La vida cerca de Gaza, entre estruendos y temores

Itzik Horn vivió en La Plata y ahora reside en la ciudad israelí de Sderot, a tan solo un kilómetro de distancia de la zona de mayor conflicto, entre el búnker y la atención puesta en las alertas

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Itzik Horn, (68), nació en el barrio porteño de Almagro, pero vivió en La Plata hasta el año 1984, donde fue director de la Biblioteca Max Nordau de nuestra ciudad. Y un tiempo después, hace 21 años, decidió radicarse en Israel, donde vivió junto a su familia en distintas ciudades del centro de ese país. Pero ahora, desde hace cinco años, está viviendo en la ciudad de Sderot, ubicada a tan solo un kilómetro de la Franja de Gaza, donde las luces en el cielo tienen forma de misiles y los ruidos son estruendos que se hacen sentir todo el tiempo. Allí, Itzik vive permanentemente pendiente de la televisión y de una aplicación en el teléfono que le indica cuando tiene que resguardarse, lo que puede ocurrir en cualquier momento, varias veces al día, con solo 15 segundos de tiempo para sumergirse en el búnker que como los israelíes tiene instalado en su propia casa, un pequeño reducto casi invulnerable que lo protege de las amenazas que ahora acechan todo el tiempo.

De hecho, mientras conversa con EL DIA debe interrumpir varias veces la comunicación ante las alarmas que le llegan, mientras desde el teléfono deja escuchar, nítido, los estruendos de las explosiones.

Itzik duerme poco y cuenta, aliviado, que ayer pudo dormir cuatro horas seguidas, todo un logro para los tiempos que le tocan vivir, como a todos sus conciudadanos, donde las horas de sueño son escasas y entrecortadas.

“Acá todo el mundo sabe lo que tiene que hacer”

“Estamos en guerra -cuenta mientras logra salir al jardín de su casa para mirar al cielo- pero estamos acostumbrados y ejercitados, porque en definitiva hace 20 años que nos están tirando. Acá todo el mundo sabe lo que tiene que hacer. Una voz femenina nos avisa, por la televisión, por la aplicación o por la red de altoparlantes instalada en la ciudad, qué tipo de alerta hay. Y si es roja, tenemos solo 15 segundos exactos para sumergirnos en el búnker, ya que es el tiempo en que vuela el misil hasta el impacto. Pero si el disparo es de mortero, el tiempo se acorta y son solo siete segundos, así que imagine que vivimos casi más tiempo dentro del búnker que afuera. Se dice que hasta ahora nos tiraron unos 3.500 misiles, pero que tienen más de 15 mil, así que se supone que tendremos ‘baile’ por bastante tiempo. Y nosotros estamos en la primera línea, porque estamos muy cerca de Gaza, a apenas un kilómetro”.

Como todos allí, Itzik tiene muy claros los detalles de la situación, y de solo mirar al cielo ya sabe si los misiles que vuelan son de corto, medio o largo alcance.

“Van para todo el país -describe- pero nosotros estamos pendientes de los que son de corto alcance, porque son los que nos caen a nosotros acá en Sderot. Pero igual nos sentimos protegidos, por los búnkers y por la cúpula de hierro”.

La cúpula de hierro es una denominación que se le dio al sistema de defensa israelí, pero que de hierro no tiene nada.

“Sí -apunta- por la denominación se podría pensar que es un escudo de acero en el cielo, pero en realidad la cúpula de hierro es un dispositivo del ejército dedicado a detectar e interceptar cada unidad de misiles enemigos en segundos a través de un sistema computarizado, y es muy efectivo”.

Los que sí tienen hierro son los búnkers, como el que Itzik tiene disponible en su casa.

“Todos tenemos uno -cuenta- es nuestra protección. Se comenzaron a construir durante la primera guerra del Golfo, allá por los años 90. El gobierno israelí, a través de una inversión monumental, construyó uno en cada vivienda de las edificaciones antiguas, mientras que en las nuevas deben hacerse obligatoriamente. Son cuartos de seguridad en un lugar de la casa con puertas de acero, techo y paredes con un mayor grosor del cemento, ventanas de metal y cristales como los de los parabrisas de los autos, que se astillan pero que no se rompen, y hacen que cualquier impacto no produzca daño”.

EL CONFLICTO ETERNO

Itzik Horn es profesor de Historia en la Academia de su ciudad, lo que para nosotros sería el equivalente a la Universidad, pero ahora, por la situación imperante, todo está parado. Y acerca del conflicto que envuelve a la Región, dice que es difícil de explicar, debido a sus connotaciones netamente políticas.

“Antes del cierre de las fronteras -cuenta- nosotros teníamos relaciones cotidianas con los habitantes de Gaza, en su mayoría gente pacífica y cordial. Compartimos la electricidad, el agua potable, la atención sanitaria, los combustibles, todo generado en Israel. Pero el comportamiento de los terroristas de Hamas, que gobierna en Gaza, es incomprensible. Por ejemplo ahora bombardearon los pasos donde se genera la electricidad, el agua potable, los combustibles..., es decir que atentan contra sus propios habitantes, a los que además utilizan como verdaderos escudos humanos. Son actitudes muy difíciles de comprender, seguramente producto de un fanatismo inexplicable”.

A la zozobra del conflicto, en Israel, como en todo el mundo, se le agrega también la realidad de la pandemia por el coronavirus.

“Eso acá parecería estar más controlado -refiere Itzik- todos estamos vacunados con las dos dosis y ya casi ni se utilizan las mascarillas en las calles, aunque por el tema de los misiles ya no hay casi nadie en las calles. Todos vivimos pendientes de las instrucciones y de las alarmas, ya ni siquiera se trabaja y tampoco funcionan las escuelas, la situación no da para andar ‘paveando’ por ahí, ya que apenas si podemos dormir. De todos modos, al menos en mi caso, lo sobrellevo con el mejor humor posible”.

 

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