Elecciones de medio término, esperanza de cambio o incertidumbre sin fin

Edición Impresa

Francisco Gliemmo *

Ingeniero

Hace décadas que gran parte de nuestra sociedad, como un karma, ha venido degradando sus valores elementales para sostener una convivencia armónica, para mantener la ilusión y expectativas de superación y olvidó o descartó su derecho a la inclusión con equidad y a la aspiración del ascenso social a través del esfuerzo y actitud de superación. Y ello, como consecuencia de gobiernos que no solo no han tomado medidas de políticas concretas para recrear la cultura del trabajo, de mejorar la calidad educativa, de promover e incentivar el conocimiento, de plantear un modelo de producción que comience con crecimiento y alcance el desarrollo y menos sus funcionarios, que en su gran mayoría, no han dado ejemplos, para que se tomen como referencia de idoneidad, de honestidad, de compromiso con su palabra y conducta, de no resaltar el mérito y el esfuerzo, etc., para que se tendiera a la reversión de la dolorosa tendencia social, que con solo señalar los índices de pobreza, indigencia, trabajadores desocupados y en la informalidad, deberían avergonzarnos.

EL perfil de los legisladores

Por lo señalado, es que consideramos que en estas elecciones deberá lograrse una conformación de perfil de legisladores que reconociendo este presente, pero, también, recordando todo lo que pudo lograrse en nuestro pasado, lo que ratifica que se puede, se comprometan, como corresponde a su responsabilidad, a sostener el derecho al Estado Republicano y a fijar como prioridad, de forma impostergable e incuestionable, las condiciones para la generación de trabajo genuino y de calidad y de la educación, con leyes que promuevan y respalden, como política de estado, esta imperiosa necesidad, ya que, el trabajo es lo único que comienza por dignificar la condición humana y la educación la herramienta que brinda la igualdad de posibilidades.

Por lo expresado, a nuestro entender, para alcanzar las condiciones que permitan la generación de trabajo y se termine con los permanentes relatos que han conducido al descreimiento, decadencia, frustración, pobreza estructural e indigencia, falta de conocimiento y éste corolario de la ignorancia, sumado a décadas de promesas de planes y medidas inconsistentes e incumplidas, como queda reflejada en la actual crisis que es inédita por su magnitud económica y social, resulta impostergable comenzar con los cambios estructurales, como políticas de estado, para aspirar a alcanzar ese objetivo.

Reforma tributaria

De los cambios estructurales referidos, como prioritarios y fundamentales, debería comenzarse con una reforma tributaria diseñada para fomentar la producción de valor agregado y la de la industria del conocimiento y no para avalar la especulación financiera, todo en el marco de la promulgación de un presupuesto con equilibrio fiscal basado en la fuerte disminución del gasto burocrático, que permita la disminución de la insostenible presión tributaria y que corte de raíz el cáncer de la inflación.

Una laboral que permita la regularización de la informalidad, 40/45 por ciento de nuestra población laboral, facilitando su incorporación a través de una legislación específica que respalde a las fuentes de trabajo y al trabajador incorporado, teniendo en cuenta que deberá tenerse como premisa que siempre es preferible subvencionar al empleo, fundamentalmente pyme, y no al desempleado.

Educación

La educativa, partiendo del concepto básico que la educación es el instrumento más valioso y preciso para lograr la igualdad de posibilidades de las personas, independientemente de su situación social, debería considerársela como servicio imprescindible y asegurarse de esa forma la continuidad pedagógica sin ningún tipo de interrupción.

Obviamente, se deberán adaptar los cambios curriculares, el doble turno y la capacitación periódica de los docentes, acompañado con el incremento presupuestario, por lo menos duplicarlo hasta el nivel secundario, para que esté acorde a la calidad educativa que las exigencias de la época requiere.

La de calidad institucional, la defensa de la República se materializa respaldando y custodiando, como condición básica e innegociable, la división e independencia de sus poderes.

Esto determina la sustentabilidad de las políticas que se definen por que generan un marco de confianza y previsibilidad, que son condiciones básicas para el desarrollo. Si no somos fielmente esclavos al espíritu y letra de nuestra carta magna, en hechos y palabras, se va generando la duda y la incertidumbre y resultará utópico creer que anuncios y relatos de políticos y funcionarios, generarán las condiciones de inversión, generación de trabajo, crecimiento y desarrollo.

Del contenido de estas reformas estructurales, que la nueva composición de integración del Congreso debería consensuar, proponer y tener la valentía para su instrumentación, dependerá nuestro futuro y las nuevas generaciones serán quienes juzgarán sus conductas y responsabilidades.

 

* Presidente Honorario de la Unión Industrial del Gran La Plata

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