Mataron a golpes a una jubilada para robarle dos televisores en Gonnet

Gladys Catena tenía 65 años y vivía sola. Los criminales entraron sin forzar cerraduras. Dieron vuelta la casa, pero no encontraron el dinero. Investigan a los albañiles y pintores que accedieron al lugar en los últimos meses

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“Fue lo peor que vi en mi vida”, reflexionó Manuel Maldonado (33) en voz alta, pocas horas después de que entró en la casa de su suegra preocupado porque no le atendía el teléfono y se topó con una escena tan espantosa como inesperada: los ambientes estaban dados vuelta; el silencio era total; y el cuerpo de la mujer yacía tirado en el piso de su habitación, sobre su propia sangre. Era la escena de un crimen.

Esto pasó alrededor de las 11.30 de la mañana en un chalet revestido con piedras Mar del Plata, en 511 entre 19 y 20, donde Gladys Catena -de 65 años- vivía sola desde que su marido falleció a mediados de abril.

Había acordado que ayer cuidaría de sus nietos y que su yerno pasaría a buscarla para llevarla a su casa. Como solían hacerlo, el joven llamó al celular de Gladys para avisarle que ya estaba frente a su puerta, pero no obtuvo respuesta. Insistió; y nada.

En ese momento Manuel barajó como peor posibilidad que su suegra se hubiera descompensando, por lo que no dudó en usar el juego de llaves que tenía para acceder al chalet ante contingencias como aquella. La puerta estaba cerrada. Recién cuando la abrió, y se internó un poco en la vivienda, Manuel cayó en la cuenta de que la situación era muchísimo más grave.

Les llamó la atención que todo estuviera revuelto, entre cosas rotas y el faltante de un par de televisores. Gritó el nombre de Gladys, sin respuesta. Fue directo a su cuarto, y allí estaba, tirada boca abajo, vestida con ropa de calle y en un charco de sangre, describieron fuentes oficiales. “Lo peor que vi en mi vida”, reflejó él.

Tras el llamados de Maldonado llegaron los patrulleros del Comando, cuyos hombres se encargaron de preservar el lugar mientras convocaban a sus pares de la comisaría jurisdiccional, la Decimotercera de Gonnet, y al fiscal en turno, Álvaro Garganta. De a poco fueron desembarcando también jefes de la fuerza y peritos de Policía Científica, encargados de una tarea que resulta clave para esclarecer cualquier hecho de sangre.

Se dedicaron a levantar rastros y huellas, además de secuestrar un cuchillo con manchas de sangre que es distinto a los del resto de la casa (se supone que lo trajeron los asesinos) y varios elementos contundentes, poniendo particular interés en una lámpara de bronce que también tenía restos hemáticos y estaba cerca de la víctima.

El forense que revisó el cuerpo antes de que lo trasladaran a la morgue notó que la mujer tenía fuertes golpes en la cabeza y en distintas partes del cuerpo, además de un corte en el cuello, que -calculó- habría recibido entre 12 y 15 horas antes de que la encontraran. Esto quiere decir que la mujer habría sido asesinada entre las 22 del lunes y la 1 de la mañana de ayer, aunque algunos investigadores desestimaron ese cálculo con la convicción de que el hecho sucedió “entre las 7 y las 7.30 a la mañana”, en virtud de algunos movimientos detectados en la zona. El último contacto de la víctima con sus familiares fue a las 21.30 del lunes, por whatsapp.

El informe de la autopsia que se hizo ayer a la tarde determinó que en la golpiza le fracturaron a Gladys cinco costillas, lo que le provocó una insuficiencia cardiorespiratoria que derivó en su muerte. Las fuentes consultadas por este diario aclararon que el corte en el cuello “no fue vital”.

trabajos en la casa

Mientras los peritos hacían su trabajo en la casa, otros investigadores recorrían las inmediaciones en busca de pistas tan importantes como los indicios forenses: testigos y cámaras de seguridad. No tuvieron mucha suerte con ninguno de los dos. No pudieron dar con ningún vecino que hubiera visto movimientos raros en la casa de Gladys, como tampoco vehículos o personas que llamaran su atención, excepto por un hombre que recordó haber escuchado “silbidos” provenientes del chalet “a la medianoche”, lo que chocaría con el horario estimado del crimen.

Por otro lado hay que tener en cuenta que a las 7 de la mañana de ayer la calle 511 estaba a oscuras, mientras que para las 7.30 ya había amanecido. Con las cámaras hubo menos fortuna todavía, ya que en los alrededores solamente hay una -en 19 entre 511 y 512-, cuya lente apunta a 510.

Los detectives se concentraron entonces en la información que aportó el círculo más cercano a Gladys, integrado por sus tres hijas, dos yernos, otros familiares y algunos amigos. Los que ya dieron su testimonio hablaron de las rutinas de la mujer y de sus movimientos más recientes, información que siempre es necesaria para focalizar posibles móviles e identificar a quienes pudieran interés en ejecutar un crimen.

Gladys no tenía enemigos ni asuntos pendientes -todos la describieron como una mujer amigable y servicial-, aunque sus allegados dieron cuenta de una situación que despertó el interés de los investigadores.

“Ella estaba arreglando su casa, la estaba poniendo linda”, comentó ayer a modo de anécdota su yerno, cuestión que impulsó a los detectives a indagar en los albañiles y pintores que tuvieron acceso a la vivienda en los últimos meses. “No los habrían contratado por referencias”, apuntó una alta fuente del caso, sin pasar por alto que “a algunos no los identificamos todavía”.

Hay tres certezas que guían a la investigación: los homicidas conocían a la víctima o accedieron a la casa con su aval o con un juego de llaves, ya que no había cerraduras ni aberturas violentadas; resulta claro que la mujer se resistió o que la atacaron con fiereza para evitar que los reconociera; y la motivación del crimen fue el robo.

De la escena faltaron algunos objetos de valor, entre ellos dos televisores plasma, pero los asesinos no encontraron una suma en efectivo que estaba en la vivienda (unos 5.000 dólares). Por todo esto el fiscal Garganta caratuló la causa como “homicidio calificado (en ocasión de robo) y criminis causa (matar para ocultar otro delito).

Todavía no hay detenidos.

Afectos
Gladys Catena tenía tres hijas, una de las cuales habría estado junto a su esposo, Manuel Maldonado, cuando éste entró a la casa y la encontró muerta. Las otras dos estaban de viaje, una en Mar del Plata y la otra en Salta. La víctima enviudó en abril y sus familiares la convencieron de emprender mejoras en el chalet, para aliviar su tristeza.

 

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