El thriller sobrenatural que se filmó en City Bell

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Es mediodía en uno de esos días siesteros de febrero en City Bell, y por allí andan sin levantar la perdiz Virginia Innocenti, Luis Ziembrowski y Elena Roger, intentando descansar en las burbujas de tiempo entre escena y escena de “1986”, segunda película del platense Mauro López, director de “Armonías del caos”, que terminó su rodaje el viernes, tras un mes filmando en una quinta de la región.

Una casa de esas tradicionales, con techo a dos aguas, parque generoso y árboles que dan sombra, que el equipo de arte transformó por completo, como en esos realities, en una vivienda de 1986, el año en que transcurre la película que “tiene como protagonista a la casa, y dentro de la casa ocurren cosas que no quiero adelantar”, dice el director.

López anda en puntas de pie al hablar de su filme en un parate del rodaje, porque no quiere adelantar ningún detalles de una cinta que, avisa, “cruza varios géneros”, aunque en su corazón es “un thriller de suspenso” rodado casi íntegramente en esa casa donde irrumpe lo sobrenatural.

La cinta transcurre en un pueblo en la provincia de Buenos Aires, y “el disparador de la historia es una pareja que vive en ese pueblo, con un problema: no pueden tener hijos. A partir de una situación que ellos creen que es sobrenatural, o divina, terminan adoptando un chico”.

López no cuenta nada más, pero sus protagonistas sí adelantan algo de lo que se verá: Innocenti cuenta que interpreta a Bety, “una mujer en una profunda crisis con su maternidad y su pareja, que conoce a un niño que le cambia la vida”. Su marido es Ziembrowski, y en la casa, adelanta el actor, se meterá también la tutora del niño, el pequeño Augusto: Romilda, el personaje de Roger, “va a interferir profundamente en la vida de este matrimonio”, provocando “una convivencia tensa, marcada por la irrupción de lo sobrenatural”.

La llegada del niño no es, entonces, el cambio de vida que menciona Innocenti un cambio positivo, inspiracional, sino un foco de tensión y misterio, que provoca por ejemplo que la actriz tuviera que arrastrarse por el piso de la casa en City Bell, en charcos de agua que simulan nafta, al punto de lastimarse el hombro. Todo porque el chico no es lo que parece: experimentos, conspiraciones y más se entretejen en esta historia de género, con el platense Augusto Vilches en la piel de esta tenebrosa criatura.

Vilches es “la revelación de la película”, dice López, mientras el muchacho corre por el set, importunando al resto del equipo pero demasiado encantador para que alguien se lo tome a mal. Habla cuando se están rodando escenas, juega a la pelota, y destila energía cuando ya todos parecen estar cansados, al borde del final del rodaje.

EL AIRE DE CITY BELL

City Bell ha sido, en ese sentido, un remanso, confiesa Ziembrowski: a pesar de que Roger y él viajaron cada día desde Buenos Aires (liberada del rodaje de “ATAV”, Innocenti se instaló cerca del rodaje), la tranquilidad que se respira generó que “me quiera venir a vivir acá”, se ríe el actor de “Los sonámbulos”, que se puede ver en el Select hoy por última vez. “Fue muy buen lugar para convivir en los ratos libres, y es clave, porque los actores en el cine tenemos muchos ratos libres. Como decía Fernando Fernán Gómez, ‘cuando llegas al set el primer día tienes que elegir una buena silla y ya tienes el 50% del personaje armado”.

López consiguió trabajar con Ziembrowski, Innocenti y Roger (un set muy musical, aunque “a pedido del director tuvimos que desafinar muchísimo cuando cantamos”, se ríe Innocenti) gracias al aporte del INCAA, aunque “por situaciones que todos conocemos en estos últimos años, se complicó un poco el aporte del Instituto, así que pudimos llevar adelante la película con un gran esfuerzo de la producción”.

 

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