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El Mundo |UNA GESTIÓN QUE SE COMPLICA

Polémico, Bolsonaro cumple 100 días de gobierno en Brasil

Esta primera etapa estuvo marcada por luchas de poder y errores que desgastaron su popularidad. La autorización de tenencia de armas de fuego, una promesa cumplida

Polémico, Bolsonaro cumple 100 días de gobierno en Brasil

Jair Bolsonaro y su esposa Michelle, durante un acto oficial en el Palacio Planalto, el viernes en Brasilia / AFP

Allison Jackson

8 de Abril de 2019 | 01:35
Edición impresa

Río de Janeiro

Agencia AFP

El presidente Jair Bolsonaro prometió romper con la “vieja política” y destrabar la economía en el arranque de su gobierno, pero el inicio de su mandato al frente de Brasil estuvo marcado por batallas de poder y errores que erosionaron su popularidad y pusieron en duda sus reformas.

El ex capitán del ejército, apodado “el Trump de los trópicos” debido a su admiración por el presidente de Estados Unidos, cumplió con algunas de las promesas para los primeros 100 días de su gobierno, que se cumplirán este miércoles, como la autorización de la posesión de armas o el lanzamiento de las privatizaciones.

Pero las intrigas, las divisiones y las torpezas frenaron en seco la euforia de los mercados y de sectores que votaron por el candidato ultraderechista, poniendo fin a décadas de gobiernos de centro y centroizquierda.

“No sería una subestimación decir que el desempeño del presidente hasta la fecha ha sido decepcionante”, afirma Thomaz Favaro, de la consultora de riesgos políticos Control Risks. “Hubo una percepción errónea de que Bolsonaro venía con una base de apoyo muy fuerte y creo que ahora empezamos a ver que tal vez no lo sea tanto”, agrega.

Bolsonaro se alzó con la victoria gracias a mensajes simples de que acabaría con la criminalidad, la violencia y la corrupción endémica.

Pero el actual mandatario, quien durante décadas como diputado se hizo más conocido por sus insultos y sus declaraciones racistas, misóginas y homofóbicas y su defensa de la dictadura militar (1964-1985) que por su labor legislativa, está descubriendo que su estilo inflexible y su inclinación por Twitter no están funcionando en el Congreso, donde carece de mayoría propia.

Su plan para reformar el insostenible régimen de jubilaciones está bloqueado tras una disputa con aliados políticos clave.

“En las últimas semanas, realmente hemos visto el lado de Bolsonaro que la gente más temía”, dice William Jackson, economista de Capital Economics, con sede en Londres.

“Su falta de experiencia de gobierno, ilustrada por el deterioro de sus relaciones con el Congreso, y sus luchas por mantener unida a su coalición, parecen haber llevado a una parálisis en la formulación de políticas”, agrega.

En los últimos días, el presidente dio la impresión de adoptar un tono más conciliador, manteniendo reuniones con líderes de varios partidos.

Puede que finalmente haya aceptado el denostado “toma y daca” de la política brasileña, estima David Fleischer, profesor emérito de ciencias políticas en la Universidad de Brasilia. Pero puede también que no logre aprobar reformas clave y que su gobierno “siga a la deriva hasta 2022”, añade.

EN LA CUERDA FLOJA

Bolsonaro ha obtenido algunas victorias desde su estreno como presidente el 1 de enero.

Entre ellas figuran la flexibilización de las leyes sobre posesión de armas de fuego y la entrega en concesión de 12 aeropuertos, en licitaciones exitosas, que se consideraron como una prueba de la confianza de los inversores extranjeros.

Pero le resultará más difícil impulsar políticas más polémicas en la heterogénea Cámara Baja del Congreso, donde su Partido Social Liberal controla apenas 54 de las 513 bancas.

Eso significa que se verá obligado a concluir alianzas ad hoc (específicamente para esto) con legisladores de varios partidos que forman parte de las bancadas de “las 3 B”: Biblia, Bala y Buey, es decir los evangélicos, el lobby de las armas y los defensores del agronegocio.

La confusión afecta al propio Ejecutivo, presa de la lucha de facciones que comprenden a los militares, a los ideólogos ultraconservadores y a los hijos del presidente. Todos compiten por tener mayor influencia política.

El presidente “está constantemente en la cuerda floja”, señala Favaro, para quien “la estrategia de Bolsonaro depende de su capacidad política para crear una coalición viable en el Congreso y eso es complicado, porque ahora vemos que el índice de aprobación del presidente ha disminuido”.

El nivel de popularidad del ex capitán, que en enero era del 67%, bajó a 51% en marzo, el peor registrado por un presidente en su primer mandato en sus tres primeros meses de gestión.

ERRORES Y HORRORES

Una serie de errores y horrores han socavado aún más la credibilidad de Bolsonaro y han expuesto la inexperiencia de su gobierno.

La iniciativa reciente del presidente de conmemorar el golpe militar de 1964 provocó indignación y protestas. Y su afirmación, durante una visita al museo del Holocausto en Israel, este mes, de que los nazis eran “izquierdistas” fue ridiculizada.

La promesa de trasladar la embajada de Brasil en Israel a Jerusalén, por el momento aplazada, también puede provocar represalias comerciales de los Estados árabes, algunos de los cuales son importantes importadores de carne brasileña.

Y una serie de escándalos, incluidas las denuncias de transacciones financieras ilegales que involucran a uno de sus hijos, han dañado su imagen de “paladín anticorrupción”. “Ha hecho muchas cosas tontas”, opina Fleischer. “No tiene suficientes asesores a su lado que le digan: ‘Bueno, es mejor que no hagas eso’”.

Incluso los inversores, que habían saludado su llegada al poder debido a sus posturas pro mercado y sus propuestas para reactivar la alicaída economía, están perdiendo la fe.

“Hasta un presidente que contara con un gran historial en la formación de coaliciones debería luchar mucho para enderezar esto”, considera Jackson.

Desaprobación
Jair Bolsonaro tiene la peor evaluación en los tres primeros meses de un primer mandato desde la redemocratización de Brasil en 1985, según una encuesta de Datafolha que revela que para el 30% de los brasileños, su gobierno es “malo o pésimo”, y para un 33% “regular”.

 

 

 

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