¡Inolvidable! Charlie Watts y el día que sus Majestades Satánicas hicieron delirar a la "patria stone" en La Plata
| 24 de Agosto de 2021 | 14:32

Algunos lustros atrás, pensar en la presencia de los Rolling Stones en la ciudad de La Plata sonaba a fantasía, a surrealismo puro. Algo parecido a esas preguntas locas del tipo: "¿Te imaginás el día que el papa sea argentino?". Pero las cosas pasan. Y Los Stones finalmente vinieron a La Plata en aquel recordado febrero de 2016, en donde Charlie Watts, catapultado a la eternidad de la música con su partida en el día de hoy, fue una de las Majestades Satánicas que se subieron al escenario del Estadio Único para brindar un show difícil de borrar de sus retinas para quienes tuvieron la suerte de estar presentes.
La muerte del legendario baterista, a la edad de 80 años, activó a flor de piel la memoria de los platenses que colmaron los tres recitales que los Stones brindaron en la ciudad de las diagonales. En especial aquellos que forman parte de lo que se conoce como la "patria stone", por la enorme masa de seguidores que la banda inglesa tuvo y tiene en la Argentina, continuada desde mediados de los 90 con el surgimiento de los grupos de los denominados "rolingas" que coparon los barrios en todo el país.
La visita de Los Stones a La Plata tuvo, por supuesto, a Mick Jagger en voz, a Keith Richards en guitarra Ron Wood en guitarra y a Charlie Watts en batería, mientras que el bajo descansó en el experimentado Darryl Jones. En el paso por la ciudad, la banda la completaron Chuck Leavell y Matt Clifford en teclados;Tim Ries y Karl Denson en vientos, y Bernard Fowler y Sasha Allen en coros.
En el Estadio Unico, las 21.10 de aquel 2 de febrero y luego de que se proyectaran imágenes que aludían a esta nueva gira encarada por el grupo, Keith Richards, vestido de negro, disparó los primeros acordes de la introducción de “Start me up” y desató una fiesta que podía ser palpada desde muy temprano, tanto dentro como en los alrededores del estadio.
Los platenses fanáticos se dieron el gusto de disfrutar de un repertorio que mantuvo a todos en un estado de euforia permanente. La mítica banda acompañó su show con una impactante puesta de luces y una escenografía más sobria que la presentada en sus anteriores visitas pero igualmente impactante, con pantallas gigantes en el centro y a ambos lados del escenario.
El gran maestro de ceremonias, como de costumbre, fue Jagger, muy comunicativo con el público, quien, desde su ingreso a escena vestido de negro con un saco verde brillante, inició sus típicas performances, con sus tradicionales pasos de baile.
En un esfuerzo por hablar en castellano, el vocalista destacó que era su “primera vez” en La Plata, bromeó sobre lo lejos que quedaba de la Ciudad de Buenos Aires, contó que disfrutó de un show de tango y festejó que Watts "paseó por la Costanera y comió un choripán con chimichurri".
La seguidilla inicial fue demoledora con “It's only rock and roll”, “Tumbling Dice” y la misteriosa e intensa “Out of control” en donde la banda se olvidó por un rato de toda la parafernalia que rodea a sus shows y se concentró en brindar una de las más brillantes interpretaciones de la noche.
Para esa altura ya resultaba casi imposible contabilizar los diferentes cambios de vestuario de prácticamente todos los miembros del grupo, excepto el sobrio Watts, quien permaneció todo el show con una remera blanca.
“And the winner is...”, dijo Jagger antes de interpretar “Street fighting man”, la canción votada por el público a través de las redes sociales (entre las opciones estaban “Let it bleed”, “Live with me” y “Doom & gloom”) y pareciera haber sido una elección adecuada, sobre todo al escuchar los intercambios de ráfagas de guitarra entre Richards y Wood.
La imagen de una joven Angelina Jolie apareció en la pantalla para indicar que era la hora de “Anybody seen my baby” y todo pareció retrotraerse a 1998, cuando se produjo el segundo desembarco Stone en el país y esta canción sonaba en la radios a modo de promoción de “Bridges to Babylon”, el nuevo lanzamiento discográfico de entonces.
La emotividad se apropió del estadio con la bella y bucólico “Wild Horses”, mientras los coristas Bernard Fowler y Sasha Allen bailaban un lento; aunque el relax duró poco porque, acto seguido, unas pocas notas con aires orientales y el beat furioso de Watts anunciaron que era el turno de la hiperfestejada “Paint it black”, para luego dejar paso a “Honky Town women” y su clásico riff inicial que podría ser presentado como el ejemplo más acabado de cómo debe sonar un buen rock.
Tras esta andanada de hits, Jagger presentó a los miembros de la banda, que de a uno iban desfilando por la pasarela que trasladaba al centro del estadio, salvo Watts que, entre el vértigo y la timidez, apenas avanzó uno pasos desde su batería, sin que eso le impidiera ganarse una ovación.
En tanto, Wood se divertía paseando por el escenario esa imagen que lo convirtió desde su ingreso a la banda en 1975 en la quintaesencia de cómo debe ser el look stone.
Párrafo aparte merece Richards, sin duda uno de los íconos vivientes más grandes que dio la historia del rock mundial, quien debajo de esa coraza de viejo pirata que lleva implícita largas noches de rock y vicios, deja traslucir una dulzura irresistible.
El legendario guitarrista, unas de las figuras más queridas y queribles del mundo del rock, tuvo su momento cuando, luego de la ovación más larga que uno pudiera imaginar y casi al borde del ataque de risa por la felicidad que le esto le provocó, se apropió del centro de la escena para interpretar “Can't be seen with you” y “Happy”.
“Los amo de verdad. Son realmente una gran audiencia”, dijo un Richards feliz, que le dio un tono especial a estas frases, como para evitar que por sencillas y trilladas estas palabras perdieran su sentido real.
La armónica de Jagger, el “Dorian Gray” del rock, indicó el comienzo de la citada “Midnight rambler”, en donde el grupo se reconectó con su esencia blusera, en una larga versión que pasó por diversas rítmicas y contó con largas improvisaciones en las guitarras.
Con “Miss you”, el estadio se convirtió en una gran pista de baile y con la intensa “Gimme shelter” el espíritu de los convulsionados últimos años de la década del '60 se hizo presente.
Para el final, la fiesta stone fue llevada al extremo en una sucesión de éxitos que dejaron sin respiro al público. El inicio del fin lo marcó la festejada “Brown Sugar” y luego, todo se tiñó de rojo y las pantallas comenzaron a mostrar mandalas, cruces y hasta la cara del mismísimo Lucifer, para darle paso a “Sympathy for the devil”.
“Jumping Jack Flash” ofició de falsa despedida, y un coro marcó el regreso al escenario para los bises con las estrofas de “You can't always get what you want”, tema que fue ganando en intensidad hacia el final, lo cual dejó el terreno listo para que “Satisfaction” pusiera el broche de oro.
Un concierto de luces y el despliegue de pirotecnia mientras la banda saludaba abrazada en el centro del escenario fue el punto final de una velada en donde el público local volvió a conectarse con una de sus tradiciones roqueras más arraigadas.
Acaso por las advertencias previas y algunas malas experiencias en conciertos realizados hace poco en el país, el público se acercó desde muy temprano al estadio y para las 18, a dos horas de abiertas las puertas y al iniciarse el show de La Beriso, ya había ocupado la mitad de su capacidad.
El grupo oriundo de Avellaneda ratificó su buen momento y brindó un set de 40 minutos, en donde interpretó canciones de “Historias”, su más reciente y exitoso disco.
A las 19.25 fue el turno de Ciro y los Persas, ya ante un estadio casi lleno, quien sacudió al público con algunos clásicos de Los Piojos como “Ruleta”, “Tan lejos” y “Como Alí”, además de “Zapatos de gamuza azul”, de Carl Perkins, en un homenaje a la versión que hizo Moris.}
Tras esa presentación histórica en La Plata, Los Rolling Stones volvieron tocar en el Estadio Único los días miércoles 10 y sábado 13. Tres recitales al palo que dejaron su huella imborrable en la Ciudad.
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