“Mamá, mamá, mamá”: la muerte de la infancia

La primera película de Sol Pichon-Rivière relata una tragedia familiar desde una mirada de una niña y las primas que la acompañan

Edición Impresa

Es verano, pero no uno de esos veranos fotogénicos: acaba de morir una niña de doce años que se ahoga en una casa donde los padres brillan por su ausencia. Donde la protagonista, Cleo, hermana de la víctima, tendrá que atravesar el duelo y adentrarse en el mundo adulto (¿acaso no son, de alguna forma, lo mismo, la pérdida de la inocencia?) con sus tres primas como guía.

Ese es el relato que propone Sol Berruezo Pichon-Rivière en su primera película, “Mamá, mamá, mamá”, que llega mañana a la plataforma Puentes de Cine. “Quería narrar ese momento clave entre la infancia y el mundo adulto, un momento de transformación, de pérdida de la inocencia y entrada en un mundo nuevo. Quería contar ese momento híbrido”, reflexiona sobre su propuesta la directora, en diálogo con EL DIA. “Y creía que para entrar en el personaje principal, Cleo, incorporar una tragedia podía ayudar a ir al corazón de todo más rápido, porque a veces en una película no hay tanto tiempo”, explica.

Y ese acontecimiento dramático sin dudas acelera procesos para Cleo, que de repente se enfrenta sin quererlo a la muerte, a la soledad, a la fragilidad de sus padres (la película se llama “Mamá, mamá, mamá” de forma casi paradójica: la madre está casi ausente del relato), pero también al apoyo que pueden aportar sus pares.

“Son sus pares, no los adultos, los que acompañan a Cleo: los adultos son fuentes de nuevas dudas, más que de entendimiento”, analiza Berruezo Pichon-Rivière. En cambio, “cuando nos rodeamos de pares, sobre todo del mismo género, se crea algo medio mágico, sobrenatural. Yo lo vivencié con hermanas menores, con amigas: la intención era mostrar eso que sucede, que se siente, que se ve, pero que tal vez no es fácil poner en palabras, eso que sucede cuando estamos juntas”.

Para recrear esa atmósfera mágica en la pantalla, la directora creyó fundamental crear las mismas condiciones detrás de cámara, es decir, generar un rodaje solo femenino para “generar un ambiente sororo, que ayudara a crear ese clima que queríamos mostrar”. Sobre todo a las jóvenes actrices, que tenían que mostrar mucho de su intimidad, y precisaban un clima de confianza para hacerlo.

“Le estaba pidiendo a las actrices que me dieran algo de su mundo íntimo, entonces era fundamental tener un equipo donde se sintieran cuidadas. Por eso, la energía femenina era lo más apropiado para esa película. Uno cuando crea una obra, tiene mucho que ver el ambiente, el grupo de personas que gestan esa obra: buscábamos que el rodaje tenga la misma energía que la película necesitaba fue fundamental para crear lo que hicimos”, dice la cineasta de 24 años, egresada de la Universidad del Cine.

Afrontar un rodaje con un equipo 100% femenino fue una decisión artística, pero también política, confiesa Berruezo Pichon-Rivière. “El cupo femenino está creciendo, tirando viejos esquemas, pero todavía es un momento de transición, donde cualquier manifestación que ayude a generar ese lugar al que queremos llegar no está de más: por más de que la idea no sea ‘trabajar solo con mujeres’ o ‘solo con hombres’, es una forma de echar por tierra ciertos conceptos de que las mujeres no pueden ocupar ciertos roles”, afirma la directora, e ilustra la cuestión con el ejemplo que vivió en el rodaje: “La asistenta de dirección es madre, y en ese momento tenía que amamantar a su bebé: lo amamantó durante toda la película, algo que ayudó a cerrar con esa idea de la maternidad y de cómo puede coartar una carrera. Es predicar con el ejemplo”.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE