Ocurrencias: todos pelean por la herencia
Edición Impresa | 1 de Noviembre de 2020 | 01:49

Alejandro Castañeda
afcastab@gmail.com
La hermandad estuvo en jaque en estos días revueltos, con mucha herencia conflictiva y ocupaciones de tierras y apellidos. Tres familias poderosas pusieron en duda la paz de sus linajes con furiosos ataques a sus hermanos. Los Mitre, los Macri y los Etchevehere dejaron ver la entretela oculta de esos hogares pudientes que a la hora del inventario encontraron riqueza pero también legítimos rencores y dudosas repartijas.
Esmeralda Mitre, una rubia muy expuesta, hija del ex director del diario La Nación, le puso aire mediático a su reclamo. Tiene una prosapia que se ha encargado de contar la historia a su gusto. Y ella conserva ese estilo: como siente que la tropa de parientes se le quedó con algo, anduvo paseando con su reclamo por la página policial y la de espectáculos. Se sabe, toda familia esconde en los armarios muchos secretos y algunos fantasmas. Esmeralda, una dama fogueada en ricas denuncias y ricos armarios, se presentó ante las cámaras como una señora ninguneada y quisquillosa que andaría buscando más plata que honores. ¿Hace bien o no? Anne Carson ya lo había dicho: “La riqueza es buena de tener, pero no de perseguir”.
Otra hermana con problemas, Dolores Etchevehere, anduvo transitando caminos parecidos, con menos fotogenia y más violencia. El paisaje campero le dio tono bucólico a su pretensión de poner la estancia familiar de Entre Ríos al servicio de una peonada forastera que sembró pequeñas quintitas para poder hacer una gran ensalada nacional, más variada que sustanciosa, un revuelto que a unos fortifique y a otros debilite.
El accionar de Dolores –nombre apropiado para quejarse- puso en aprietos a los suyos a la justicia y a la política. Quería mostrarse como mujer postergada y estafada por sus hermanos varones y su madre. Y le dio vuelo solidario a su litigio al poner su reclamo a la sombra de esa inmobiliaria ambulante que es el plan de Grabois, un dirigente que anda sin papeles porque tiene de copropietario a un santo padre del loteo que promete el cielo mientras relojea lo que pasa en terrenitos criollos.
Y Mauricio Macri también sintió de cerca la punzante presencia de un hermano enojado y recordador que, a través de un libro, decidió ajustar cuentas con el consanguíneo que llegó más lejos.
El libro parece ofrecer un retrato descarnado de ese hijo que escaló en lo más alto de un clan familiar que siempre estuvo bajo los reflectores y que ahora, en plena retirada, mientras su hermano hace memoria, él prefiere no recordar los baches de su malograda presidencia. Su reaparición tuvo la particularidad de incordiar a propios y ajenos. Y con sus declaraciones parece salir al cruce de las evocaciones de un hermano que cuenta de su vida íntima y su billetera y que le ha sumado nuevos pesares a un ex que va ganando espías y va perdiendo adherentes.
Dolores le dio vuelo solidario al ponerse a la sombra de esa inmobiliaria ambulante que es el plan de Grabois
En estas historias se mezclan, como en todo melodrama fraterno, el dinero, la envidia y las preferencias. Al abordarlas, suena cercana aquella frase de François Mauriac: “una familia es una cárcel de rejas humanas”.
Todos, comparten una misma obsesión: la herencia. En una semana sobrada de hermandades sospechosas, apareció “la carta de Cristina”, una misiva que obligó a un desfile de interpretaciones y que, como Dolores y Esmeralda, parece merodear por los contornos de una herencia que ya entró en zona de riesgo. La misiva replantea los alcances de una hermandad electoral. Y pretende ser diagnóstico y remedio: “el freno a la economía y la incertidumbre son agobiantes“, dice.
La carta está organizada como un texto lleno de puntos suspensivos que invita al otro a completarlo. Al presidente, después de haber escuchado tanto infectólogo, no le quedó otra que dejarse contagiar por un relato de la dueña de casa que le pedía que cuidara mejor la estancia. Y que ofrecía como única salida, una política de apertura y diálogo, receta impensada de una líder mandona que ha generado más obedientes que laderos.
¿Sirvió o no? ¿Lo respaldó o lo intimó? Entre tantas dudas, el Presidente quizá suscriba lo que decía Cioran de la escritora Sorana Topa, “nunca he visto una mujer más apta para incomodar”.
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