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Lejos quedó el tiempo en que las mujeres permanecían en casa, ocupándose del hogar y criando hijos. Hoy, la mayoría armoniza esas tareas domésticas con los compromisos laborales extramuros
Lucía junto a su beba / LUCÍA medina
Cecilia Famá
vivirbien@eldia.com
Por necesidad económica, de “oxigenación” mental o por vocación, la mujer moderna combina su profesión u oficio con el rol materno. Con errores y aciertos, ser madre ha sido y será por siempre un aprendizaje continuo. Para muchas, implica romper los moldes de crianza propios y salir al mundo a desarrollarse en el plano laboral y profesional. ¿Son por eso menos madres? Por supuesto que no. Lo explican psicólogos, sociólogos y puericultores, pero también lo confirman ellas mismas, esas mamás que día a día pueden ser exitosas y liderar en una oficina, y a la vez mantenerse atentas, amorosas y comprometidas con sus hijos en casa.
“Siempre es necesario repasar el falso concepto que nos lleva a sentir que podemos ser ‘menos madres’, una y otra vez. En la vorágine maternal y frente a ciertos parámetros desde los cuales ejercemos una comparación, el sentirnos menos, malas madres, culposas, agobiadas, y por lo tanto con ciertos ‘fallos’, es algo que se repite en nuestro interior y toca algún rincón dependiendo de la historia de cada una. Hay mujeres que se preguntan frente a diferentes circunstancias: ¿lo estoy haciendo todo mal?”, se introduce en el tema Laura Krochik, presidenta de la Asociación Civil Argentina de Puericultura.
Y agrega: “nadie nos contó qué era ser madres, porque es una vivencia que toma cuerpo en el momento en que aparece el hijo. Y no es un asunto que se pueda aprender siendo hijos. Es un ejercicio que comienza desde el momento en que ese o esos seres llegan a nuestras vidas, y por ende nos desafían a ejercitar el músculo hasta entonces desconocido de la maternidad. Sin embargo, una vez más, los comentarios externos, muchas veces bienintencionados, acerca de formas de parir, lactancia, estilos de crianza, vinculados con cierto ideal obsoleto de mujer madre perfecta puede movernos a preguntar qué tipo de madres somos, o si lo estamos haciendo bien, y muchas veces, terminar por hacernos sentir verdaderamente mal”, resume la especialista.
“Somos las madres que podemos, que intentamos, que desafiamos el afuera (con sus ‘sugerencias’) y el adentro (con nuestras historias). La maternidad no es una carrera para llegar a ser, consiste en una práctica diaria de mutuo aprendizaje, respeto y amor. Es el ejercicio de responsabilidad y presencia de por vida, de eso no podemos renunciar, es medular”, afirma.
“Pero las madres nos cansamos, agotamos, sentimos tristezas inmensas, desigualdades, necesidad de tiempo personal, agobios, impedimentos, cargas, frustración, miedos, incertidumbres, hartazgo, gritamos, nos salimos del eje para volver a entrar, buscamos para entender mejores maneras, hacemos cosas que antes de ser madres pensamos que jamás, y tantas otras cuestiones que surgen con el desafío diario de maternar”, dice Krochik, sobre este constante aprender a ser madres y acertar y fallar a la vez en el intento.
Elsa, de 75 años, pertenece a una generación bisagra entre esas madres puertas adentro del hogar y las que se arremangaron para salir al universo laboral. Fue empleada en relación de dependencia y luego inició junto a su marido una PyMe que hoy llevan adelante sus hijos Claudia de 47 años, y Guillermo, de 46.
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Ya jubilada, la emprendedora recuerda que “cuando nació mi segundo hijo, dejé de trabajar en relación de dependencia. Retomé actividades laborales en 1991 con la apertura del local junto a Guillermo, mi marido. Mis hijos ya eran adolescentes. La decisión de dejar de trabajar, la tomé porque sentía que no podía hacer las dos cosas. Al reiniciar mi vida laboral, podía organizar la vida familiar y laboral, sin inconvenientes, ya que mis hijos eran más grandes, por lo que requerían menos de mi atención en las pequeñas cosas del día a día”.
“Cuando retomé el trabajo, me levantaba temprano para preparar el desayuno para todos, iba a trabajar al local (de parrillas), volvía al mediodía a casa para almorzar con los chicos, volvía al local, a la nochecita regresaba a casa a preparar la cena, y dejar organizado el almuerzo para el otro día. Esto es muy pero muy resumido; en el medio había quehaceres domésticos, atención a padres grandes con alguna enfermedad, acompañamiento a los hijos... ¡y algo de vida social, jajaja!”, se ríe Elsa al rememorar esos tiempos agitados.
Elsa nació en una familia clásica de la época. Su papá era empleado y su madre se encargaba de la atención de la familia y la casa. “Yo, en cambio, inicié una familia donde los dos trabajábamos en relación de dependencia”, dice con orgullo de haber podido dejarles a sus hijos también un emprendimiento sólido en el cual ellos mismos hoy se desempeñan. Ser mamá, para Elsa es “sonrisas, proyectos, felicidad al ver a mis hijos realizados con lo que ellos quisieron ser”.
Fruto de esa familia, es Claudia (47), hoy también mamá y empresaria PyMe, heredera de las dos vocaciones de su madre. A diario, combina sus actividades laborales con la crianza de Facundo (19) y Julieta (17). ¿Cómo lo hace? “Ahora es más sencillo que hace unos años, por las edades de los chicos. Mientras eran lactantes venían al local conmigo, las horas que allí estuviera. Cuando fueron más grandes los llevamos a la guardería unas horas. Luego fueron a la escuela doble jornada. Quienes me ayudaron mucho a maternar fueron mis papás, ya que mi marido es ingeniero y trabaja fuera de la ciudad la mayor parte del tiempo, por lo que la que estaba a cargo de los peques era yo”, recuerda y agradece.
“No resigné nada en lo laboral por ser mamá. Lo que sí dejé de hacer, por un tiempo, fueron cosas que me gustaba hacer, ya que después de irme del trabajo estaba a total disposición de los chicos para sus actividades. No siento que tenga materias pendientes”, afirma Claudia.
“Siempre quise ser mamá. Para mí, nunca fue “un mandato a cumplir. Yo quería ser una mamá joven y fui coherente con ese deseo. Fui mamá por primera vez a los 27 años. Siempre trabajé en la empresa familiar. Cuando tuve a Facundo, ya éramos socios mis papás, mi hermano y yo. No tuve diferencias importantes entre la expectativa que tenía y la realidad, me fui adaptando a las circunstancias que se iban presentando”, dice, con la paz de haber podido cumplir con todos sus proyectos.
Para Claudia, ser mamá “es de lo mejor que me pasó en la vida. Mis hijos son las personas a las que la vida y mi amor me van a unir eternamente. Quiero que ellos se sientan libres y elijan lo que los haga felices”.
Romina Chiffel es broker inmobiliaria. Tiene 39 años, una hermosa hija de 2 años, Bernardita, y un bebé en camino. Se formó como contadora pública y coach ontológica. Actualmente está finalizando su carrera como martillera pública y una diplomatura en coach ejecutiva.
¿Cómo lleva adelante todo eso y además cría a una beba de 2? “Disfruto mucho de mi trabajo y también de mi rol como mamá. La coordinación entre ambos roles es difícil, por momentos agotadora, pero siempre trato de ser consciente de que mi elección es no perder ni postergar mi realización personal y profesional. Creo que ambos roles son perfectamente compatibles, pero sólo si es una decisión consciente”.
“En mi caso, en mi primer embarazo trabajé hasta el mismo día en que rompí bolsa y organicé mi agenda para poder estar el primer mes cuidando a mi bebé y recuperándome en mi casa. Luego, paulatinamente, fui agregando horas a mi jornada laboral, para volver a mi ritmo habitual. Creo que es importante entender que si ambas partes de la pareja van a elegir ocupar espacios laborales full-time, ambos también son responsables de la crianza y el cuidado del bebe. Con Gerónimo, mi pareja y socio, entendemos que somos un equipo en el que ninguno es más importante que el otro, y así vivimos y trabajamos”, confiesa Romina.
¿A veces se resignan cosas? “No siento que resigne temas profesionales, sí que en ciertas circunstancias elegí quedarme con mi hija, sobre todo en el primer año, dejé muchos viajes laborales porque creí que no era el momento para hacerlos, pero no considero haber resignado cosas. Sí tuve que resignificar espacios y priorizar mis funciones y acciones para hacerlas lo más efectivas posibles en cuanto a tiempo y calidad. Tuve que aprender a delegar tareas que me gustaban hacer y pero no era donde realmente aportaba valor, y armar un equipo en el que confíe tanto en el ámbito laboral como en el personal”.
¿Cómo es un día de una mamá broker inmobiliaria con más de 50 agentes a cargo? “Puede variar mucho de acuerdo a mi planificación de agenda. Por ejemplo, hoy me levante a las 6.50. Fui a entrenar crossfit, me bañé y me cambié en el gimnasio. La primera reunión grupal de programación de objetivos para el último trimestre del año la programé para las 9.30, y entre las 11 y las 13 tuve entrevistas individuales de gestión con parte de mi equipo. Hice un break para almorzar”.
“A las 14 hice una entrevista con un posible candidato, y luego tuve reunión de gerencia con mi socio para determinar pasos de acción y planificación de acciones para noviembre y diciembre. En general organizo mi día para poder estar libre cerca de las 17, en que retiro a mi bebé de la guardería. No la llevo pero sí me gusta ir a buscarla a diario. Y luego merendamos juntas, jugamos y vamos a pasear en bici la mayoría de los días. Sí es verdad que mi agenda está programada al 70% antes de iniciar la semana, para poder aprovechar al máximo mis horas en la oficina y tratar de estar lo más liberada posible al momento de llegar a mi casa”, resume.
Para ella, para quien la planificación es clave, la maternidad llegó fuera de agenda. “No tenía planificado ser mamá, ni la primera vez, ni ahora, la segunda. La verdad que con mi primer bebé me encontraba en un momento de cambio, hacía pocos meses que había renunciado a un trabajo en relación de dependencia en el estado provincial y fue un cimbronazo en mi vida. Pero pasado el impacto inicial y los malestares de los primeros meses todo se fue acomodando. Y cuando la vi nacer fue lo más maravilloso que me pasó en la vida, es el amor más puro y más sincero que puede existir. Ser mamá es la experiencia más hermosa de mi vida, y es una responsabilidad enorme. Amo ser mamá, y amo poder criarla con libertad y enseñarle a mi hija con el ejemplo que las mujeres podemos ser mamás amorosas y profesionales exitosas, mujeres autosuficientes tanto económica como emocionalmente que eligen compartir su vida con una pareja por amor y no por necesidad de ningún tipo”, dice Romina, mientras se traslada desde su oficina, con Berni a upa y otro bebé en camino.
Por su parte, Lucía Medina (37) es diseñadora en comunicación visual y trabaja en su emprendimiento desde hace 4 años. Hace estampas en pañuelos y otras prendas y accesorios en un estudio de diseño y también de forma freelance en proyectos para marcas personales hace más de 14. En la pandemia se convirtió en mamá de Joaquina (2).
¿Cómo es para ella coordinar las actividades laborales con la maternidad? “Es un desafío constante de flexibilidad y aprendizaje. Intento organizarme en bloques de trabajo cuando ella va al jardín maternal, y también hacerla partícipe en las tareas y actividades en que la puedo integrar, como por ejemplo sesiones de fotos, ida a los proveedores, reuniones de trabajo con mi socia Je. Desde bebé (en la panza, con las videollamadas durante la pandemia) siento que me acompaña y conoce lo que hago. ¡Reconoce los pañuelos, juega y los dobla mejor que yo!”, bromea Lu.
“Siento que en estos primeros años es clave el tiempo de calidad y la presencia; es real que la disponibilidad de tiempo para el trabajo cambia y mucho. Hoy en día, trato de combinar lo más posible mi rol profesional con ser mamá, sabiendo que mi prioridad es adaptarme lo más posible a sus tiempos y necesidades. Me re pienso constantemente a nivel trabajo, para hacer realmente las tareas que generan valor. Lo que puedo delegar, lo delego. Pienso formas de resolver sin que se necesite de mi presencia (profesionalizar procesos, logística, decir no, rediseñar implementaciones, etcétera). Creo que es complejo y al mismo tiempo, te hace decidir muy bien a qué dedicar el tiempo profesional”, descubrió Lucía.
“Mi frase de cabecera, desde hace dos años, es ‘me estoy acomodando’; y creo que un poco será así por bastante tiempo más. Intento concentrarme en lo más estratégico y creativo por las mañanas y dejo para la tarde todo lo que puedo hacer con Joaquina en casa. Trabajar remoto me ayuda a poder combinar diferentes aspectos y además tener libertad de acción respecto a a horarios, a organizar reuniones, y proyectos. También es súper importante contar con las abuelas, tías y familiares para poder disponer de otros tiempos extras en caso que sea necesario”, dice la emprendedora.
“No pensé mucho en cómo sería todo realmente, sí tuve claro que quería estar presente lo más posible en la crianza. Quizás creo que la realidad es profunda e intensa respecto de la expectativa en lo referente a todo lo que implica ser madre, ser profesional, ser pareja, ser amiga, ser mujer y la lista sigue... Los estilemas sociales o lo que la sociedad pretende o piensa por suerte se está deconstruyendo y visibilizando, porque creo que hacemos magia a nivel físico, emocional y mental”, se acelera, pero confiesa que vale la pena, porque ser mamá, al fin y al cabo, “es una revolución de amor puro, entrega, felicidad, disfrute, enseñanza y autoconocimiento”.
Pueden ser exitosas y líderes en una oficina y a la vez amorosas con sus hijos en casa
Con errores y aciertos, ser madres ha sido y será siempre un aprendizaje
Lucía junto a su beba / LUCÍA medina
LA NIÑA, ENTRETENIDA / LUCÍA medina
Mientras la pequeña disfruta un chupetín, su mamá posa para la cámara / SEBASTIÁN CASALI
Claudia JUNTO A SU HIJA, Julieta / CLAUDIA Gómez romeo
Abuela y madre junto a su nieta e hija / CLAUDIA Gómez romeo
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