Tradición, incentivos y esfuerzo: el secreto del éxito argentino en deportes náuticos

Victoria Travascio (vela), Sabrina Ameghino (canotaje) y Agustín Díaz (remo) explican las razones de la buena performance argentina en los deportes náuticos, tras alzarse con varias medallas en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y clasificar, en el caso de la regatista platense, para los Olímpicos en Tokio 2020

Edición Impresa

Por YAEL LETOILE

vivirbien@eldia.com

Un cuarto del medallero argentino logrado en los Juegos Panamericanos de Lima este año –24 de un total de 101 medallas– corresponde a deportes náuticos entre los que se cuentan vela, remo y canotaje, todas disciplinas en que se destacan deportistas de la Región.

Sin ir más lejos, la regatista platense Victoria Travascio (31) se prepara en San Francisco para el mundial de Vela que se disputará en diciembre, luego de conseguir el bronce en Lima, y con la tranquilidad de haber alcanzado la clasificación para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Mientras que el ensenadense Agustín Díaz (27) se alzó con la medalla de oro en Perú, tras conseguir un histórico triunfo para el remo argentino en Inglaterra a mediados de año. En las aguas del Támesis, junto a Axel Haack, resultaron ganadores de la prueba de M2 sin timonel en la reconocida regata internacional Henley Royal.

Por si fuera poco, Sabrina Ameghino, de 39 años y también de Ensenada, se convirtió en la primera argentina campeona de canotaje en los Panamericanos de Lima y sigue en carrera “con la zanahoria delante de la nariz” para Tokio 2020.

Es que si de algo solemos jactarnos los argentinos es de saber remar en condiciones adversas. Pero ¿alcanza la astucia para saltear obstáculos cuando se trata de competencias deportivas? ¿A qué atribuyen el éxito nacional en los deportes náuticos los medallistas de la región?

En esta nota, Travascio, Ameghino y Díaz explican porqué tradición, incentivos y esfuerzo resultan clave para alcanzar la excelencia en el alto rendimiento deportivo. La mirada de los entrenadores y la importancia del Ente Nacional para el Alto Rendimiento Deportivo (Enard).

TRADICIÓN

El juego, la cercanía con el río, ser parte de un club: en las historias de todos, la proximidad con las aguas del Río de la Plata fue decisiva para sus carreras deportivas.

Sabrina, la mayor de los atletas, cuenta que cuando arrancó en 1994, fue por jugar y hacer algo en el agua. “No se podía nadar porque era muy caro. Entonces con mi tío Dany y mi prima Mer arrancamos en el Club de Regatas”, rememora, tras hacer un alto en la clase de la Escuela de Canotaje de Ensenada de la que es instructora, y que funciona en el club náutico, a orillas del Arroyo Doña Flora.

Como todo inicio, tuvo su épica. En marzo de 1995, las primas corrieron su primera carrera de 18 km. Iban primeras, le habían sacado ventaja a otras embarcaciones, pero a mitad de la carrera en un bote de fibra de vidrio, ya tenían las dos las piernas y la cola en carne viva. “Nos habíamos entusiasmado pero no teníamos con qué seguir los 10 km que faltaban. Llegamos terceras. Esa vez nos miramos y dijimos ´esto no nos pasa nunca más´”, recuerda.

En el sector de remo del Club Regatas de Ensenada, Agustín hace de anfitrión de las chicas, sus compañeras olímpicas, a quienes conoce del club y de las competencias. También tiene una familia remera que lo impulsó a meterse en el mundo náutico en sus inicios. “Empecé a remar a los 11 años. Soy de Punta Lara y siempre estuve cerca del río, me gustaba el agua. Pero de chico quería hacer vela porque mi padrino se dedicaba y quería ser como él”, cuenta.

Al principio, por un tema de cercanía, navegaba recreativamente en el Club Náutico, pero después llegó a Regatas y se fascinó: “Acá gané, me encantó todo lo que era la competencia y el entrenamiento en remo, había un montón de chicos y me olvidé de la vela”, revive.

Nadie va a navegar por primera vez pensando en ser un deportista olímpico. El caso de Victoria no es la excepción. Arrancó a navegar a los 7 años porque a sus padres les gustaba mucho el deporte, y la llevaron junto a sus hermanos a probarse al río. “Me encantó”, dice sobre su primer contacto con la vela hoy, a punto de viajar a entrenarse a San Francisco, “me gustaba mucho navegar y competir en la medida de lo posible pero los fines de semana y a modo recreativo, sin embargo nunca consideré ir a los Juegos Olímpicos”.

Recién cuando se recibió en la Universidad, en 2012, y ya trabajando, se empezó a hablar del 49erFX, un barco que se sumó como categoría olímpica, y viendo fotos se entusiasmó. “En 2015, se me cruzó la idea de entrenar en este barco para llegar a los Juegos Olímpicos Río 2016 y desde ese día que tomé ese camino y lo disfruto muchísimo”, asegura.

Sabrina lo vivió así: “Dejó de ser un juego y empecè a laburar de otra manera, entré al seleccionado nacional y ese año salì campeona sudamericana, campeona argentina en K2 con mi prima, y le tomé el gustito”, dice. No fue hasta 1999 cuando decidió que quería ser campeona en Juegos Panamericanos donde van todos los países y llevan la elite de América a competir. “Por eso fui campeona sudamericana muchas veces y campeona panamericana una sola vez. Tardó como 20 años pero se dio”, se enorgullece.

INCENTIVOS

Desde 2010, el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD) es el encargado de administrar los recursos económicos y de infraestructura necesarios para el deporte de alto rendimiento y la representación internacional deportiva.

Se trata de órgano mixto, de gestión público-privada sin fines de lucro, y creada por Ley N° 26.573, codirigido por el Comité Olímpico Argentino y la Agencia de Deportes Nacional. El ente administra un fondo especial formado por 1 por ciento del abono que las empresas de telefonía celular cobran por los servicios de telecomunicaciones.

En julio de este año, el presidente del Comité Olímpico Argentino y del ENARD, Gerardo Wherthein, dijo a la prensa que “el presupuesto para el deporte debería estar por encima del doble”.

Desde Lima, el funcionario expresó: “Necesitamos que el Estado, la Agencia de Deporte, cuente con un presupuesto más importante, porque el de hoy es muy exiguo. Debemos observar al deporte como un todo, no solo desde un punto de vista de los atletas de elite. Hay distintos estamentos que tenemos que apoyar, y el actual presupuesto anual de 1000 millones de pesos es insuficiente”.

Los regatistas, no obstante, rescatan la creación del Enard y coinciden en que sin las becas y el aporte de la entidad, les sería imposible solventar sus carreras. “Mucho tiene que ver la planificación del Enard, el aporte que hace y el cambio en la mentalidad y la política deportiva en relación al entrenamiento”, explica Sabrina, y asegura que “sin el Enard poco de esto hubiera pasado”.

“Ellos financian los viajes, el material, el desarrollo. Gracias a eso vivimos, sin el Enard el deporte argentino muere”, afirma Agustín, quien destaca la tradición olímpica previa a la existencia del órgano tanto de vela como de remo.

El Enard, por su parte, no respondió las consultas de este medio sobre las políticas que se implementan actualmente para fomentar el alto rendimiento deportivo.

ESFUERZO

En los deportes náuticos se hace carne también aquello de que nada bueno se logra sin esfuerzo. Diariamente, implica mucha perseverancia, cabeza y sacrificio.

“Nosotros entrenamos en verano entre tres o cuatro sesiones, de una hora y cuarto a dos horas cada una, dependiendo si es gimnasio, si es trote o si es agua. Te ocupa el día”, dice curtida, Sabrina, con sabiduría de experta.

Dejar la familia es para ella, mamá de una nena de 15, otro gran sacrificio. “Concentramos tres semanas fuera de casa por una semana en casa. Yo el 90 por ciento del tiempo no estoy afuera, por eso también en mi caso que soy mamá, el sacrificio es extremo”, se aflige al tiempo que entiende las razones por las que el cuerpo técnico la quiere cerca del equipo.

“El rendimiento te lo da el roce con tus compañeras, que son las que tienen el nivel en Argentina. La intención es buscar la mejora dándonos caño entre nosotras”, suelta.

El mismo empeño pone Agustín en remo. “Hace más de 10 años que entreno de lunes a lunes. Doble turno la mayoría, pocos días de descanso, pocas vacaciones, mucho entrenamiento, muchas horas sentado arriba del bote, unas tres horas diarias promedio. Además, trote, natación, gimnasio, bicicleta, pilates y todo lo que es extra”, detalla.

Está convencido de que cuando uno empieza a ver normal, alcanzable, creíble, la posibilidad de competir y ganar es mucho más fácil. Eso, dice, desde el punto de vista mental y anímico. Después, tiene que ver con el rendimiento, “si vos llegaste hasta esa instancia y estás rodeado de gente que ya fue medallista o campeón panamericano o ha participado de Juegos Olímpicos, es porque tenés el nivel para hacerlo”.

Para entrenar con atletas de su nivel, Victoria tiene que viajar al exterior y extrañar “la carne, el río, juntarse a tomar mates, mi novio, mi familia y amigos”. Es que históricamente, piensa, “los logros fueron fruto de la sumatoria entre talento y esfuerzos personales de personas que dejan todo y mucho más para lograrlo”, dice, y destaca la buena escuela y el gran número de chicos argentinos que navegan y compiten a buen nivel.

“El agua tiene huevo”, lanza Sabrina a punto de retomar la clase, “se ha trabajado muy prolijo, la vela viene teniendo resultados históricos en el país, desde mundiales, juegos panamericanos y demás. No es nuevo y tiene que ver con un proceso de laburo de hace muchos años”. En remo y canotaje, hubo altibajos pero la zanahoria delante de la nariz sigue siendo la clasificación a Tokio 2020.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE