Contra el COVID-19 y sin agua; un desafío desigual

Hace pocas jornadas se analizaba en esta columna el drama -y, a la vez, el dilema- que enfrentaban numerosos platenses, consistente en buscar prevenir el flagelo del coronavirus y, paradójicamente, tener que hacerlo sin contar con agua en sus domicilios a raíz de las endémicas deficiencias del servicio que presta la empresa Absa.

Esa columna se había basado en un informe previo elaborado por EL DIA, que mencionaba unos cinco o seis vecindarios en donde se presentaba la escasez o ausencia absoluta del suministro. Sin embargo, ahora, tal como quedó reflejado en la edición de ayer, la situación se agudizó y son cerca de veinte las zonas de la Ciudad en las que los vecinos protestan por la falta de agua. Pobladores que, vale recordarlo, se encuentran ahora, como todos, en cuarentena obligada.

De modo que, con la amenaza del coronavirus encima, miles de vecinos de nuestra ciudad viven una pesadilla extra: permanecer sin una gota de agua en las canillas de sus hogares, justo en el momento en que el recurso es esencial para higienizarse y vital para protegerse del virus.

En estas horas fueron incontables los reclamos vecinales, que reflejaban tanta angustia como enojo por lo que están soportando hace tiempo, sin que se adviertan mejorías en la prestación de la empresa prestataria del servicio de agua en la Región.

Entre tanto, en la tarde de anteayer, desde Absa se informó a este diario que habían finalizado los trabajos de reparación que se realizaban en la Usina Bosques y que se encontraban ya en marcha los equipos de bombeo que habían defeccionado y desabastecido de presión a las redes domiciliarias. Asimismo, aseguraron que comenzaría a presurizarse la red y que, de ese modo, el servicio se restablecería de modo paulatino.

Cabe consignar que el desperfecto se centró en la cuarta bomba de la Usina Bosque, a la que hubo que desmontar para poder reparar, según señalaron voceros autorizados. Por otra parte, se conoce que las instalaciones de esa usina hace tiempo que muestran las consecuencias de una falta de mantenimiento estructural, que viene de arrastre de hace muchos años.

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Se ha dicho en estas horas difíciles que la población se ve urgida a realizar toda clase de acomodamientos a la nueva realidad que plantea el coronavirus. Esos esfuerzos, imprescindibles, que pueden servir para aumentar los niveles de salud de la población, debieran verse multiplicados en los organismos oficiales y en las empresas concesionarias de servicios públicos, cuyas prestaciones deberían ser, inexcusablemente, eficaces.

Esta exigencia está vigente ahora, cuando hace falta agua para higienizarse y prevenir así el coronavirus, tal como lo proclaman las autoridades de Salud. Sin embargo, agua corriente es lo que sigue faltando o se la viene recibiendo en forma muy retaceada, ya en el transcurso de jornadas que pueden considerarse críticas.

Al margen de admitir que el fenómeno de la desinversión en las estructuras de captación, potabilización y distribución del agua corriente en la Región influye en forma decisiva, desde hace varias décadas, en el déficit de la prestación, la única respuesta aceptable hoy sigue siendo que les brinde a los vecinos, tomando en cuenta, además, la excepcionalidad de la pandemia que amenaza a todos, un suministro de agua que debe ser confiable, suficiente y sin interrupciones.