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Beatriz Pascual Macías
Columnista de EFE
Los líderes de Washington D.C., la capital de EE UU, intensificaron una lucha histórica para convertirse en el estado 51 de la Unión y permitir que sus 712.000 vecinos tengan un representante con derecho a voto en el Congreso, una reclamación que ha ganado fuerza tras el asalto al Capitolio.
Una demanda en la que se insiste también para acabar con la discriminación racial que conlleva el hecho de que el distrito de Columbia, con la mayoría de su población tradicionalmente afroamericana, no tenga voto en el Congreso.
El debate sobre el “statehood” del Distrito de Columbia centró una audiencia en la Cámara de Representantes, dominada por los demócratas y que ya votó el verano pasado a favor del proyecto de ley denominado “H.R.51” para convertir a la capital en el estado 51.
La redactora de esta propuesta y única representante del Distrito de Columbia, la afroamericana Eleanor Holmes Norton, comenzó su intervención en el comité con palabras de alegría: “¡Éste ha sido un año histórico para la lucha de DC para convertirse en un estado!”.
Norton, que tiene escaño pero no derecho a votar, reconoció el hecho de que con los demócratas en el poder en el Congreso y la Casa Blanca, nunca se ha estado tan cerca como ahora para lograr este objetivo.
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Después explicó paso a paso, en qué consiste esta ley que los demócratas se han comprometido a someter a voto antes del verano.
En primer lugar, la capital quedaría reducida a unos cinco kilómetros cuadrados que incluiría los monumentos de la explanada verde del “National Mall” y los edificios del Gobierno federal, lo que comprende la Casa Blanca, el Congreso y el Tribunal Supremo.
El resto del territorio, es decir, todos aquellos rincones donde viven los vecinos del Distrito de Columbia, se convertiría en el estado número 51 con el nombre “Washington, Douglass Commonwealth”, en honor a Frederick Douglass, uno de los principales líderes el movimiento abolicionista en EE UU en el siglo XIX.
En segundo lugar, de aprobarse la ley, los habitantes del Distrito de Columbia pasarían a estar representados por dos senadores y un congresista, todos ellos con derecho a voto.
Este punto es fundamental para que EE UU asegure el derecho al sufragio de los afroamericanos, que son mayoría en la capital y están siendo tratados como “ciudadanos de segunda clase”, dijo durante la audiencia la alcaldesa de la capital, la demócrata y afroamericana Muriel Bowser.
Bowser aludió al pasado racista de EE UU y los intentos para arrebatar el voto a la comunidad negra.
“Era una forma de decir que los afroamericanos no podían gobernarse a sí mismos o que no podían votar por aquello que fuera de su interés y que, por tanto, se les debía negar poder político y el derecho al voto. ¿Es que esta Cámara aún cree que éste es el caso?”, preguntó Bowser.
No obstante, los republicanos del comité hicieron evidente su rechazo. El representante de Kentucky James Comer llegó incluso a decir que la lucha para convertir al Distrito de Columbia en el estado 51 es “parte de la agenda de la izquierda radical para cambiar EE UU”.
Lo cierto es que a los republicanos no les interesa que cambie estatus actual del Distrito de Columbia, donde el 76 por ciento de los votantes son demócratas.
A pesar de la oposición republicana, Bowser y los otros líderes vecinales esperan que el asalto al Capitolio del 6 de enero sirva como punto de inflexión para ganar el apoyo de los conservadores más moderados y lograr los 60 votos que son necesarios en el Senado para comenzar a debatir la iniciativa.
Debido al actual estatus de Washington D.C., durante el ataque al Capitolio, que dejó cinco fallecidos, Bowser no pudo movilizar a los reservistas de la Guardia Nacional y tuvo que esperar tres horas mientras el Gobierno de Donald Trump deliberaba hasta que finalmente el jefe del Pentágono se decidió a actuar.
Para la alcaldesa, la falta de independencia de la ciudad supone un peligro porque le priva de recursos indispensables para garantizar la seguridad de sus vecinos.
Fuera de las paredes del comité, la calle que lleva hasta el Congreso se llenó con banderas estadounidenses que tenían 51 estrellas, en vez de 50, en representación de los estados del país.
Además, a primera hora del día, cientos de personas se manifestaron frente al Congreso vestidos de rojo y blanco, los colores de la bandera del Distrito de Columbia, y agitaron pancartas de los mismos colores. Mientras tanto, algunos vehículos hicieron sonar sus bocinas en señal de apoyo. Y es que la lucha por el “statehood” está tan extendida en el Distrito de Columbia, que las matrículas de los vehículos llevan estampado uno de los lemas de la revolución estadounidense: “No taxation without representation” (que no haya impuestos si no hay representación).
Además de no tener voto en el Congreso, los 712.000 residentes de la ciudad, una población mayor que los estados de Vermont y Wyoming, pagan per capita más impuestos federales que 22 de los 50 estados de EE UU, algo que sus líderes se encargaron de recordar.
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