Los controles de temperatura no serían de gran utilidad

Aunque desde el inicio de la pandemia se convirtieron en una suerte de emblema para frenar en los aeropuertos la diseminación del COVID y su uso se ha extendido en los últimos meses a numerosas empresas, instituciones y comercios, los controles térmicos serían de escasa utilidad para detectar personas que puedan estar cursando la enfermedad.

Como reconocieron días atrás funcionarios de salud de Estados Unidos, tomar la temperatura a quienes ingresan a un lugar difícilmente detecte muchos infectados y brinda apenas una ilusoria sensación de seguridad, que incluso puede ser contraproducente.

Más allá de que los numerosos reportes que cuestionan la precisión de los termómetros infrarrojos, las autoridades sanitarias de ese país señalan que cada vez hay más evidencia de que el aumento de los contagios de COVID-19 se debe a los portadores silenciosos que no presentan síntomas, por lo que los controles de temperatura no los logran detectar.

“Si bien un control de temperatura puede identificar a alguien gravemente enfermo, es improbable que una persona muy enferma esté socializando mucho o saliendo a comer afuera. También se acumula la evidencia que sugiere que el aumento de los contagios se debe a los portadores silenciosos, gente que está infectada pero que se siente bien, sin fiebre ni ningún otro síntoma”, señalaron desde los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades de Estados Unidos (CDC)

Pese a que en mayo pasado esta agencia había recomendado que los empleadores hicieran controles diarios de síntomas a sus trabajadores, que incluían chequeos de fiebre, la semana pasada anunció que a partir de hoy ya no serán exigidos en los aeropuertos para los pasajeros internacionales, salvo los provenientes de Brasil, China e Irán.

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