Alicia Casamiquela: “La educación debe tener tres pilares: la casa, la escuela y el club”

Apenas era una adolescente cuando llegó a Gimnasia como parte de un equipo escolar de vóley que arrasaba con sus rivales. Se quedó casi 70 años en la institución, como jugadora y DT pionera en su campo. Cree que el mayor éxito de un entrenador es formar atletas con valores

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Francisco L. Lagomarsino

flagomarsino@eldia.com

El incesante traqueteo de coches y micros sobre el empedrado de calle 10, en las inmediaciones del parque Saavedra, es la banda de sonido algo fastidiosa de una cuadra en la que abunda la iconografía albirroja: garabatos y leyendas se acumulan despiadadamente sobre muros, portones y mobiliario urbano. Paradójicamente, quien vive allí es uno de los símbolos del club Gimnasia y Esgrima. Una referente en la formación de deportistas que llevó la divisa tripera a lo más alto en el plano competitivo y, pionera en su ámbito, condujo un equipo emblemático cosechando reconocimiento nacional e internacional.

Al entrar a la casa de Alicia Caporali de Casamiquela, ex jugadora y entrenadora de vóleibol durante siete décadas, alma máter de las legendarias “Lobas” que marcaron una época, y acreedora de decenas de galardones, se suman a la sinfonía cotidiana los ladridos de tres perros enormes y cuidados, rescatados de diferentes entornos desfavorables, que tras un par de minutos se convierten en amables y curiosos guardianes. “Es verdad, esta cuadra es muy ruidosa pero estamos acostumbrados”, advierte Alicia; “de todos modos, alrededor de las ocho me levanto, es la hora en que necesito hacerlo, y leo el diario: EL DIA llega desde siempre. Estoy acá desde 1964, cuando me casé, y ciertamente el ritmo era más tranquilo”.

“Además, me tocó un barrio pincha” agrega: “meten los graffitti por todos lados; ya me lo tomo a risa, porque si los borramos, al otro día reaparecen; no pintamos más el portón. Me ha ocurrido de estar sentada en el parque, con mis perritos alrededor, y que pasaran dos muchachos bastante jóvenes y me encararan: ‘¿usted qué hace acá?’. ‘¿Yo? ¿Y ustedes qué hacen?’ les retruqué. ‘No tendría que venir por acá... usted es tripera y nosotros somos los dueños de este parque’ me aconsejaron. Insólito; por supuesto que me quedé y sigo yendo, es la plaza de mi barrio desde hace 60 años”.

“Tengo buena onda con los pinchas” aclara; “no soy enemiga ni mucho menos, entiendo el folklore pero no soy de cargar, para nada, sobre todo por mi formación: fui entrenadora, profesora, maestra, directora de escuela, inspectora, no puedo hacer lo contrario de lo que he enseñado. Cuando en la actualidad vemos chicos haciendo desastres, descontrolados, agresivos, sin respeto por las personas ni las cosas, la vida de ellos ni los demás, es tremendo, y nos tenemos que preguntar ¿qué hemos hecho con los jóvenes?”

Preseleccionada nacional como jugadora, primera mujer en dirigir un equipo de vóley, primera entrenadora de una selección, Ciudadana Ilustre platense, destacada como pionera en lo suyo por el Comité Olímpico Internacional, Alicia es ejemplar y reconocida en el plano deportivo, pero su universo contiene múltiples dimensiones adicionales: la pedagógica, la artística, la política y social, la institucional, incluso la gastronómica. Y las expresa por medio de una conversación amena, frontal y transparente.

AULAS, MOMOS, TRANVÍAS Y PELOTAS

Ethel Alicia nació en el barrio de 11 y 40. “En ese momento lo llamaban La Loma. Vivíamos a una cuadra de donde empezó la tradición de quemar un muñeco para fin de año, en la esquina de 10 y 40. Por la 40 entre 9 y 12 pasaba el tranvía 14, y durante las Fiestas, cuando los chicos lo veían llegar por 9, llenaban las vías de rompeportones hechos con latas y pólvora casera. A la noche el tranvía ya dejaba de pasar y ahí se encendía el muñeco”.

“Todos los nenes y nenas del barrio nos conocíamos y también nuestras familias. Mi papá, Arturo Caporali, tenía junto a mi tío Atilio Ferrari un almacén grande ahí mismo en 11 y 40, y al lado un bar con despacho de bebidas y billar. Estaban los Aletti, los Rucci, los Cassino que tenían farmacia, los Lombardo... En las noches de verano, todos los grandes salían a la vereda con las sillas y jugábamos a la escondida, a la rayuela. Era un barrio bien barrio”.

“La Primaria la hice en la Escuela 2, de 9 entre 47 y 48; ahí iba con mi hermano, primos, amigos como Juan Carlos Van Raap y Héctor Carri, un prodigio que se recibió de médico a los 23 años y falleció a los 25. Con otros me encontraba en la cancha, porque mi tía Carmen y su esposo Alfonso nos llevaba desde los cinco años; cuando se hizo la primera platea ellos colaboraron y compraron, y yo a esa edad me iba a los juegos o al balcón de los periodistas”.

“La secundaria la hice en el Normal 1. Y en las clases de Educación Física, en gran parte por mérito de la profesora Clara Maiztegui que nos mostró los deportes, se fue armando un gran equipo de pelota al cesto que jugaba también muy bien al vóleibol. Empezamos a participar en torneos y destacarnos, y venía cada vez más gente a vernos. En una final de pelota al cesto contra el Normal 2, que se jugó en Gimnasia, las tribunas estaban llenas de universitarios -que no eran del agrado del gobierno de entonces-. Aparentemente, el novio de una jugadora del Normal 2 le pegó a otro pibe del Normal 1, y eso dio pie a que entrara la policía y se armara una trifulca total. Los agentes corrieron a los chicos con los perros hasta 7 y 49, pero cuando les largaron las correas a los animales, los estudiantes liberaron un montón de gatos, los perros dispararon para cualquier lado y pudieron zafar”.

“En definitiva, por las buenas actuaciones el club Gimnasia nos invitó a una ‘quincena deportiva’. Y bueno, fuimos a jugar, y nos convocaron a quedarnos a cinco jugadoras del equipo del Normal. Desde entonces, estuve en Gimnasia por siempre”.

TRIPERA Y FUTBOLERA

“Soy futbolera y tripera, y es inevitable. Mi papá fue jugador de Gimnasia. La familia era casi toda gimnasista, y tanto mi hermano Osvaldo, “Pichi” -que era un exquisito del fútbol y falleció hace pocos meses-, como yo, jugamos en el Lobo”.

Al calor del éxito mundialista, Alicia sostiene que se pueden rescatar enseñanzas del éxito de la selección consagrada en Qatar. “Hay una cosa que me llamó la atención y me emocionó” revela. “El primer partido fue un fracaso, y todos nos sentimos muy mal. El propio Scaloni cuenta que estaba muy decepcionado, pensando en cómo revertir el tema, y se le acerca Messi y lo tranquiliza: ‘vamos a darlo vuelta, a ir para adelante y mostrarnos como somos, y empezar a pelear el torneo’. Y también lo dijo a los periodistas. Fue un gesto fantástico; Messi es muy especial, no sólo en lo deportivo sino como figura en su totalidad. Y un gran logro de Scaloni, pero con gran mérito de Messi, fue hacer un equipo de amigos. En un deporte colectivo, para alcanzar logros, todos deben ser, por lo menos, muy buenos compañeros adentro y afuera de la cancha o el gimnasio; pero si son amigos, hay un plus. Eso no debe fallar”.

EL TEATRO DE LOS SUEÑOS

“Siempre fui muy aficionada al baile, la música clásica y la ópera, me encantaba ir al antiguo Teatro Argentino. Cuando era chica bailaba en los pies de mi mamá, Angélica Ferrari, ‘Queca’, y me decían ‘la bailarina’. De hecho, quería dedicarme a serlo, pero mamá sostenía que no quería una hija ‘bataclana’. Y tampoco quería que fuera deportista, sino mandarme a estudiar artes y oficios. Fue papá el que sentenció que podía ser lo que quisiera ser”.

“Teníamos primos en Buenos Aires, y con uno de ellos, Norberto Balotta, que tiene 87 años como yo, y con quien aún nos visitamos, salíamos a ver conciertos al Colón cuando me tocaba jugar de visitante allá. Me encantan los clásicos, principalmente Beethoven, pero también Mozart, Tchaikovsky, Brahms, Wagner, Strauss. Recuerdo cuando mi tío Gaetano, el mayor de los hermanos de papá, ponía sus discos de pasta de ópera en la victrola y giraba la manivela para hacerla funcionar. Aún hoy, cuando estoy cocinando, me gusta sintonizar la tele en el canal en que pasan música sinfónica. Soy una cocinera muy minuciosa, y es el acompañamiento perfecto”.

LA MAESTRA NÓMADE

“Me recibí de maestra a los 18; en Gimnasia ya jugaba, desde que estaba en cuarto año del secundario. Me intención era estudiar en la UNLP el profesorado de Educación Física, que era una novedad, y también arrancar Letras. Al final, mi tiempo como estudiante fue breve, y fue porque mamá me hizo una ‘jugarreta’ inesperada; en ese momento, para conseguir laburo era indispensable presentar el carnet de afiliación al peronismo, y ella me lo gestionó, sin que yo supiera, con una conocida. Lo que lloré y sufrí no tiene nombre; mamá me dijo ‘Alicia, tenés que ir a trabajar a una escuela de Bernal’. Y no me quedó otra, porque enseguida mis viejos se quedaron en la calle; les armaron unas multas por no hacer propaganda oficialista, los metieron presos, y les sacaron el negocio. Por suerte, mi papá había construido un departamento para mi hermano y una casa para nosotros en 11 entre 36 y 37, frente al canal de desagüe que salía por la 11 hasta el arroyo El Gato. Ahí se terminaba entonces el entubamiento, y a mí me encantaba sentarme a carburar mirando como caía el agua. A mi papá ni siquiera lo quisieron jubilar, y nunca recuperó nada. Lo ayudamos los hijos”.

“Viví con mi sueldo de maestra como pude, y de Bernal me mandaron a Lanús, a Villa Caraza, donde habían armado un asentamiento con inmigrantes rusos, libaneses, alemanes, polacos, italianos, con casas de tablones y cartón, y puertas de bolsas de arpillera. Sus hijos fueron mis alumnos y les dimos de comer; no sabían usar utensilios, cortar una milanesa, tomar la sopa con cuchara, eran analfabetos... Mientras tanto, intentaba seguir estudiando pero no me daban los tiempos y al final dejé la facultad. De Lanús fui a organizar Berazategui, que era un distrito nuevo; de ahí, a fundar una escuela en Florencio Varela. Derrocado Perón, pasé por la secretaría de Inspección de Quilmes. Terminé con oficina en La Plata, en 57 entre 8 y 9, con 177 escuelas y 73 inspectores a cargo, desde Avellaneda a Chascomús, como secretaria técnica”.

NACE UNA DT

“Toda mi formación educativa busqué transferirla al vóleibol; los que estamos en el deporte somos conscientes, o deberíamos serlo, de que la enseñanza empieza por casa, sigue en las escuelas y culmina en lo deportivo. Y el entrenador, sobre todo el que está con los jóvenes, no puede olvidar en ningún momento que es un formador y debe inculcar lo que es apoyarse en todos los órdenes de la vida en valores como la honestidad, el sacrificio, el compañerismo, la responsabilidad... Valores que no pasan por su mejor momento, pero hay que rescatarlos”.

“Cuando empecé a ser entrenadora, me miraban de costado hasta que se dieron cuenta de que era una más y competía como tal, pero algo que no cambió es que todos los demás DTs de la élite eran hombres, y ahora también. En este momento, en Argentina, sólo River tiene entrenadora. Sí hubo un cambio en las inferiores, donde hay más mujeres y es de esperar que vayan llegando más alto”.

“A fines de los ‘60, Gimnasia tenía un muy buen entrenador, Abel Miri, que conocía de cuando yo estaba como armadora en la selección femenina y él se destacaba en la masculina. Pero se recibió de arquitecto, se casó y se fue a la capital federal. Yo, como referente, quedé a cargo del equipo femenino sin saber demasiado del tema, en una especie de interinato esperando que designaran a un hombre. Pero nos empezó a ir bien, llegamos a disputar un campeonato con Boca que nos ganó con arbitrajes escandalosos, y empezamos a figurar siempre arriba. Desde 1970 hasta 1975, participamos y ganamos torneos internacionales; una de las veces fue en Chile, donde estaba Pinochet en el lugar en que antes nos había recibido Salvador Allende, y nos llevaron a un club en cuya galería se veían marcas de balazos y peleas del golpe”.

DEFINICIONES A CARA DE LOBA

“A pesar de que soy alegre, como entrenadora estoy siempre seria. En la cancha soy así porque estoy muy metida en el juego, y permanentemente concentrada dando instrucciones. Pero entre esa seriedad estoy siempre dando señales de respaldo a las chicas. Un abrazo, una palmada, un gesto o una palabra son indispensables para cualquier jugador, que debe tener la certeza de que el conductor lo apoya y le está depositando su confianza”.

“Si una jugadora es brillante, pero nadie la quiere, la saco. Si tiene actitudes que no suman, se tiene que ir. Me tocó, por suerte, muy poco. Una vez eché a una chica que me contestó muy mal y era la mejor jugadora; le dije que se fuera, pero se puso a llorar, nos abrazamos y se terminó el problema. Tengo tolerancia, pero a veces las situaciones se ponen insostenibles y hay que tomar decisiones a tiempo. Me fijo mucho en la calidad humana de quienes integran un plantel. Y no se puede avalar a una persona que perjudica a sus compañeros”.

“Una de mis frases preferidas es ‘chicas, en la vida, como en el deporte, si son inteligentes van a aprender que de los errores se aprende’. Si repetís una equivocación es porque no te estás dando cuenta de por qué la estás cometiendo. El error es un gran maestro y no sirve retar a las jugadoras ni enojarse sino hacérselos ver”.

“Nunca se debe subestimar al adversario ni dejarse llevar por las rivalidades de afuera. Yo hacía hincapié ante las jugadoras en que Estudiantes, es cierto, es un rival especial; pero no un enemigo. Considerar al de enfrente un enemigo o cargarse demasiado negativamente en contra te perjudica”.

LOS AÑOS DORADOS

“En el ‘82 me jubilé de Educación, por razones personales. Tres años después, un grupo de jugadoras me vino a buscar, con la idea de armar un proyecto en Gimnasia. Había pasado diez años formándome y observando trabajar a los mejores técnicos y equipos de vóleibol, y acepté. En 1985, el club estaba peleando el descenso, pero en poco tiempo empezamos a mirar para arriba de la tabla y no hacia abajo. Nos consolidamos entre los 8 primeros, y empecé a traer y mechar algunas extranjeras. El progreso no paró, y en la temporada ‘99-’00 fue la explosión, el primer campeonato y el inicio de Las Lobas, que fueron bautizadas por El Gráfico en el marco de una producción de fotos y tuvieron una época dorada de más de cinco años. Nos llovieron trofeos, invitaciones, fotos, diplomas, placas, medallas, homenajes”.

“ Valores como la honestidad, el esfuerzo, el compañerismo, la responsabilidad, no pasan su mejor momento, pero hay que rescatarlos”

“El último torneo que ganamos fue ante Boca, un sábado lluvioso de los que me encantan. Semanas después, me llamó el entonces presidente del club, que nos había hecho un montón de promesas, y me dijo que no había más respaldo al básquet ni vóley. Se me fueron todas las jugadoras, y me quedé tres años con las juveniles. Casi descendemos, lo que hubiera sido lamentable porque Gimnasia nunca bajó de categoría en vóley femenino. Con el tiempo y merced al trabajo de mi hija Paula, al frente del plantel, volvieron a gritar campeonas en 2017”.

“Las Lobas marcaron una época. Para eso, hubo jugadoras sobresalientes que mostraron el camino en varias generaciones: Nora Peña, Maia y Geraldine Constant, Carla Morel, Mariana Burgos, Marcela Re, Cristina Tamone, Eva Parcio, Josefina Fernández... Algunas se hicieron DTs. Erika Mercado, una chica ecuatoriana que se formó acá, estuvo ternada este año para los premios Olimpia. Hoy tenemos un buen equipo, joven, pero no hay nadie formado en Gimnasia. Nosotros teníamos una o dos brasileñas para dar un salto de calidad, y el resto eran todas chicas hechas en el club”.

GIMNASIA, DESDE EL ALMA

Fue en la sede tripera donde Alicia conoció a su esposo, Rodolfo Casamiquela. Rodolfo, quien murió en 2015 a los 85 años, fue titular de la subcomisión de vóley, presidió la Federación Metropolitana de ese deporte, y fue vicepresidente mens sana, ademas de permanente colaborador y hombre de consulta. Su hija Paula fue jugadora y entrenadora campeona con el vóley femenino; su hijo Hernán es considerado uno de los mejores árbitros del país, con proyección en el exterior, y también vistió la azul y blanca.

“ Toda mi vida pasó por Gimnasia, y a pesar de los malos dirigentes, siempre que me llamen voy a tratar de poner mi grano de arena”

“Hace 70 años que estoy en Gimnasia; toda mi vida pasó por el club y lamentablemente tuvimos dirigentes que se equivocaron mucho, autoridades que siempre, ante varias opciones, elegían la peor. Presidentes que se creían patrones o dueños y no consensuaban, y desorden. Por dar un ejemplo, pudimos traer a Griguol y su gente antes de que triunfaran en Ferro; estaba todo hablado para armar el proyecto, pero un grupo de dirigentes se mandó solo por otro lado, y trajo a otro técnico. ¿Resultado? Nos fuimos al descenso y estuvimos cinco años sin poder volver. Gimnasia está en una situación extremadamente delicada y no va a ser fácil reconstruirlo, pero acepté estar en el Tribunal de Honor, porque siempre que me llamen, voy a tratar de poner mi granito de arena”.

EL “VIEJO”

“En la época de Griguol en Gimnasia entablamos una amistad linda, con mucho humor, el tenía una picardía especial y conversábamos bastante. Y coincidíamos en poner mucha atención en lo formativo, porque está bien que los nenes quieran ganar, el juego y el deporte tienen objetivos, pero lo más importante es saber ganar y saber perder. Si vos sabés ganar sos un fenómeno, vas y saludás al que perdió, y no lo sobrás ni lo cargás. Está bien ganar, siempre que sea con métodos nobles”.

“El caso es que me llevaba muy bien con Timoteo, y nos cruzábamos en los entrenamientos. Había confianza, y un día allá por los ‘90, es decir antes de Las Lobas, me sorprendió algo que les dijo a los jugadores y le tiré medio en broma ‘¡eh, pero que estás diciendo vos, viejo, qué te pasa!’ y él me respondió con su tonada entre risas ‘¡qué me venís a decir, que yo ya salí campeón y a vos todavía te falta!’. Era competitivo pero estaba obsesionado con la formación; en otra ocasión me vino a buscar a la mañana al gimnasio, sabiendo que tenía contactos en la educación y me pidió ‘Chiquita, necesito un favor; tengo quince chicos menores que llegaron del interior y no tienen colegio secundario, por favor fijate si podemos hacer algo’. Eran 17, a todos les conseguí un lugar en la escuela nocturna y todos se recibieron, eso trabajaba yo con él y fue una gran satisfacción. Era un gran tipo Griguol, muy detallista, y Javier Valdecantos, otro fenómeno”.

“Alguien que viene mucho a visitarme cuando anda por la Argentina es Troglio. Buena persona, muy amigo, coincidíamos mucho en el club. Su hija jugó con Paula en el equipo de vóley, y Pedro se viene a tomar café cada vez que puede”.

 

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