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Susurros lejanos y cotorras cercanas

Susurros lejanos y cotorras cercanas

Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda

16 de Febrero de 2020 | 05:48
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RUIDOS 1.-Cada dieciseis días la Tierra está recibiendo misteriosas señales desde otra galaxia. Los científicos descubrieron la primera onda de radio rápida que late a un ritmo constante, y esta intrigante señal repetitiva proviene de los suburbio de otra galaxia. Los astrónomos del experimento canadiense de intensidad del hidrógeno o Canadian Hydrogen, observaron este ciclo durante un total de 409 días. Según un nuevo estudio, una misteriosa fuente de radio ubicada en una galaxia a 500 millones de años luz de la Tierra está pulsando en un ciclo de 16 días, puntual como un reloj. Se trata de la primera vez que los científicos detectan periodicidad en estas señales, que se conocen como ráfagas de radio rápidas (FRB), y constituye un paso importante para descubrir de dónde provienen. Remotos y conversadores, los extraños habitantes de aquella galaxia parece haberse adelantado al espíritu humano, ansioso de que alguno por allí responda como sea a los llamados que hemos venido enviando a esa nada vasta y silenciosa.

Este leve rumor que llega cada dieciséis días nos recuerda que aquí hay demasiado estrépito. La Tierra cuando se la escucha tiene su propio ruido, hecho de balbuceos, canciones de cuna y sirenas alarmadas. El universo está lleno de secretos. Este extraño y seguidor mensajero vuelve a poner a prueba nuestra curiosidad. Insistente en su programación, parco en su saludo, su puntual entrega ha sacudido a estos canadienses que sienten que por primera vez algo se atreve a quebrar el silencio impecable del universo. Es por ahora un susurro que cruza el cielo en busca de algún destinatario. Pero cada vez que llega el día dieciséis, los científicos aguzan el oído y las expectativas, esperando reencontrarse con esas ráfagas que recorren una distancia inimaginable para venir a decirnos algo. ¿Será una doctrina susurrante que con sus espaciadas visitas nos quiere enseñar a valorar la pausa y la espera? El astronauta John Glenn, cuando volvió de su travesía, confesó que muchas veces aquí extraña el silencio infinito de aquel cielo. Era una nada absoluta que misteriosamente lo acercaba a su casa. Glenn lo comparaba con esa serenata leve, inacabable y única de la Tierra, hecha de sirenas y brindis, de palabras de amor y de terremotos. Así captó la NASA los sonidos del planeta. Porque ese es el ruido que hace la vida, ese es el latido del único mundo chismoso entre tanta mudez. En ese espacio tan inmenso y silencioso, estas ráfagas que nos buscan cada dieciséis días podrá ser al saludo mortecino de un dios que se cansó de estar solo y busca que la Tierra, con su ruidoso repertorio, anime un poco su eternidad.

RUIDOS 2.- Pero no todos están ansiosos por escuchar. En Madrid se la agarraron con unas cotorras argentas que con su barullera charla perturba a los madrileños. Van a matar a partir de octubre a 12 mil de ellas, sobre una población estable de 15 mil. Las cotorras criollas son fieles embajadoras de un país locuaz y palabrero. Y después de las PASO, dicen los madrileños, se han vuelto más chismosas que nunca. Volaron para allá en plena campaña y en busca de mejores oportunidades. Y llevaron en su memoria la parla ensordecedora de encuestadores y candidatos. Algunas se quedaron aquí, pero las que partieron, por añoranza o por lo que sea, se han vuelto más barulleras y han terminado asustando a un pajarerío hispano que se siente invadido y aturdido. Como los españoles las prefieren discretas y silenciosas, entonces 12 mil de ellas irán al cadalso y las sobrevivientes van a tener que aprender a vivir quietitas y calladitas. Los animalistas no saben si defenderlas o repatriarlas. Por las dudas la Casa Rosada eligió a Ricardo Alfonsín, un político lagunero que desde hace tiempo anda a la pesca. En su Chascomús natal aprendió sobre pájaros y arboledas. Y los escrutinios le fueron enseñando a doblarse y no romper. Cree que con el apellido podrá educar en Madrid a las más parlanchinas. Una preocupación menos para el presidente Fernández, que ya tiene bastantes problemas con las cotorras cercanas.

Este leve rumor que cada dieciséis días llega desde una lejana galaxia, nos enseña a valorar la paciencia y la espera

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