El golpe de los dos millones y el infierno en barrio Hipódromo

“Desde el día del robo, cada vez que llego a casa miro para todos lados, sospecho si veo a alguien caminando... cambió mi rutina por completo, en todo momento me parece que nos vuelven a entrar”, le aseguró Andrea (51) a EL DIA.

Algo similar le ocurrió a su esposo, Pablo (55), y a sus dos hijos, Simón (18) y Atilio (12), el resto de los moradores del inmueble de 115 entre 41 y 42.

Los chicos estuvieron presentes durante el atraco ocurrido en octubre del año pasado, donde además le robaron a su abuela (mamá de Pablo) de 85 años, a quien golpearon en el proceso.

Cuando sucedió el hecho, en la vivienda sólo estaban Simón y Atilio. El matrimonio se encontraba trabajando y no volvería hasta después de las 16.

Los dos chicos habían ido a la peluquería del barrio y al regresar al hogar se toparon con dos sujetos en la puerta.

Simón les preguntó si buscaban a alguien; enseguida se topó con una respuesta inverosímil: “Me dijeron que vivían a dos cuadras y que un vecino les había dicho que mi papá tenía el auto en venta”, señaló el adolescente.

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No era así y el joven se los hizo saber, por lo que los “compradores” dieron media vuelta y se fueron.

Sin sospechar nada malo, saludaron a los desconocidos e ingresaron al domicilio. Atilio se fue a duchar y su hermano se quedó en el comedor. A los cinco minutos, escuchó abrirse el portón del garage. Era muy temprano para que alguno de sus padres llegase, así que salió a ver quién podía ser.

“Antes teníamos algún móvil policial patrullando, ahora no se ven ni siquiera en la zona del Bingo”

Pablo, Víctima

Detrás del auto familiar, estacionado en la cochera, tres hombres dialogaban en voz baja, dos de ellos eran los que se había cruzado en la vereda. Como ellos también lo vieron, Simón no tuvo tiempo de reaccionar. El más alto se le tiró encima, le tapó la boca e hizo el ademán de sacar un arma.

Lo redujeron en un instante, le sacaron las zapatillas y con los cordones ataron sus manos por detrás de la espalda. “Quedate quieto. No te vayas a hacer el héroe porque los mato a vos y a tu hermano”, fue la primera orden. Luego comenzó un breve interrogatorio en el que le preguntaron qué hacían sus progenitores, a qué hora volverían y dónde había plata. Simón contestó con evasivas y no lo molestaron más.

Dos “enfilaron derecho para la pieza de mis viejos, que fue donde más tiempo estuvieron”, indicó.

Revisaron muebles, cajones y “toda la ropa colgada”. Es que, según aclararon Pablo y Andrea, “sabían dónde guardábamos el dinero”.

De ese cuarto sustrajeron alhajas, mochilas, cámaras de foto digitales, autos de juguete de colección y 50 mil dólares “que teníamos desde hace tiempo para empezar un proyecto”, detalló la mujer. Al cambio de las últimas horas, fueron despojados de 2 millones de pesos solo en billetes estadounidenses.

En tanto, Atilio seguía en el baño, sin saber lo que pasaba a menos de dos metros. Por eso se sorprendió cuando lo fueron a buscar para calmar a Marisa (85), su abuela. Los ladrones sabían que se podía llegar a su morada desde la casa por la que habían entrado.

A ella la golpearon porque intentó resistirse. “Lo más raro es que la abuela tiene un escondite donde antes guardaba plata y ellos lo conocían”, manifestó Andrea.

Para no dejar huellas, utilizaron las medias que encontraron. Previo a escapar, le taparon la cabeza a Simón con un buzo. Asimismo, juntaron todos los juegos de llaves y, entonces sí, huyeron de la escena.

Según pudieron constatar, dos doblaron por 42 y el tercero siguió por 115 en dirección a 43.

Dos asaltos en dos semanas

“Lo que nos pasó fue que nos entraron con una llave. Y, además de nosotros, sólo dos personas tenían un juego”, explicó Andrea.

Ahora esperan que la causa (que está a cargo de la UFI Nº 9) avance para “encontrar a los culpables, porque lo que nos robaron no lo vamos a recuperar”, lamentaron. En ese sentido, las imágenes de las cámaras de seguridad del bingo (en poder de las autoridades) que dan a la calle podrían aportar pistas certeras para identificar a los delincuentes.

Por otro lado, dos semanas después del asalto que sufrieron, “a un hombre que vive a una cuadra le pasó exactamente lo mismo. Pero con ellos fueron más violentos aún”, contó Pablo.

En tanto, denunciaron que, por la zona, hay venta de droga al menudeo y que “todos en el barrio saben que es así”.

“Antes se veía pasar a los patrulleros, ahora no aparecen más. Ni siquiera en la zona del bingo”, reclamó el vecino.