“Ruido”: el dolor de una madre, el calor de muchas

Antes de llegar a Netflix, se estrenó en cines porteños la película de Natalia Beristain sobre una madre que busca a su hija desaparecida

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Una mujer, Julia, busca a su hija: está desaparecida hace 9 meses, casi un año de dolor en silencio y de una respuesta insuficiente, igual de silenciosa, de parte de las instituciones. Pero del abrazo de otras, víctimas de las violencias sistemáticas que atraviesan a las mujeres en México y en el mundo, brotará la esperanza, dice en diálogo con EL DIA Natalia Beristain, la directora y guionista de “Ruido”, que se estrenó ayer en cines porteños, antes de llegar en noviembre a Netflix.

Un proyecto surgido, relata la directora, hace más de diez años: “Una noche fui al teatro, a ver una puesta de ‘Romeo y Julieta’. Y me conmovió muchísimo la escena donde el padre de Julieta llora la muerte de su hija. Justo en ese momento, estaba asistiendo al director de una obra sobre los desaparecidos y desaparecidas en México”, cuenta.

Ambas experiencias comenzaron a entrecruzarse en su mente, a gestar algo. “Empecé a preguntarme qué pasa cuando no tenemos la posibilidad del duelo, de llorar a los nuestros, de enterrar a los nuestros, cómo se vive con un dolor así de grande, a cuestas, todos los días de la vida. Todas esas preguntas fueron la génesis”, dice Beristain, antes del estreno de “Ruido”, que ganó el Premio de la Cooperación Española en el 70º Festival de San Sebastián.

Pero aquella fue solo la semilla, cuenta la cineasta. “En ese entonces no tenía las herramientas, o las preguntas claras. Fue un tema que quedo latente, en medio hice otra película (“Los adioses”), dirigí televisión. Y mientras, seguía investigando, escuchando, educándome, entrevistando, recopilando historias a lo largo de los años, pero sin atreverme a entrar de lleno. Finalmente, hace cuatro años, me di cuenta de que esto no se iba a ningún lado, me seguía pareciendo ineludible, y la realidad en mi país solo recrudecía…”, relata Beristain.

En ese momento, “todo eso que investigué” comenzó a tomar forma. Ese material, “más lo que se sumó en la escritura y el rodaje, termina siendo ese ‘Ruido’ que ya está ahí afuera…”: coproducción argentino-mexicana, Beristain dirige en “Ruido” a su madre, Julieta Egurrola, protagonista de la película, algo que, comenta, comprendió que no era casual a lo largo del rodaje. “En lo personal, no habría podido adentrarme en una temática así, de no haber estado cobijado por mi gente más cercana”, afirma la cineasta mexicana, y rescata, además, la importancia de esa calidez, de ese sentirse acompañado, delante y detrás de la pantalla. “Es casi una historia de horror, sustentada en distintos hechos reales, pero el impulso y el motor para entrar a un tema así es justamente el amor”.

También es gracias al acompañamiento que la madre protagonista del filme pasa, junto con la cámara que la filma, de la quietud a la potencia. “Desde el lenguaje cinematográfico hay una decisión consciente. Al principio Julia, nuestro personaje, está estática, deprimida, inhabilitada, ha decidido resguardarse en su intimidad y seguir el protocolo oficial, donde las cosas no avanzan”, explica Beristain.

Pero “es cuando empieza a tomar acción, a moverse, a conectarse con otras mujeres, a entender que no está sola, que la posibilidad de hilar su dolor con el de otras, aunque estén atravesadas por otras violencias y otras historias, construye y moviliza. Por eso la cámara empieza a moverse con Julia, a tener una presencia más protagónica. Si bien el eje, la columna vertebral de la película, es la historia de Julia buscando a su hija desaparecida, el cuerpo, el sistema nervioso, el corazón de la película son las redes que Julia teje con esas otras mujeres. El poder de lo colectivo”.

La oleada

La película se empapó, en ese sentido, de lo que ocurría en las calles de México, ante el horror que se reproducía sin final, como en todo el mundo, contra las mujeres. “Es un proyecto atravesado por el día a día, por la realidad que constantemente supera a la ficción, en este país y en el mundo”, explica la realizadora de “No quiero dormir sola”, que también ha trabajado como directora en “Luis Miguel. La Serie” y la nueva versión de “La Costa Mosquito”.

“Como está sucediendo globalmente, creo que la posibilidad de cambio está sustentado sobre todo en la lucha de las mujeres, en sus distintos contextos, latitudes: hay ahí una posibilidad de cambio de narrativa. La esperanza está en esta oleada, potentísima, rabiosa, de mujeres más jóvenes que yo que toman las calles, que gritan, que rompen, que se hacen presentes sin pedirle permiso a nadie. Eso, desde mi quehacer, lo acompaño y lo celebro: son la base que permitirá ese cambio de narrativa que creo que podemos construir”, dice Beristain.

“El cine, el arte en general, sí tiene una capacidad transformadora: es una especie de espejo futurista”, agrega. En ese sentido, “Ruido” intenta “generar vínculos”, “dignificar la rabia”, y también “tender puentes intergeneracionales”. “Aspiro a que quien lo vea pueda conectar con ese costado más humano, sin importar el contexto geográfico o generacional”, afirma.

Pero “más que cambiar las cosas, de todos modos”, agrega, “me interesa lanzar preguntas: preguntarnos, como sociedad, cómo podemos permitir que esto siga sucediendo, que las cifras crezcan, que la virulencia con que las mujeres son asesinadas sea cada vez más inenarrable. Me pregunto cómo llegamos hacia allí, y sobre todo, cómo encontramos una posibilidad para cambiar la narrativa”.

“Y en este caso, además”, concluye Beristain, “creo que si a algo aspiro es a que quien atraviesa esto en su realidad, no en la ficción, como nosotras, sepa que no están solas, que las escuchamos, que las acompañamos. Que su dolor también es nuestro”.

“El cine, el arte en general, sí tiene una capacidad transformadora: es una especie de espejo futurista”

Natalia Beristain, directora de “Ruido”

 

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