Crecer comiendo mal y sin servicios, el drama de miles de chicos platenses

Hay una larga lista de alimentos que ya no forman parte de la dieta promedio en esa zona de Melchor Romero donde Yanina Tello (29), madre de tres chicos de entre uno y cuatro años, coordina un merendero. Los más notorios, dice Yanina, son la mayoría de los cortes de carne vacuna, que hace meses, se reemplazaron por las alitas y los menudos de pollo. Lácteos, como queso y yogurt, se compran cada vez menos y de segundas o terceras marcas. “En el barrio se zafa mucho con los guisos, los fideos, las pastas”, dice Yanina, que viendo que los problemas de alimentación se acentuaban en la zona donde vive, hace un mes y medio abrió el merendero en el fondo de su casa para darles dos veces por semana una copa de leche a los chicos más necesitados del barrio. Los primeros días fueron seis nenes, cuenta. Hoy van 47 cada vez. “El merendero funciona a pulmón”, dice Yanina: “pido leche en polvo por las redes sociales y la voy a buscar adonde sea. La última donación de la conseguí en Altos de San Lorenzo. Me tuve que tomar dos micros para ir a buscarla”. Yanina, vive de changas, limpiando casas o cuidando chicos. Su pareja también depende de las changas en la construcción o trabajando como pintor. Para los dos, como para muchos otros vecinos del barrio, el trabajo se hace cada vez más discontinuo, más esporádico.

Lucrecia Bais tiene 29 años y cuatro hijos y vive en el mismo barrio que Yanina Tello. La estrategia que ella eligió para ahorrar ante el aumento de los alimentos y la disminución de sus ingresos fue juntarse con una familia vecina: “cocinamos juntos todas las noches y nos sale un poco más barato”, dice.

Historias como éstas se multiplican por miles en los barrios más vulnerables de la periferia platense, donde el empobrecimiento de la dieta sólo es una de las manifestaciones de una pobreza que es multidimensional.

En el hogar de los Tello, por caso, apenas si hay agua. Y no tienen tanque, con lo cual no disponen de los medios más propicios para bañarse, ni de descarga en el baño.

“Nos bañamos turnándonos y usamos un fuentón”, dice Yanina, “para el baño usamos baldes que siempre tenemos que tener cargados”, cuenta.

Un informe recientemente presentado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica y la Defensoría del Pueblo bonaerense arroja una conclusión alarmante: uno de cada tres chicos que viven en el conurbano bonaerense no tienen agua potable, ni una buena alimentación que brinde los nutrientes necesarios para el desarrollo. Y destaca que ambos indicadores crecieron en el período comprendido entre 2017 y 2018, sobre todo en los barrios más vulnerables.

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El dato no asombra a las ONGs que trabajan en la periferia platense, donde sostienen que esos problemas se repiten en los barrios vulnerables de la ciudad. Y La Plata es la localidad que tiene más asentamientos en la Provincia.

“El empobrecimiento de la dieta en los barrios se nota todos los días. No es sólo el reemplazo de cortes de carne vacuna tradicionales por alitas de pollo y farináceos. También está el dato más que alarmante de que los chicos de los barrios vulnerables toman la mitad de la leche que necesitan”, dice Pablo Pérez, coordinador de La Plata Solidaria, una entidad que relevó el consumo de leche en barrios como El Mercadito, La Unión, La Bajada, El Palihue, Altos de San Lorenzo y Villa Elvira, entre otros, durante el ultimo mes de abril.

La conclusión de ese trabajo fue que la única leche que consumían muchos de los chicos de barrios vulnerables era la que les daban en la escuela. Y que en el 63% de los hogares ese alimento se había reemplazado por una infusión, generalmente el mate cocido.

Pérez aporta otro dato: “en muchos barrios vulnerables platenses no hay agua corriente y las familias recurren a una única canilla comunitaria con baldes y otros utensilios. Ese agua a veces alcanza para tomar o cocinar, pero a raíz de esa escasez la higiene se convierte en un problema cotidiano, sobre todo para los chicos”.

Un estudio realizado por el Observatorio Socioeconómico de la Universidad Católica de la Plata en 2018 , reveló, en tanto, que el 25% de los chicos relevados en 164 asentamiento platenses registraba algún grado de desnutrición, mientras que el 50% de los asentamientos visitados carecían de acceso a la red de agua corriente.

Agregaba que la mitad de los que sí cuentan con ese servicio carece de tanque de agua, con lo cual no tienen descarga en el baño y se bañan de manera precaria.

Según le dijo a este diario Rodrigo Martín, licenciado en Economía y director del mencionado Observatorio, actualmente se está desarrollando una segunda parte de ese trabajo, que tiene por objeto, “demostrar que la pobreza tiene muchas dimensiones más allá de la económica”, para contribuir a tomar decisiones políticas más eficaces para reducirla.

Esa inquietud parte de la base que la pobreza es un problema estructural de la Argentina que no sólo no disminuye, sino que crece.

“Hace 70 años la pobreza promedio en Argentina es del 30%. En 2018 ha alcanzado el 33%”, indica el trabajo de la Ucalp, que agrega que “la desnutrición, junto con la pobreza y el subdesarrollo, constituyen un círculo vicioso del cual es difícil desprenderse”.

“En muchos barrios vulnerables no hay agua corriente, sólo una canilla comunitaria”

“No es la pobreza en sí, la que impide avanzar, sino el daño producido y la adversidad medioambiental durante los primeros períodos de la vida, que en su conjunto no sólo impactan a los que la sufren directamente, sino también, a la sociedad entera”, agrega el trabajo.

AGUA Y SEGURIDAD ALIMENTARIA

Según el informe elaborado por la Universidad Católica Argentina y la Defensoría del Pueblo de Buenos Aires y dado a conocer durante los últimos días, uno de cada tres chicos del conurbano bonaerense sufre problemas para acceder al agua potable y a una alimentación que brinde los nutrientes indispensables para el desarrollo.

El informe detecta un crecimiento en ambos indicadores tanto a nivel país como en el conurbano bonaerense, donde el déficit de acceso al agua duplica al promedio nacional y donde es también mayor el índice de inseguridad alimentaria. Destaca también que, aunque la cobertura alimentaria gratuita es mayor en el conurbano bonaerense que en el promedio del país, ésta está concentrada en los chicos en edad escolar.

“El acceso a los alimentos se ve vulnerado para los no escolarizados y los adolescentes”

“La asistencia alimentaria directa y gratuita es mayor en el Gran Buenos Aires que en el promedio del país. Los principales beneficiaros de la ayuda directa son los niños en edad de escolarización primaria. La tasa de cobertura disminuye abruptamente para los niños y niñas en edad preescolar y para los adolescentes. El acceso a los alimentos se ve fuertemente vulnerado para los niños no escolarizados y los adolescentes”, sostiene el trabajo.

Según los datos aportados por el informe, en 2018 la cantidad de chicos de 0 a 17 años que experimentaron hambre en el país creció 3,4 puntos porcentuales respecto de 2017. En cl conurbano bonaerense, ese incremento fue de 5,8 puntos.

EN LA PLATA

Todos estos factores se incrementan en los asentamientos, según el informe de la UCA. Mientras tanto, un informe realizado por la Universidad Católica de La Plata en el año 2018 determinó un incremento del número de este tipo de barrios en la Región, que saltó de los 129 en 2015 a los 164 en 2018.

El informe pone el acento en la característica multidimensional de la pobreza que se percibe en esos barrios, donde, según el estudio se levantan 26.500 viviendas y viven aproximadamente 132.000 personas.

Segun el informe, seis de cada diez asentamientos requieren un alto grado de integración con el resto de la ciudad.

Así, en el 80% de los asentamientos registrados se detectó ausencia de red cloacal, en el 70% carencia de acceso a la red de gas, en el 20% carencia de acceso a la red formal de energía y en el 50% falta de acceso a la red de agua corriente.

El informe detectó que en los más de 160 asentamientos relevados del Gran La Plata viven aproximadamente 11.470 niños y niñas de 0 a 4 años. De ese total, 2.900 (25%) presentaban, al momento del estudio, algún grado de desnutrición.

Según lo que indican los autores del trabajo “en cada uno de estos casos el ´medio ambiente´no garantiza las condiciones necesarias para la vida del recién nacido: servicios básicos, alimentación correcta y desarrollo cognitivo y emocional”.

Y seguidamente agrega que “este contexto hostil lesiona el organismo del niño y genera un efecto irreparable que será sobrellevado durante toda su vida”.