China se cansó de Xi: “Basta de restricciones anticovid”
Edición Impresa | 28 de Noviembre de 2022 | 01:47

SHANGHAI
Manifestantes enojados por las estrictas medidas contra el virus pidieron ayer la dimisión del presidente de China, un reproche sin precedentes al tiempo que las autoridades de al menos ocho ciudades se esforzaban por reprimir las manifestaciones, que constituyen un inusual desafío directo al gobernante Partido Comunista.
La policía expulsó con gas lacrimógeno a los manifestantes de Shanghai que pedían la dimisión de Xi Jinping y el fin del régimen unipartidista, pero horas después la gente volvió a concentrarse en el mismo lugar. La policía dispersó de nuevo la manifestación, y un reportero vio cómo los manifestantes detenidos eran llevados en un micro.
Las protestas -que comenzaron el viernes y se han extendido a ciudades como la capital, Beijing, y a decenas de universidades- constituyen la demostración de oposición al partido gobernante más extendida en décadas.
En un video de la protesta en Shanghai verificado por agencias internacionales de noticias, los gritos de los manifestantes se escuchaban alto y claro: “¡Xi Jinping, renuncia! ¡Partido Comunista, renuncia!”.
Xi, el líder más poderoso desde al menos la década de 1980, se autoconcedió en octubre un tercer mandato de cinco años como líder del partido gobernante. Algunos prevén que intentará mantenerse en el poder de por vida.
Tres años después de que apareciera el virus, China es el único país importante que sigue intentando detener la transmisión del Covid-19. Su estrategia de “cero Covid” ha suspendido el acceso a los barrios durante semanas. En algunas ciudades se realizan pruebas diarias del virus a millones de residentes.
Esto ha logrado, presuntamente, que las cifras de infección en China sean inferiores a las de EE UU y otros países importantes, pero la aceptación pública se ha agotado. Las personas que permanecen en cuarentena en sus casas en algunas zonas afirman que carecen de alimentos y medicamentos.
FURIA CRECIENTE
El partido en el poder se enfrentó a la ira pública tras la muerte de dos niños cuyos padres dijeron que los controles contra el virus obstaculizaron los esfuerzos para recibir ayuda médica.
Las protestas estallaron después de que el jueves pasado se produjera un incendio que causó la muerte de al menos 10 personas en un edificio de departamentos en la ciudad de Urumqi, al noroeste del país, donde algunos llevan cuatro meses encerrados en sus casas, vigilados por vehículos del gobierno estacionados en el estrecho callejón donde se sitúa la torre devorada por las llamas.
Esto provocó una avalancha de cuestionamientos airados en internet sobre si los bomberos o las personas que intentaban escapar estaban atrapados por tener las puertas cerradas con llave o por otras restricciones contra el virus. Alrededor de 300 manifestantes se reunieron el sábado por la noche en Shanghai, cuyos 25 millones de habitantes estuvieron confinados en sus casas durante casi dos meses desde finales de marzo.
En una calle que lleva el nombre de Urumqi, un grupo de manifestantes llevó velas, flores y carteles en honor a los fallecidos en el incendio. Otro, según un manifestante que prefirió mantener el anonimato, se mostró más activo, gritando consignas antigubernamentales y cantando el himno nacional.
El manifestante y otro, que solo dio su apellido, Zhao, confirmaron los gritos contra Xi. Al igual que otras personas que hablaron con periodistas extranjeros sobre las protestas, no quisieron ser identificados por miedo a ser detenidos o a las represalias.
El ambiente de la protesta animó a la gente a hablar de temas considerados tabú, como la represión de las protestas a favor de la democracia en la Plaza de Tiananmén en 1989, según dijo el manifestante anónimo.
“¡QUEREMOS COMER!
En este marco, cientos de pekineses desafiaron el frío anoche y atendieron el llamado a manifestarse que cundía por las redes sociales, en una concentración silenciosa contra el gobierno.
Alentados por el hartazgo que sienten por las restricciones sanitarias, los participantes se congregaron a orillas del río Liangma, al término de una jornada marcada por otras marchas similares celebradas en varios puntos del país.
“¡Nada de tests de Covid, queremos comer!”, gritaban los manifestantes, algunos ondeando hojas de papel en blanco, en alusión a la censura, y otros encendiendo velas en un altar improvisado, en el que también se colocaron ramos de flores para honrar a las víctimas del edificio incendiado.
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