lo que venga. Han alcanzado un estado alfa prometedor: no prefieren a ninguno y no rechazan a nadie. La frustración electoral no los roza. La noche del domingo 27 contemplarán los resultados sin expectativas. Y se irán a dormir, calmos y relajados, sin ilusiones, sin alegría y sin bronca. Nada ni nadie los podrá decepcionar. Algo es algo.
Los indecisos después de las PASO dejan de ser indiferentes y se convierten en imprescindibles
Los angelitos de la Casa Rosada rezan por su estabilidad mientras esperan al futuro papa
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