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Información General |Un reto cotidiano al que deben acostumbrarse chicos y grandes

Entre clases virtuales, trabajo en casa y juegos: el desafío familiar de convivir en una cuarentena

Familias platenses cuentan cómo se organizan para hacerle frente a la virus. Las experiencias que se abren con el encierro

Entre clases virtuales, trabajo en casa y juegos: el desafío familiar de convivir en una cuarentena

Virgina Octtinger, junto a sus hijos, luz y lisandro, en la cuarentena

21 de Marzo de 2020 | 01:53
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Además del temor al contagio, si algo está dejando el Coronavirus por estos días es el mensaje de que la vida puede cambiar de un momento al otro. Cosas tan simples como ir a la escuela, al trabajo, comprar esos fideos que se olvidó o sacar un turno para ir al dentista son actividades que se modifican o que ahora pueden esperar. Surge entonces el “yo me quedo en casa”, una consigna comunitaria que funciona como una “vacuna” para hacerle frente a la pandemia y, en ese contexto, EL DIA muestra cómo familias platenses atraviesan el aislamiento con la moral en alto.

La suspensión de las clases y recibir las tareas por correo electrónico, enviar un WhatsApp al médico para pedir una receta o hacer una consulta, escribir una lista de alimentos que evite salir del hogar todos los días o llevarse la oficina a casa aparecen en el escenario hogareño para modificar cada una de las rutinas. Todo con la incertidumbre de no saber hasta cuándo se prolongará “lo excepcional”.

Sin embargo, hay quienes le hacen frente al mal trance apelando al buen ánimo, a la creatividad y a la organización. Ese es el caso de la familia Rosales-Etcheveste, quienes se tomaron con mucha responsabilidad eso de no salir de casa y, además de procurarse algunos alimentos y medicamentos, el sábado se compraron “juego melómano” para tener un recreo entre las responsabilidades.

“Hace varios días que decidí no salir más, mi médico me realiza los monitoreos por WhatsApp y en el Hospital San Martín ya me pasaron un correo electrónico y un teléfono para consultas”, resume Marianela, mamá de Juana –14– y de Cata -9-. Ella tiene una insuficiencia renal crónica y espera un trasplante cruzado.

Walter, su esposo, licenciado en Ciencias Económicas y docente universitario fue el responsable de stockear a la familia con lo necesario. Además, él también trabaja desde su casa.

“El problema es la computadora porque la de Walter se rompió hace diez días y la de las chicas se usa para los deberes y las clases virtuales de inglés”, cuenta Marianela.

Una de las principales responsabilidades de Juana es pasarle la tarea a sus compañeros porque ella es la alumna con la que se comunica el coordinador del colegio al que asiste. A Cata su profesora de danzas le envió un tutorial para que practique, le propuso ver una película vinculada al baile y crear una coreografía.

Si bien el encierro no es algo a lo que la familia esté acostumbrada, ahora le dedican más tiempo a las teleconferencias con familiares y amigos y cuando las chicas se aburren participan de juegos en red.

“El dominio de la paciencia es una de mis virtudes, nosotros optamos por ser responsables para cuidarnos y cuidar al otro”, aclara Marianela quien, a pesar de la organización que tienen en su casa, asegura que intentan no ser rutinarios.

Para Virgina Octtinger, mamá de Luz – 14 – y Lisandro -6-, aunque por momentos los chicos se atoren de deberes, la cuarentena es una experiencia que les está permitiendo compartir un tiempo que no siempre tuvieron.

“La circunstancia es preocupante, pero nosotros lo pasamos bárbaro”, dice Virginia, una docente que también debe controlar las tareas de sus alumnos de manera virtual, y agrega: “Al principio dejamos muchas cosas al libre albedrío, se turnan con la computadora para hacer las tareas, eso los mantiene bastante ocupados”.

En los últimos días adoptaron la decisión de levantarse a las 8 para leer textos escolares y cumplir con los deberes y al mediodía cortan sí o sí.

También miran los noticieros y hablan de lo que está pasando, un cable a tierra para explicarle a Lisandro por qué no puede invitar amigos a su casa o comprar eso que quiere .

“Nuestra casa da a la de mis padres, a ellos les dijo el médico que estén aislados de los chicos, pero se hablan a través de una ventana y nos sentimos todos cerca; también compartimos momentos como tomar sol a la distancia o aplaudir a los médicos”, afirma Virginia.

Para esta familia el encierro también es tiempo de charlas a cualquier hora y porque sí, compartir una película en Netflix, poder quedarse en pijama hasta la tarde, hacer un esquema de jazz dance para poner el cuerpo en movimiento y hasta comer en familia mediante una video llamada con una hermana que Virginia tiene en Bahía Blanca.

“Esto hay que pasarlo sí o sí y tal vez nos conformemos con pensar que mal de muchos…”, agrega Virginia, quien vive con dos grandes razones para apostar a que esto también pasará.

REDES QUE NO SE CORTAN

En cambio para el docente jubilado Rodolfo Briata -71– toda la cercanía con sus afectos es virtual. Sus hijos y nietos, que viven en el interior, no paran de mandarle mensajes para que se cuide, para que salga lo indispensable y para decirle cuánto lo quieren. “Por suerte las redes no se cortan”, dice.

Rodo, como lo llaman sus allegados, tomó la decisión de sacar todo lo viejo de sus placares, “para que entre lo nuevo”, asegura. También dedica parte del día a pintar, corre de lugar pinturas que expuso con sus compañeros de PEPAM y se ocupa del jardín. Una de las cosas en las que más piensa es en el cambio de conductas y se pregunta “cómo nos acostumbraremos a no vernos o abrazarnos hasta que todo pase”.

“Vivo solo y ayer tuve un cumpleaños totalmente diferente, pero mis amigos, mis hijos, mis nietos, me hicieron sentir acompañado, querido, a través del Face o con mensajes en el celular”, cuenta.

En su día a día, también está el salir a hacer mandados o a comprar remedios, para eso se levanta bien temprano que es el momento en el que menos gente hay en la calle.

“Todos tenemos que tomar conciencia, cuidar a los demás, estar preparados para afrontar lo que venga, la vida no es eterna, pero si estamos unidos en esta, vamos a salir adelante”, concluye esperanzado.

 

 

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con la abu Mirtha, por la ventana

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