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La Ciudad |LA PANDEMIA INTERMINABLE

A un año del aislamiento obligatorio que vino a cambiar y trastocar la vida de todos

Mientras que médicos y enfermeras empezaban a convertirse en héroes, el 20 de marzo de 2020 arrancaba el ASPO

20 de Marzo de 2021 | 01:55
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Las clases ya estaban suspendidas y todavía se miraban las noticias con incredulidad y en un raro “estado de ciencia ficción”. El reloj había marcado las 21.17 cuando el día anterior, 19 de marzo de 2020, el Gobierno anunció una “medida excepcional” para un “momento excepcional”: el aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO), del que ahora se cumple un año y que llegó para convertir durante varios meses la caminata hasta el almacén del barrio o el paseo del perro en un recreo y al balcón, acaso antes ninguneado, en una especie de paraíso de un mundo que empezaba a cerrarse.

Todavía sin barbijos ni filminas o gráficos explicativos, la imagen mostró la gravedad del asunto: al presidente Alberto Fernández lo rodeaban gobernadores aliados y de la oposición a la hora de dar el mensaje. “A todos los argentinos, a todas las argentinas, a partir de las cero horas de mañana, deberán someterse al aislamiento social, preventivo y obligatorio. Esto quiere decir que a partir de ese momento, nadie puede moverse de su residencia, todos tienen que quedarse en sus casas, es hora de que comprendamos que estamos cuidando la salud de los argentinos”, había dicho el mandatario desde la Quinta de Olivos.

Las imágenes que llegaban desde Europa daban miedo mientras que médicos y enfermeras empezaban a convertirse en los héroes cotidianos que se homenajeaban desde los balcones. La OMS vacilaba entre declarar o no la pandemia y recomendar o no los barbijos, y la comunidad científica se negaba a admitir que era el siniestro retorno del SARS. Incluso por largo tiempo proliferaron las dudas acerca de la transmisión aérea, contra todo sentido común.

La ciencia avanzó vertiginosamente a la vista de todos, obligando a una plasticidad mayúscula tanto de científicos, como de gobernantes y ciudadanos. Y mientras el virus se diseminó con velocidad creciente y las muertes aumentaron en forma exponencial, cada vez más personas logran sobrevivir a las terapias intensivas. El maridaje entre la incertidumbre de la ciencia, y la comunicación mediática comenzó a vislumbrar una sinergia difícil de lograr recién en los últimos meses.

EL AÑO QUE NOS CAMBIÓ LA VIDA

A un año de ese momento, los infectólogos Pedro Cahn y Eduardo López -quienes formaron parte del grupo de asesores del Presidente desde aquellos primeros días de la pandemia- recuerdan el comienzo del ASPO y reconocen la poca información que había en esos primeros días de pandemia.

“Teníamos un desconocimiento total y absoluto sobre esta situación, de la cual todavía seguimos aprendiendo, nos tomó por sorpresa a todos”, reconoció ayer Cahn sobre el momento en que comenzaron a llegar los primeros casos a la Argentina.

Al principio no se hablaba de barbijos y acaso nadie se imaginaba que su uso sería cotidiano

 

En febrero de 2020, hay que decir, tiempo antes de que la palabra cuarentena se hiciera cotidiana, la revista científica The Lancet publicó una revisión de 3.166 artículos de tres bases de datos distintas relacionados con los efectos del aislamiento. La revista británica basó sus conclusiones en 24 artículos seleccionados de ese total y así determinó que la “mayoría de los estudios revisados informaron efectos psicológicos negativos que incluyen síntomas de estrés postraumático, confusión e ira”.

Entre los factores que más estrés causaban figuraban el miedo a que la cuarentena se extendiera por más tiempo, a contagiarse, a las pérdidas económicas y la falta de suministros o el estigma, además de “frustración y aburrimiento”. Varios de esos artículos también advirtieron sobre los “efectos duraderos” de la cuarentena, un término que comenzó a utilizarse por primera vez en la Italia de 1127 cuando se buscaba combatir los estragos que causaba la lepra.

De acuerdo al artículo de The Lancet, “se demostró con frecuencia que el confinamiento, la pérdida de la rutina habitual y la reducción del contacto social y físico con los demás causaban aburrimiento, frustración y una sensación de aislamiento del resto del mundo, lo que resultaba angustioso para los participantes. Esta frustración se vio agravada por no poder participar en las actividades habituales del día a día, como comprar artículos de primera necesidad, o participar en actividades de redes sociales a través del teléfono o Internet”.

“Teníamos una sensación ambivalente”, recuerda Eduardo López sobre aquellos días de marzo en que dejar de compartir el mate, saludar sin un beso o llevar barbijo parecía algo imposible. “Había que tomar medidas para una pandemia que no se sabía como era, de hecho fue todo muy impredecible y hay que recordar todas las críticas terribles que hubo en ese momento”.

Es que la decisión del Presidente, apoyada por todos los gobernadores, iba de contramano con lo que muchos líderes pregonaban. “Va a desaparecer. Un día, como un milagro, desaparecerá”, decía el 16 de febrero el expresidente de Estados Unidos Donald Trump, mientras el primer mandatario de Brasil, Jair Bolsonaro, hablaba de una “gripecita” y el primer ministro británico, Boris Johnson, aseguraba que con lavarse las manos alcanzaba. Poco tiempo después, los tres países se colocaron a la cabeza de los que más contagios tuvieron. De todos modos, con el diario de un año después, el aislamiento trajo algunas enseñanzas.

Para López, la “cuarentena generalizada no siempre es útil, sobre todo en un país tan extenso como el nuestro, porque la gente tiende a romperla; hoy yo creo que quizás lo mejor son cuarentenas más cortas, de 10 a 14 días y focalizadas”.

 

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El balcón pasó a ser uno de los lugares comunes en el ASPO / EL DIA

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