Cárceles, coronavirus y la tormenta perfecta
Edición Impresa | 6 de Mayo de 2020 | 04:26

Osvaldo Dameno
odameno@gmail.com
Cuadro de situación. El gobierno asume en diciembre con una crisis económica y social alarmante. Pobreza y endeudamiento fueron claves para el resultado de la elección. Con el argumento de tierra arrasada, pidió y obtuvo una ley de emergencia que le otorgó muy amplias facultades. Navegamos en aguas peligrosas. Toda excepcionalidad conlleva el peligro del exceso. Sobre todo en una coalición gobernante tan heterogénea, con liderazgos compartidos, a veces en franca contradicción y grupos que parecen perseguir distintas políticas. La irrupción de la pandemia dio una vuelta de tuerca agravando la situación. El Congreso y la justicia pasaron mansamente a una situación de semiparálisis que desbalancea aún más la precaria situación institucional.
El tema de los presos estuvo desde el inicio, cuando el presidente bajó un cambio y dejó de hablar de presos políticos, para hablar de personas injustamente privadas de su libertad. Comenzó a tirar de la punta de una madeja cuyo final resulta difícil de prever porque involucra el funcionamiento del sistema de tratamiento a quienes están en conflicto con la ley penal. Entonces un tema se conecta con otro aunque eso no debiera suceder. Desde hace mucho los establecimientos carcelarios se encuentran sobrepasados. La política nunca atendió seriamente este tema. La falta de inversión de muchos años, y de planes adecuados, nos llevó al punto actual. El PE Nacional y provincial, los defensores oficiales, los jueces y operadores en general hicieron oír sus quejas en las proximidades de las fiestas de fin de año, como hicieron siempre ante la posibilidad de disturbios. El gobernador solicitó a la Corte la adopción de medidas para aliviar la situación, el máximo tribunal dio directivas para externar a quienes estuvieran en condiciones legales para eso. El procurador, cuya política criminal se desconoce y si la tiene es a todas luces ineficaz, se sumó. Y entonces sobrevino la tormenta perfecta: la crisis, la ley de emergencia, la pandemia, la ausencia de dos poderes del Estado y la mezcla de temas y de actores.
El cóctel fue tomando cuerpo con los defensores solicitando libertades y jueces concediendo por demás. Y aquí aparece otro detonante. Las libertades de Boudou, D’Elia y las solicitudes del secretario de DDHH de la nación para que lo mismo suceda con Jaime, y el hijo de Lázaro completaron el panorama alentando a todos a un me too.
Lo demás es reciente, celulares para que los detenidos hablen con sus familiares que son utilizados para coordinar revueltas, el funcionario que encabeza la Comisión Provincial de la Memoria teniendo un rol activo en pro de la libertades. Circulación de listas confeccionadas en distintos despachos oficiales. Negociaciones, conformación de mesas de diálogo, con un alto funcionario del ministerio de justicia Nacional participando, en plenos disturbios y el dato concreto que muchos que no debían salir lo lograron, aún con documentación dudosa o falsa. La ciudadanía toma partido por la oposición a las libertades y los poderes ejecutivos de la nación y de la provincia deciden retroceder quedando expuesto el poder judicial. La madeja se desenrolló demasiado.
Los objetivos políticos, la ideología, la falta de previsión, la falta de sentido común o de capacidad, efectores rápidos de reflejos, fueron los que llevaron a esta situación, pero sin dudas el más importante de los factores es la emergencia. Una emergencia amplia, abarcativa de todo el Estado. Difusa, sin límites ni materias, sin controles, donde una sola voluntad se impone al resto. La pandemia completó lo que la emergencia venía gestando.
Y tuvo que aparecer la ciudadanía para frenar un desatino. Ahora tal vez retorne la razonabilidad. La corte volverá las cosas a los cauces de normalidad, neutralizando decisiones o pronunciamientos que nunca debieron dejar de ser colegiados. El duro momento pasado tal vez sea una lección que nos lleve a visualizar como salimos de este trance en el que estamos. La emergencia, la pandemia y la economía en bancarrota que sin dudas sobreviene, serán muy tentadoras para aventuras de distinto tipo, institucionales, políticas, sociales o económicas. No tuvimos una ley para las libertades. Pero el poder lo tiene el pueblo, la gente, los ciudadanos.
El camino a transitar es la unidad de los argentinos en defensa de nuestro estilo de vida, occidental y con profundo sentido humanista, de nuestra constitución y nuestras leyes. El funcionamiento de los tres poderes, la garantía de nuestras libertades, el trabajo, la propiedad. El respeto por las instituciones. La transparencia, la publicidad de las actos públicos y la información veraz a la gente. La idoneidad para acceder a los cargos públicos y por sobre todas las cosas un fuerte compromiso contra la corrupción.
Si logramos eso, no habrá emergencia, ideología, aventuras políticas, delegación de facultades, pandemia o crisis económica que logre desviar al país del rumbo de normalidad, aún en circunstancias difíciles como las actuales. Y no permitiremos desvaríos porque seremos un país más maduro y firme.
“Tuvo que aparecer la ciudadanía para frenar el desatino de las prisiones domiciliarias”
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