VIDEO.- Murió el hombre que fue baleado en una estación de servicio por dos falsos deliverys

El hombre de 44 años que fue baleado en la estación de servicio de 7 y 99 por dos falsos deliverys, falleció esta tarde en la clínica Ribera de Ensenada, según informaron fuentes policiales.

Se trata de Carlos Julián Álvarez Allende, quien el 5 de noviembre fue asaltado por dos personas que simulaban ser deliverys de comida (se los conoció como los Falsos Rappi). Lo persiguieron unas cuadras y lo interceptaron en la estación de servicio. Querían robarle la moto (una Honda Twister), algo que finalmente sucedió.

Esta persona fue hospitalizada pero nunca pudo recuperarse de los daños que le provocaron los disparos de un revólver calibre 9mm. en la zona baja. Luego de dos semanas en terapia intensiva falleció esta tarde.

Las dos personas fueron intensamente buscadas por personal policial y detenidas, una al día siguiente y la restante unos días después. El mayor de 19 años  (Cristian Nahuel Noroña) y su cómplice, apodado El Cono, de sólo 15 años. Ambos están detenidos, el primero en una alcaidía y el otro en el instituto Gambier. 

El menor también era buscado intensamente por la Policía porque se sospecha que participó de un homicidio en el mes de septiembre. Lo atraparon en una vivienda en el barrio Gambier, de Berisso.

En las imágenes que tomaron las cámaras de seguridad de la estación de servicio situada en 7 y 99, se observó un conjunto de situaciones que explican al detalle lo que ocurre desde hace meses en la Ciudad. La filmación del hecho y el relato de vecinos y trabajadores de la zona reafirmó lo que se dijo al principio: todo lo que rodea al caso es significativo y cada secuencia confluye para cerrar un nuevo episodio de inseguridad.

Los fotogramas mostraron a un patrullero que pasó por la estación segundos antes del atraco, a los delincuentes (uno con una mochila de Rappi, una App para celulares de delivery) que persiguieron a su presa varias cuadras, a un hombre que escapa de la escena sin intentar ayudar a la víctima, la impunidad de los asaltantes para tirar a quemarropa, a un policía que arriba una vez consumado el robo y permite que nuevos clientes caminen y estacionen sus vehículos sobre las pruebas del delito. Y, en ese marco de impotencia e impericia, un perro que se acerca a la mancha fresca de sangre para lamerla, olfatear el aire con restos de pólvora y mover la cola ante la llegada de un desconocido.

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