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¿Cualquiera puede cantar?: auto-Tune, la herramienta que “afina”, arma grieta en la música

La herramienta permite corregir la voz, y es ubicua en la industria. Un nuevo libro plantea que quizás no sea necesariamente malo

¿Cualquiera puede cantar?: auto-Tune, la herramienta que “afina”, arma grieta en la música

“808s & Heartbreak”, momento clave para la evolución del Auto-Tune

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

27 de Febrero de 2021 | 05:22
Edición impresa

El photoshop de la música: así llaman sus detractores al Auto-Tune, la tecnología que desde fines de los 90 corrige las desafinaciones de los artistas y que se ha convertido en el enemigo público número uno de cierto sector musical que rechaza el maquillaje, la impostada perfección, la falta de técnica que habilita y la homogeneización de voces y emociones que provoca.

Auto-Tune es el nombre del más popular de las herramientas afinadoras (coloquialmente llamamos a todas estas tecnologías Auto-Tune, como la savora, como el mismo photoshop), y no es exagerado decir que ocupa un lugar casi absoluto en la industria musical: nadie, o casi nadie, no hace uso de la herramienta al grabar. Esto genera, claro, enojos: “Basta de esa mierda, jóvenes despierten, es puro autotune, nadie sabe cantar, son una mentira, no se dejen engañar, la industria se aprovecha de eso, mucha maquinilla”, disparó en una reciente diatriba tuitera Leo García, por ejemplo.

La postura apocalíptica es sencilla. Pero, ¿y si estuviéramos equivocados? ¿Y si el Auto-Tune no fuera la perdición sino una más en una larga lista de tecnologías al servicio de la expresión, propensa como todas al abuso? ¿Y si el Auto-Tune fuera mucho más que maquillaje? Estas son las preguntas que el periodista y crítico musical Luciano Lahiteau se atreve a preguntar en “Los desafinados también tienen corazón. Una historia del Auto-Tune”, ensayo publicado recientemente por la platense Firpo Casa Editora con una misión: engordar las preguntas, dar volumen a un debate que, como todo, se ha agrietado, llenado de fundamentalismos y opiniones superficiales.

“Los debates que despierta el autotune son muy interesantes, porque se relacionan con la vieja historia de la innovación tecnológica de la mano del desarrollo musical, algo que está un poco velado: aún hoy prevalece la idea del genio creador, el músico al que le baja la inspiración en algún momento del día y a partir de ahí crea, y está un poco velado de qué herramientas se valen los músicos para llevarlo a cabo”, explica Lahiteau las razones de su libro. “En esa historia, que es muy larga”, agrega, “quizás el Auto-Tune sea el más polémico, porque se mete con el que para la humanidad es el instrumento más íntimo: la voz”.

“El Auto-Tune es polémico porque se mete con el que es para la humanidad es el instrumento más íntimo: la voz”

Luciano Lahiteau,
autor de “Los desafinados también tienen corazón”

 

Y, dice Lahiteau, del Auto-Tune nadie habla más que para criticarlo livianamente. “Lo usa todo el mundo, y está quien lo admite y quien no: entonces, es como un gran elefante en la habitación de la música popular hoy. El autotune hoy es un insumo básico para la producción de la música popular, y nadie habla de su uso, sea el uso que sea, si se usa para corregir, como efecto, para componer…”, revela.

El periodista recorre la historia del Auto-Tune y los debates en torno al uso de esa y otras tecnologías en la música, mostrando a la herramienta como la última de una cadena de innovaciones que son rechazadas por el conservadurismo musical casi como un reflejo. Y en el recorrido revela cómo, si bien el aplanamiento del sonido que propone cierto uso del Auto-Tune consigue una perfección chata, sin emoción, la herramienta se usa cada vez más de forma creativa. Allí la grieta, “la gran divisoria de aguas” de la tecnología creada por Andy Hildebrand: “El Auto-Tune, coinciden productores, músicos, críticos, puede usarse de ambas formas, como maquillaje o de forma creativa. Algunos piensan que el Auto-Tune ha funcionado más para homogeneizar la música pop”, explica, y sobrevuela el eco de los Leo García del mundo que señalan cómo hoy todas las estrellas pop parecen ser la misma voz anodina, incluso aquellos que antes de pasar por el Auto-Tune no podían pegar una nota; pero “otros piensan a la inversa, que se ha utilizado más como una herramienta creativa que como maquillaje”.

En este debate, Lahiteau señala como momento clave el disco de Kanye West, “808s and Heartbreaks”: antes ya otros artistas (incluida Cher y su “Believe”, que pusieron al Auto-Tune en el mapa) habían utilizado el afinador de forma “incorrecta”, creativa, pero Kanye West llevó eso al paroxismo en un disco de ruptura donde en su voz distorsionada por la máquina resuena la alienación digital del siglo XXI, y devuelve una gelidez metálica muy parecida a la soledad después del amor.

“Hasta ese momento, desde fines de los 90, cuando aparece el autotune, hasta el disco de Kanye, el autotune era utilizado básicamente como maquillaje. Y maquillaje oculto”, analiza Lahiteau. “Pero a partir de Kanye y ese disco, empieza la exploración más interesante del autotune: empieza a usarse como un vehículo para expresar emociones”. La escuela de Atlanta tomaría nota de ese uso, y allí surgiría el trap, que tiene al Auto-Tune como su principal herramienta.

El trap tampoco es muy querido por cierto establishment musical, y recibe a menudo la acusación de ser “todo igual”. Lahiteau acepta que el género “es bastante monótono”,  aunque “esa es una característica de muchas otras músicas populares”, y también que hay quienes se han subido al carro del formato sin ansias de explorar nada musicalmente.

Pero avisa que quizás, dentro de esa monotonía, el vilipendiado Auto-Tune es utilizado “como una herramienta para trabajar sobre la forma”, brindando sobre una base que se repite matices, expresión potente y experimentación. Quienes mejor lo usan, dice, y señala hacia Duki y Neo Pistea, le brindan al género, a través del Auto-Tune, “riqueza”, esculpen la entonación y juegan, hacen patinar la voz, hacen patinar la voz, provocan saltos armónicos sorpresivos.

DEMOCRACIA MUSICAL

La herramienta es una entre varias que han llegado al siglo XXI para democratizar la expresión musical. “A los artistas de la generación del trap a expresarse, les ha facilitado deshacerse de la vergüenza de llegar a sonar mal”, dice Lahiteau. “El Auto-Tune te democratiza porque te anima a hacer. Ca7riel cuenta que aunque no sepas cantar, al Auto-Tune le tirás energía en el micrófono y te devuelve algo, te indica caminos por dónde ir”, comenta. Muchos artistas buscan melodías a través de la tecnología: cuando encuentran algún bloqueo creativo, tiran un par de notas en el micrófono y el Auto-Tune, en un uso desviado de la aplicación, intentando trazar el camino afinado, lanza ideas, rutas por dónde seguir.

Así, habilitando la expresión de otras voces y también en la función para la que fue creada, la corrección de la voz, el Auto-Tune lanza su utopía: cualquiera puede cantar. Esto, claro, es un sacrilegio para muchos, pero Lahiteau dice que “lo que planteo en el libro es si esa horizontalización de la música es necesariamente algo malo, porque a la vez plantea el desafío de que, ahora que todos suenan bien, cómo hace uno para distinguirse. Habrá que hacer mejores canciones, habrá que agregar ideas para que la canción se destaque más allá de que el cantante cante bien o mal”.

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