¿Existe un sistema económico sin inversión?

Abogado

Desde hace algunos meses en forma recurrente el actual gobierno lanza frases como “el capitalismo no funciona”, o que ha fracasado. Algo así como un cocinero que le salen mal todas las comidas y quiere cubrir sus fracasos en la idea que no funciona bien el horno. Es claro que el capitalismo o la economía global tiene una multiplicidad de problemas, pero nuestros fracasos son muy autóctonos. Más aún cuando el proceso político se convierte en la musa inspiradora de nuestras recurrentes crisis económicas.

El capitalismo no es un sistema matemático o físico inalterable. Hablamos de un sistema comprendido dentro de las construcciones sociales que evoluciona y se transforma como lo hacen las sociedades. En algo más de cien años hemos visto distintas versiones: 1) Aquel de fines del siglo XIX en el Inglaterra en plena expansión, sin barreras, sin regulaciones con todas las consecuencias narradas en la literatura de Dickens; 2) El capitalismo desarrollado en EE UU con las primeras regulaciones económicas en las presidencias de T. Roosevelt y de W. Wilson; 3) El que se derrumbó en 1930 iniciando una fase de depresión que lo convertiría en un sistema con fronteras cerradas, desempleo y pobreza; 4) Un sistema en su apogeo centrándose en la búsqueda de bienestar material entre 1945 y 1975 (30 Gloriosos o Era de Oro), pero con diferencias en algunos de sus elementos estructurales, mostrando distintos modelos: Renano, Angloamericano, Japonés; 5) Un capitalismo global, que comienza a configurarse desde mediados de la década de 1970 hasta la crisis de 2008 cuando recrudecen los cuestionamientos aún en los países desarrollados, como ocurrió con los discursos de Obama al llegar al Poder en ese año.

En todo este recorrido el capitalismo en sus distintas modalidades afronta hoy dos encrucijadas: una, el paso de la creencia en la abundancia sin fin y crecimiento ilimitado, a una era de escasez, con graves problemas de sostenibilidad; y dos, la crisis matrimonial con la democracia por no estar generando la prosperidad y bienestar prometida y vivida luego de la posguerra. Este último aspecto es el que está a flor de piel en todas las latitudes con insatisfacción y frustración económica que da lugar al surgimiento de grupos con representación política que cuestionan a la democracia y ponen en peligro su futuro.

Hoy el capitalismo es confrontado desde distintos lugares y no necesariamente desde el colectivismo comunista que solo vive en los libros de historia. Hay alternativas con una nueva visión de la economía y la democracia. La sostenibilidad como paradigma engloba muchas propuestas: la teoría de la economía de Estado estacionario (Daly); la teoría del decrecimiento (Latouche); la propuesta de una economía del bien común (Felber); la alternativa de la economía azul (Pauli); son visiones que plantean que la economía requiere de un giro desde la búsqueda frenética por la cantidad de crecimiento a la centralidad en la calidad del crecimiento. En todas ellas no aparece el Estado como actor que sustituye al sector privado ya que son la sociedad civil y la democracia la base de esas propuestas.

¿Qué otra alternativa aparece? Desintegrado el colectivismo soviético quedan experimentos como Cuba y Corea del Norte. También está el caso de China que creó una especie de Godzilla como mezcla muy peligrosa de capitalismo sin democracia. También tenemos híbridos como es el sistema o modelo (no sabría cómo definirlo) establecido por el populismo: la idea de distribución sin creación de riqueza, con un Estado que pone a la sociedad en un rol pasivo que todo lo delega en el liderazgo. Esto nos lleva a una pregunta clave ¿qué “sistema económico justo” está en la idea del populisno?

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Si nos aferramos a la retórica acompañada por las acciones de los gobiernos del kirchnerismo incluyendo el del actual presidente que es quien cuestiona al capitalismo, ingresaremos en un laberinto –estamos en él de hecho- de difícil salida. Podemos cuestionar, debatir, y hasta elegir democráticamente cualquiera de los sistemas económicos que existieron en la historia. Podemos ponernos de acuerdo o no si es mejor el capitalismo, y aún discutir qué tipo de capitalismo o sociedad deberíamos elegir. Es más, podríamos acordar una mega revolución y colectivizar la economía como se hizo en Rusia o China allá lejos en el tiempo. Pero, lo que no existe, y el populismo en Argentina no parece entender, es que no hay sistema económico en la historia, por derecha o por izquierda, que no se sustente en la inversión.

Sin inversión no hay nada que producir y vender al mercado interno o externo. Sin inversión no hay trabajo y por ello no existe el salario. Sin inversión no hay producción e ingresos que permitan pagar impuestos. Sin inversión no se produce lo que se pretende estimular como consumo. Sin inversión no puede existir una épica de la distribución (la haga el Estado o el Mercado).

Podemos discutir durante mil años qué sistema económico queremos o consideramos más justo o posible, pero la palabra inversión será siempre una “prima donna” que deberá brillar en el centro del sistema. Por eso decimos que nuestra crisis sin fin no está en el capitalismo bueno o malo, sino en la raíz del proceso político que está concentrado en la construcción de hegemonía en lugar de una Nación.

* Prof. de Economía Política UNLP. Presidente de la Fundación Ciencia + Democracia