La primavera otra vez viene a interrogarnos

Una temporada de vida para contrastar con la pandemia. Significado etimológico: primer verdor. Testimonios de la literatura y el arte: el cuadro de Botticelli. El retorno de aves exóticas a los centros urbanos

Edición Impresa

Por MARCELO ORTALE

marhila2003@yahoo.com.ar

Ajena a decretos humanos y a las temperaturas frías que reinaron, después de haber atravesado mañanas de escarchas cercanas a la nieve, la primavera renace igual que siempre, aunque la espere la pandemia. La de 2020 será la primera temporada primaveral que mucha gente del hemisferio sur habrá de vivir con miedo, pero no a ella.

La primavera renace y se la puede ver en los tempranos brotes de hortensias y coronas de novia, en las hojas que van germinando en robles, álamos y tilos, en multitudes de flores apiñadas en los canteros. Mucha vida y color para enfrentar a esta peste inexplicable que acosa a la humanidad. No temer y nacer, ese ya es su primer mensaje. Nacer por obediencia a la voluntad de vivir, como lo hace ella en silencio cada año.

El origen de la palabra “primavera”, que viene del latín, ya es anunciador: significa “primer verdor”. En otros idiomas la etimología de su nombre siempre da noticia de un comienzo. En ingles se dice “spring”, que deriva de “spinga” del idioma alemán y en sus primeros usos significaba “fuente”, “manantial” o “cuando el agua corre en un arroyo”. En el uso figurativo significa “darle origen a algo” o “aparecer, crecer rápidamente desde la tierra” . La primavera es fuente y origen.

Ya pasó el período propio de otoños e inviernos, que esteriliza a tantos árboles y arbustos. Ahora llega la floración. También se ha dicho que la primavera es la estación más amiga de los cinco sentidos humanos: el olfato, la vista, el tacto, el oído, el gusto. Por eso los poetas, pintores y músicos –los seres más sensuales del planeta- la celebraron tanto desde la Antigüedad.

Cuando ella empieza a llegar, como ocurre en estos días, a todos queda claro que la vida sigue invicta. Lo dicen también los muchos pájaros que, como nunca antes en los últimos años, están regresando estos días a nosotros. Habían migrado del mundo urbano, pero muchos están de vuelta. ¿Será verdad o es tan solo una impresión?

Guillermo Spajic, naturalista, miembro de la organización nacional Aves Argentinas, le dijo hace poco a Infobae que hoy, por ejemplo, en una mega-ciudad como es la de Buenos Aires, existe mucha biodiversidad. En los cielos porteños, dijo, pueden verse caranchos, gavilanes mixtos, halcones, chimangos y lechuzas, entre otras aves rapaces.

En la periferia de otras grandes ciudades, como la de La Plata, aparecen biguás, teros, bandurrias moras y hasta flamencos, estos últimos a orillas de algunos arroyos. Pero atención, según Spajic , no se trata tanto de que haya más aves sino que mucha gente, en la cuarentena, ha crecido en poder de observación ya que se está conectando más con la naturaleza. Un pequeño punto a favor del confinamiento. Que no alcanza, claro.

Mientras tanto, mucha gente vuelve también, pero a los viveros. Malvones, geranios, gazanias, margaritas, azaleas, alegrías del hogar, jazmines migran presurosas estos días de los canteros profesionales a las macetas de departamentos y a jardines de la periferia. La primavera también viaja con ellas.

LITERATURA Y ARTE

En un artículo publicado en La Nación, titulado “Ocho lecturas con la primavera como protagonista” (21-9-2018) el escritor Daniel Gigena dice lo siguiente: “En la literatura, que suele desarticular arquetipos culturales e ideas establecidas sobre el mundo, la estación del año más idealizada se inviste de aspectos inesperados, contradictorios e incluso oscuros. Revueltas populares, fantasías bélicas, dramas domésticos y personales pueden sobrevenir con la llegada de la primavera”.

No todo es color de rosa, claro. El poeta y filólogo inglés Alfred Alfred Edward Housman ( 1859 – 1936), profesor de latin en Cambridge desde 1911 a 1936, consideró a la Oda a la Primavera del poeta Horacio (65 a de C- 8 a de C) como el más bello poema escrito en la Antigüedad. Se podía, razonablemente, aguardar un texto lleno de amables concesiones, el de la Oda 7 del libro de Horacio, que dice así:

“Han huido las nieves, retorna la hierba a los campos/ y a los árboles su cabellera./Cambia su aspecto la tierra y los ríos en sus crecidas/ abandonan sus cauces./ Una de las Gracias, con las Ninfas y sus dos hermanas,/ se atreve a dirigir, desnuda, sus danzas./ No esperes algo inmortal, te aconsejan el año/ y las horas que arrebatan el día soleado./ Los fríos se suavizan con el Céfiro,/el verano deja atrás la primavera,/ para a su vez morir tan pronto/como el otoño cargado de manzanas/ derrame sus frutos;/ y pronto volverá la bruma inactiva./ Aunque, rápidas, las lunas repararán los daños del cielo./ Nosotros en cambio, cuando caemos/ a donde cayó el padre Eneas y el rico Tulo y Anco,/ polvo y sombra somos./ ¿Quién sabe si los dioses de arriba añadirán todavía mañana/ un tiempo a la cuenta de hoy?/ Sólo lo que tú te hayas dado con ánimo amigo/ escapará de las ávidas manos de tu heredero./ Una vez que hayas muerto y Minos/ te haya dictado su majestuosa sentencia,/ ni tu estirpe, Torcuato, ni tu elocuencia, ni tu piedad/ te restituirán a la vida:/ Ni Diana libró del tenebroso infierno/ al pudoroso Hipólito,/ ni Teseo pudo romper las cadenas leteas/ de su querido Pirítoo”.

Hace más de dos mil años, el romano Horacio logró sintetizar en pocas líneas el curso de las estaciones y el papel de la primavera, pero además llevó a categoría lírica el pensamiento hedonista que había impulsado el filósofo friego Epicuro, trescientos años antes. A su vez, Horacio anticipo en esta misma oda lo que hoy aún tiene vigencia entre muchos filósofos y escritores, esto es el carmpe-diem, el saber aprovechar cada momento de la vida.

Claro, la primavera contó con escritores que la veneraron, como el siempre iconoclasta Ramón del Valle Inclán (1866-1946) el escritor inclasificable, “ese hombre del que todos hablan” y que, sin embargo, “no es él, o solo a medias. Ya en vida el nombre del escritor gallego empezó a cubrirse de fábulas, falsedades, leyendas, malentendidos, inexactitudes, exageraciones, dislates o despropósitos, muchos de ellos alimentados por él mismo, que con los años han rodado como una bola de nieve”, según dijo hace poco en el madrileño diario El País el investigador Walter Manrique Sabonal.

Valle Inclán, a partir de 1902 escribió las Sonatas, una por cada temporada del año. La de Otoño, ese año; la de Verano, 1904; la de Primavera, 1904 y un año después la de Invierno. Son las memorias imaginarias del personaje central, el marqués de Bradomín y la obra no ha perdido vigencia desde entonces.

La Sonata de Primavera tiene a Italia como escenario y allí lo que en definitiva se narra es la intención del veterano Marqués de Bradomín de seducir a una joven, mucho más joven que él y muy bella, a la que intenta conquistar. Es el otoño que busca sin posibilidades seducir a la primavera. Pero la pretendidano ve en Bradomín a un joven, justamente, sino al mismo diablo en persona. La muerte danza cerca de Bradomín. No es conveniente que los viejos intenten aventuras primaverales.

Diez año después de escrita la Sonata de Primavera, en su autorretrato nutrido de nostalgia, Antonio Machado (1875-1939) se describe y quiere advertir que no se dejó llevar tan fácilmente por los ímpetus primaverales: “Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido/ —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,/ más recibí la flecha que me asignó Cupido,/ y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario”.

Sin embargo, en ese mismo poema, Machado le da el triunfo a la primavera: “Al olmo olmo viejo, hendido por el rayo/ Y en su mitad podrido/ Con las lluvias de abril y el sol de mayo/ Algunas hojas verdes le han salido”. El brotar de siempre.

PINTURA, MÚSICA

En la galería Ufizzi de Florencia se encuentra el cuadro considerado por los críticos como el más representativo de la primavera. Se trata de “Alegoría de la Primavera” de Sandro Botticelli y se coincide que “es el más difícil de interpretar y el mejor para disfrutar”. Una explicación filosófico de esta magnífica pintura demandaría un espacio del que no se dispone. Está la poderosa atracción visual y moral de Venus, están las tres gracias y Cupido, el bosque cerrado para obligarnos a mirar esa maravilla, están la belleza y el amor fiel o el amor entre amantes, está la visión sensual y la reflexión filosófica frente a esa pintura grávida de universalidad y de advertencias.

A su vez, lo clásico del arte musical también se sintetizó en las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi. El compositor abre la alegría del concierto universal con la Primavera, que es la temporada del despertar del mundo entre cantos de pájaros, murmullo de fuentes y, a lo último ya como amenaza de la historia, una tormenta que se insinúa.

¿Qué hacer ahora con la puntual primavera que viene otra vez a interrogarnos, con su renacimiento puntual? ¿Cerrar los cinco sentidos y rechazar su llamado? ¿O entregarnos a la vida que nace, a la libertad, a esa digna intimidad personal y social que, a la corta o a la larga, puede contra todas las restricciones?

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE