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Información General |OTRA DE LAS CONSECUENCIAS DEL CAMBIO CLIMÁTICO

El gigante de hielo que mantuvo en jaque al Atlántico Sur

Es el iceberg denominado “A 68”, que a punto estuvo de impactar contra las islas Georgias, poniendo en riesgo a una de las mayores colonias de pingüinos del mundo

El gigante de hielo que mantuvo en jaque al Atlántico Sur

La parte del glaciar que generó alarma/Agencia espacial europea (ESA)

9 de Febrero de 2021 | 02:46
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Hace casi cuatro años, en julio de 2017, un gigantesco iceberg, denominado A-68, se desprendió de la plataforma de hielo Larsen C, en la península Antártica, y tras permanecer un largo tiempo junto a su costa oriental, a principios de 2020 salió a mar abierto con un rumbo que los científicos predeterminaron hacia las islas Georgias del Sur. Y a poco estuvo de llegar a la isla de San Pedro, la mayor del archipiélago, con consecuencias que se advertían como desastrosas, especialmente para la rica fauna del lugar, donde se encuentra una de las mayores colonias de pingüinos del mundo.

Sin embargo, imágenes de satélite revelaron que el colosal iceberg, uno de los más imponentes de todos los tiempos, se rompió ahora en varios pedazos, indicando un aparente final de la amenaza ambiental para las Georgias del Sur, que estaban en su camino.

Como se sabe, las islas Georgias del Sur son administradas ilegalmente por el Reino Unido, y su soberanía es reclamada por nuestro país, al igual que la de las islas Malvinas y las Sandwich del Sur.

En las Georgias, viven varios miles de pingüinos reales, dorados o papúas, y también hay focas, albatros errantes y aulladores, y si el iceberg se hubiera acercado más, como estaba previsto, podría haber afectado la capacidad de esos animales para alimentarse, tanto como a sus crías, por lo que el número de ejemplares podrían haberse reducido fuertemente. También, el iceberg amenazaba con modificar el ecosistema de los fondos marinos, lo que demandaría décadas o siglos en restablecerse.

Otra de las preocupaciones de los científicos se centraba en el inmenso tamaño que mantuvo el iceberg durante mucho tiempo, pues cuando se desprendió de la Antártida, en julio de 2017, medía alrededor de 6 mil kilómetros cuadrados, y llegó hasta hace pocas semanas atrás a rondar los 4.200 kilómetros. Esa situación mantuvo en vilo a los expertos en el tema, sorprendidos de que el coloso de hielo no haya disminuido un mayor volumen antes, lo que además se traducía en millones de toneladas de agua dulce, la cual también podría poner en riesgo la vida del ecosistema marino.

También, si el iceberg detenía su marcha antes de romperse, igualmente el daño hubiera sido muy grande, al formar un muro entre la isla y la zona de alimentación de estos mismos animales, lo que también atentaría contra su existencia. Y para peor, el carbono retenido por este gigante también corría riesgo de ser vertido al océano y la atmósfera, agregándose críticamente a las emisiones de CO2 causadas por las actividades humanas.

UN LARGO VIAJE CON CONSECUENCIAS IMPREVISIBLES

Los científicos siguieron con gran interés el acercamiento del gigantesco iceberg A-68 al archipiélago de las Georgias del Sur en nuestro Atlántico Sur, tras el largo periplo emprendido desde que se desprendió de su plataforma en la península Antártica.

Todo había comenzado, en realidad, en noviembre de 2016, cuando los satélites comenzaron a observar la enorme grieta que comenzaba a abrirse en la plataforma Larsen C, que con el paso de las semanas y los meses, fue extendiéndose y profundizándose hasta que finalmente el gigantesco iceberg, bautizado como A-68 por el Centro Nacional de Hielo de los EE UU, se desgajó. Este enorme “mordisco” redujo en un 12% la extensión de la citada plataforma Larsen C, y en aquel momento, en pleno invierno austral, estaba rodeado por la banquisa (hielo marino flotante) que cubría el mar de Weddell, salpicada por muchos otros icebergs, pero de menor tamaño, no permitiéndole apenas movilidad.

A poco de desprenderse, el A-68 perdió un trozo sensiblemente menor, y el iceberg resultante pasó a llamarse A-68A, y como tal continuó evolucionando sin apenas disminuir de tamaño, lo que sorprendió a los científicos, ya que únicamente, en su desplazamiento por el Atlántico Sur, ya en mar abierto, se desprendió de un trozo muy menor, quedando igualmente una “mole” de unos 40 metros de altura sobre el nivel del mar y 250 metros bajo el agua.

Al principio, durante dos años y medio, el A-68-A apenas se separó de la costa oriental de la península Antártica, desplazándose muy despacio hacia el norte. Los hielos flotantes del mar de Weddell lo mantuvieron prácticamente aprisionado durante el primer año y medio, siendo a partir de ese momento cuando en su lento desplazamiento hacia el norte

empezó a rotar en sentido antihorario. No obstante, fue a principios de este año cuando definitivamente aceleró su marcha, siguiendo el “camino de los icebergs”, una especie de corredor por el que suelen deambular los icebergs antárticos que se desprenden de la costa oriental de la península Antártica, en el mar de Weddell.

GIGANTES A LA DERIVA

A pesar de las bajas temperaturas reinantes, sin llegar a los valores extremos del interior del continente blanco, la península Antártica es una de las regiones del mundo donde el calentamiento global está alcanzando una mayor magnitud. Y esta circunstancia está provocando una mayor fragilidad de las grandes plataformas de hielo situadas en su parte oriental, apareciendo profundas grietas y la rotura de grandes fragmentos de esos gigantescos campos de hielo que, partiendo de tierra firme, se adentran en el mar de Weddell. Ocasionalmente, se desgajan enormes porciones de las plataformas, que es justamente lo que ocurrió el 12 de julio de 2017 en la plataforma Larsen C, derivando en este iceberg tabular resultante, que alcanzó una superficie de casi 6.000 kilómetros cuadrados.

Desde entonces, gracias a los satélites que monitorizan el casquete polar antártico, se fue siguiendo la ruta de este gigantesco iceberg que, desde el mes de julio pasado, enfiló hacia las Georgias del Sur para amenazar a todo su ecosistema.

Ahora, los últimos datos provenientes de la misión de radar Copernicus Sentinel-1 muestran que el iceberg sufrió más daños en lo que va de 2021, cuando un nuevo trozo se desprendió y la losa más pequeña, rápidamente nombrada como A-68G por el Centro Nacional de Hielo de EE.UU. pasó a medir aproximadamente 53 km de longitud y alrededor de 18 km en su punto más ancho. Poco después, se desarrolló una nueva gran grieta, lo que resultó en el desprendimiento casi inmediato de dos icebergs adicionales: A-68H (alrededor de 20 km de largo y 9 km de ancho) y A-68I (alrededor de 30 km de largo y 5 km de ancho en su punto más ancho), según informó la ESA.

De esta manera, el iceberg principal A-68A, que alguna vez fue el más grande del mundo, ahora mide solo unos 60 km de largo con un ancho máximo de 22 km, y el grupo colectivo de icebergs parece estar separándose, con la A-68H moviéndose hacia el norte, aproximadamente a 130 km de Georgia del Sur. A su vez, el A-68A parece moverse hacia el sur y actualmente se encuentra a unos 225 km de Georgia del Sur, en un evento de disgregación que podría indicar que lo más probable es que los icebergs se alejen del archipiélago y ya no amenacen la vida silvestre de la isla. Los pingüinos y demás habitantes de la fauna isleña, en ese caso estarían muy agradecidos.

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La parte del glaciar que generó alarma/Agencia espacial europea (ESA)

Pingüino de penacho anaranjado / Godot13, Wikipedia

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