Tarde, el gobierno tomó nota del brutal golpe que recibió de los que llaman “desencantados”

Acaso tarde, el Gobierno tomó nota detallada del demoledor resultado en contra de las Primarias: el domingo perdió el apoyo de un amplio sector de clase media , que no se mueve por fanatismos, que había elegido a Maurico Macri en 2015 y le redobló la confianza en 2017, antes de que se desatara la crisis económica que mezcló el coctel letal de inestabilidad cambiaria, recesión e inflación.

El mayor pagador del costo de esa argamasa fue, precisamente, ese electorado que se cuenta de a millones y que, además, había aprobado para decidir su voto la alta vara en la cuestión moral que propuso Cambiemos en la campaña de hace cuatro años. El oficialismo los llamaría este año, cuando ya les había exigido todo el ajuste posible, “Los desencantados”.

Un lote de trabajadores en relación de dependencia, pequeños empresarios, comerciantes minoristas, laburantes autónomos y expertos en oficios que cargan inmensa bronca por los aumentos de tarifas, la baja del poder adquisitivo del salario y los precios por las nubes; pero que, al mismo tiempo, no apañan la supuesta corrupción de la gestión anterior que es juzgada en Tribunales ni tampoco detestan por formación ideológica al peronismo.

En un reduccionismo extremo, los viejos políticos los definen como los que votan de acuerdo al presente de su bolsillo. Habría que agregar: es a los que les cuesta llenar el bolsillo, no especulan con tasas altas o bajas y piden poder darse algún gusto de vez en cuando.

Los expertos en campaña macrista demostraron que no fueron capaces de llegar a ellos este año. No pudieron “volver a enamorarlos”, ya no en grado extremo sino lo suficiente como para darles un alivio real después de tanto pedido de sacrificio y que sintieran que, por tercera vez, valía la pena apostar a los globos amarillos.

Ese nicho, que nunca reflejaron fielmente las encuestas tal vez porque los consultados asi lo quisieron, fue detectado por Alberto Fernández y el Frente de Todos. A ese universo les llegó con eficiencia el mensaje que el postulante del PJ les quería transmitir y que, en términos políticos reales, es dificil de sostener: “Alberto no es Cristina”.

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Los expertos en campañas macrista demostraron que no llegaron a los “desencantados”

Con el diario del lunes, muchos dirigentes del oficialismo han empezado a cuestionar hasta la política de gradualismo que decidió Macri en 2015 para corregir los reales desfasajes económicos heredados. “¿Y si pedíamos el gran sacrifico al principio?”, se preguntan ahora, especulando con que tal vez podrían haber visto eventuales frutos justamente en esta elección definitoria.

En un reciente artículo publicado en Infobae, el economista Roberto Cachanosky, que siempre estuvo a favor de medidas de shock, aseguró que “por definición el gradualismo produce un gran desgaste en la población porque no es otra cosa que anunciar malas noticias todos los días. Hoy te aumento el gas, mañana la luz, pasado el transporte, etc., generando un desgaste fenomenal en la población, en particular en la clase media”.

Cachanosky agrega, además, que a esa clase media “además de pagar el ajuste de las tarifas de los servicios públicos (como correspondía), no le bajaron los impuestos porque el Gobierno siguió manteniendo los planes sociales”.

Siempre explicó Macri que no podía permitirse un recorte del gasto social porque los sectores más vulnerables no lo hubieran soportado y podría haberse dado un estallido. Es probable que eso sea posible, en un país que tenía en esa época 30% de pobres, según datos privados (el Indec no contaba con cifras ciertas). También lo es que sectores medios bajos, gente que tenía un tallercito o hacía changas a domicilio, pasaron a ser nuevos pobres en el índice confiable de este año. Parte de esa población también había apoyado a Cambiemos, que acaso no tuvo la empatía para contenerlos.

Es verdad que, guiado por aquel temor antes mencionado, el gobierno de Macri aumentó notablemente el gasto social en Argentina destinado a asistir a los más vulnerables: este año, antes de los anuncios de ayer, la AUH había crecido 102 por ciento interanual, y el resto de los programas un poco más del 40%.

La autocrítica que se escucha ahora en despachos del gobierno, y que nadie dirá en voz alta, es que acaso se haya cuidado muchísimo a un sector social irrecuperable para el oficialismo. En la Provincia, el vidalismo expresa esa bronca intramuros subrayando que muchos barrios humildes recibieron obras de infraestrauctura básica como asfalto, cloacas o luz, que mejora sensiblemente la calidad de vida, pero sin embargo allí las urnas le fueron esquivas al macrismo y el peronismo se hizo más fuerte de lo que es históricamente.

Con sensación de batalla perdida en esos sectores, una fuente de Cambiemos, que no es funcionario ni legislador, resumía causticamente esa situación ante este diario: “Este gobierno fue el gobierno de los ricos por el preconcepto ideológico y fue, en términos de gasto, el de los pobres, dónde nunca caímos bien. Tendría que haber sido el gobierno de la clase media”.

A poco más de dos meses para la elección presidencial, Macri anunció ayer que inyectará ahora unos 40 mil millones de pesos a los bolsillos de la gente de ese sector, buscando mejorar el consumo y apaciguar los efectos inflacionarios de la devaluación de estos días. En este caso, y aunque lo prometido mezcla medidas de gestión con necesidad electoral, el tiempo no parece un aliado del Presidente.