Brasil con una “policrisis” agravada por el virus

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Eduardo Davis

Columnista de la agencia EFE

Una controvertida gestión de la pandemia de COVID-19, una prolongada crisis económica, turbulencias políticas permanentes, una agenda medioambiental abandonada y una democracia de baja calidad desdibujan la imagen de Brasil ante el mundo.

Esa es la opinión unánime de la oposición brasileña, pero también prima entre diplomáticos extranjeros, representantes de organismos internacionales y empresarios que operan en Brasilia, que se cuidan de decirlo en público pero no lo ocultan en conversaciones privadas, en las que algunos llegan a calificar la situación de “policrisis”.

“Es casi imposible transmitir el horror que es Brasil hoy”, dijo Rubens Ricupero, ex ministro de Economía y de Medio Ambiente y embajador jubilado tras casi 50 años de una vida diplomática que le llevó a ocupar la secretaría general de la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) entre 1995 y 2004.

Según Ricupero, la pandemia de coronavirus, que ya ha dejado unos 50.000 muertos y más de un millón de casos en el país, es la última y más gráfica prueba del “fracaso” del Gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, pero no la primera.

Citó que Brasil es “el único país del mundo” en que dos ministros de Salud perdieron el cargo en medio de la pandemia y también que el actual, el general Eduardo Pazuello, “es un militar que no entiende de esa área”, lo cual no pasa desapercibido para ningún extranjero, al igual que el negacionismo de Bolsonaro frente al patógeno.

Un flanco preocupante pasa por el comercio internacional, en el que Brasil, pese a ser líder en varios segmentos de materias primas, tiene una participación global que no llega al 2 por ciento.

Las ultraconservadoras políticas de Bolsonaro, sumado al abandono de la agenda medioambiental, ponen en riesgo el acuerdo alcanzado el año pasado entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) y hasta el tan promocionado proceso de ingreso del país a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

En el primer caso, ya ha habido avisos. A mediados de 2019, el Gobierno de Bolsonaro entró en conflicto con Alemania, Francia y Noruega por la preocupación que estos países expresaron con los vastos incendios que devoraron parte de la Amazonía.

Los parlamentos de Austria y Holanda ya han recomendado a sus Gobiernos que rechacen el acuerdo con el Mercosur, que fue negociado durante 20 años y solo entrará en vigor cuando sea aprobado por los legislativos de todos los países del bloque comunitario. El texto está en proceso de traducción para ser remitido luego a los parlamentos, a partir del año próximo. En opinión de Ricupero y otras fuentes diplomáticas consultadas, es difícil que sea rechazado de plano, pero más aun que sea aprobado sin reparos.

“Probablemente los europeos lo dejarán en un limbo, en un baño maría”, a la espera de la evolución de la situación en Brasil, dijo Ricupero.

Fuentes diplomáticas europeas dijeron que eso puede ser extensivo al ingreso a la OCDE, para el que Bolsonaro ha logrado el respaldo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

También se teme que las consecuencias de la pandemia afecten el comercio en las zonas fronterizas, muy intenso en Brasil, que tiene límites con nueve de los otros once países sudamericanos.

El coronavirus ha sido un mazazo para una economía que desde 2017 crece a un ritmo del 1 por ciento anual, pero tras haber perdido siete puntos porcentuales entre 2015 y 2016. Según analistas financieros, la consecuencia directa sería una caída en picado del consumo interno, que es el motor económico del país.

Pero si el escenario económico es difícil, todavía más lo es el político, con una crisis institucional provocada por el permanente enfrentamiento de Bolsonaro al Parlamento y al Poder Judicial. El líder de la ultraderecha ha llegado a respaldar, con su sola presencia, actos de sus partidarios que exigen el “cierre” de esos otros dos poderes del Estado mediante una “intervención militar”.

Según Ricupero, esas actitudes han llevado a que Brasil tenga hoy una “democracia intimidada y amenazada”, que hasta parece “estar fuera de los límites de la vida civilizada”.

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