En un barrio con miedo, todavía resuenan los tiros de un crimen

En una amplia zona de Melchor Romero que incluye a seis barrios se advierten tres paisajes distintos: el ladrillo le deja lugar a las chapas y las construcciones precarias se entrelazan en terrenos semivacíos. Desde 161 a 167 y de 526 hasta el arroyo El Gato, la vecindad se transforma en un espacio donde las fronteras son más bien difusas, en el que entre las calles y las casas los límites no se detectan a simple vista.

En ese tipo de barriada, quienes se dedican al narcotráfico encuentran una guarida perfecta. Son asentamientos de difícil acceso, con sendas intrincadas y nula presencia policial. La pobreza también ayuda, porque la necesidad vuelve atractiva la “plata fácil” que genera la venta de droga. Quienes buscan otra salida deben trajinar contra esa cruda realidad y muchas veces quedan expuestos al fuego cruzado o a la delincuencia que se desprende indefectiblemente del narco.

La introducción sirve para poner en fondo a un nuevo crimen que tuvo lugar el domingo por la tarde en el área comprendida el Barrio Futuro, Santa Ana, Don Fabián, Cuatro Manzanas, El Bajo y San Cayetano. Y, por estas horas, la hipótesis que más pesa en la investigación del hecho está vinculada a un ajuste de cuentas por presunta comercialización de estupefacientes.

La víctima, identificada como Rubén Fleitas, de 23 años, fue acribillado en la puerta de un supermercado situado a mitad de la calle 167, entre 523 y 524. Fuentes oficiales señalaron que recibió al menos 10 tiros -en total, dispararon el doble- de una pistola calibre 9 milímetros, la mitad de ellos en rostro y los otros en distintas partes del cuerpo.

Los ejecutores serían dos y habrían quedado filmados por las cámaras de seguridad instaladas en la cuadra. Iban a pie, aunque se presume que habían usado un vehículo que dejaron estacionado en la esquina de 524 y 167. No hubo palabras, solo el ruido de las detonaciones y la posterior fuga ante la mirada atónita de los empleados del comercio y los clientes que en ese momento estaban de compras.

El 10 de febrero de este año, en 531 entre 161 y 162, un Volkswagen Bora pasó a baja velocidad y desde adentro le tiraron cinco veces a Daniel Aguilera (28). Dos proyectiles le dieron en las piernas y tres en el torso. El joven moriría minutos después en el hospital Alejandro Korn. Por ese homicidio detuvieron a “El Keko”, quien se encontraba cumpliendo arresto domiciliario por el delito de “robo calificado”, por disposición del Tribunal Oral y Criminal Nº 3.

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El año pasado, el sector referido al comienzo de esta crónica fue escenario de seis asesinatos que de forma directa o indirecta tuvieron que ver con el microtráfico que funciona en Romero. El primero fue cuando un policía mató a un hombre de 50 años en el marco de un operativo antinarcos en 161 y 528. Días después, Daniel Arce (34) cayó a balazos en 159 y 526. A Micaela Martínez (18) la mataron mientras caminaba con una amiga por el barrio Don Fabián: buscaban acabar con un rival. En una balacera mataron a Nicolás Domínguez e hirieron a otros dos jóvenes en 526 entre 154 y 155. Martín Barboza, alias “Tincho”, fue apuñalado en el pecho en 528 y 155, y los vecinos lo marcaron como “un soldadito de los Moreyra”. Por último, Deymar Trujillo Ledesma (28) fue asesinado a puñaladas en 161 entre 530 y 531.

Además, un operativo llevado a cabo la semana pasada dio como resultado la captura de tres hombres y el secuestro de más de 12 kilos de marihuana. El allanamiento se realizó en un inmueble de 527 y 165, y la banda guardaba la droga en una figura de cerámica que representaba a un canguro.

GOLES, TIROS Y MIEDO

Ayer por la tarde, el común denominador entre las personas entrevistadas era el miedo. Algunos, sin embargo, aceptaron intercambiar algunas palabras de manera anónima. “Yo conté 19 vainas en el piso cuando me acerqué a ver si conocía al chico”, aseguró una frentista que escuchó la balacera pero decidió no salir. Lo hizo cuando una familiar le contó que “habían matado a alguien y que llamara a la Policía”.

“Los que vinieron a tirar sabían lo que hacían, porque los casquillos estaban todos cerca del cadáver”, añadió.

Roberto, otro morador manifestó que al escuchar los disparos “estaba en el fondo de mi casa, reparando una máquina, y como estaba el partido pensé que festejaban los goles. Después vino mi nuera y me dijo que habían matado a uno”. Por otra parte, aseguró que “se habla de que el pibe se ‘quedó con un vuelto’. Él (por la víctima) esperaba a un amigo que compraba en la carnicería del supermercado, sentado en la moto. Lo vieron desde un auto que después estacionaron a la vuelta para caminar hasta acá y ejecutarlo”.