Jamás hubo en la historia una fiesta más extensa y concurrida

Claves de la eclosión en el país y también en el mundo por el triunfo del fútbol argentino en Qatar. Un acontecimiento que empieza a ser analizado por sociólogos, escritores y periodistas. Diversos testimonios

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Por MARCELO ORTALE

marhila2003@yahoo.com.ar

El fútbol pudo. No la política, no la religión, no los festivales artísticos. Tanto en la Argentina como en muchos países del mundo sociólogos, escritores, periodistas vienen haciendo comparaciones y análisis sobre la inédita movilización de 5 millones de habitantes que hace pocos días, en el área metropolitana, salieron a festejar el campeonato del mundo logrado por la selección argentina en Qatar. Y la primera coincidencia a la que arribaron es la de que se trató, sin dudas, de la movilización popular más grande de la historia de la humanidad. Si se sumaran los contingentes que festejaron en el resto del país, la suma llegaría a cifras aún mucho más elevadas.

Ese número no fue alcanzado, ni remotamente en la Argentina por el 17 de Octubre, los funerales de Evita, el regreso de Perón al país –se habló de algo más de dos millones de personas-, la recuperación de la democracia en 1983 ni por las multitudes que asistieron a los actos electorales de Alfonsín y de Lúder en la avenida 9 de Julio, que orillaron el millón de asistentes cada una. El muy mediático Papa Juan Pablo II no pasó de centenares de miles de personas en sus visitas de 1982 y 1987. Tampoco se llegó a esa cumbre tan alta en los festejos por el Mundial del 86.

Es notable, pero en la historia universal no se registra un desborde pasional semejante. Se hicieron en los últimos días estudios comparativos que llevan a siglos atrás. El Motín del Té (el Boston Tea Party) de 1789, que desembocó en la independencia de los Estados Unidos, concitó sólidos apoyos, pero no multitudes semejantes. Aunque sí revoltosas, tampoco hubo marchas numerosas durante la Revolución Francesa. No fueron sino unos pocos miles los que asaltaron la Bastilla.

En el siglo pasado, la Marcha de la Sal impulsada en 1930 por el pacífico Mahatma Gandhi convocó primeramente a 78 seguidores, que recorrieron a pie, durante veinticuatro días, un camino de 300 kilómetros para llegar al mar, en protesta por el impuesto a la sal decretado por los británicos. Se cree que al arribar a la costa, la marcha había reunido a cerca de un millón y medio de manifestantes, 60 mil de ellos detenidos por las autoridades inglesas. Por la repercusión universal que alcanzó, esa marcha derivaría en la independencia de la India.

No se arrimó a la movilización futbolera de hace pocos días la marcha por los derechos civiles que Martin Luther King encabezó en 1963 en los Estados Unido. Entre 200 y 300 mil personas consolidaron el reclamo de la gente de color. El ruidoso festival hippie de Woodstock realizado en 1969 en los Estados Unidos congregó a 500 mil fanáticos.

Curiosamente sí juntó mucha gente la “revolución cantada” de los fríos países bálticos que, entre 1987 y 1991, desembocó en la independencia de Letonia, Estonia y Lituania. Dos millones de personas se tomaron de las manos ante la frontera de la entonces avasallante Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y concretaron una cadena de más de 600 kilómetros, que alcanzó un incontenible poder mediático.

La impactante celebración en Bangladesh, que vivió la consagración como propia

Pero el fútbol y, fundamentalmente Messi, pudieron más. En esta oportunidad, como nunca antes había ocurrido en el mundo, fue el fútbol argentino llevado por su ídolo universal el que superó todas las marcas previas.

Hace pocos días el periodista Alberto Amato escribió en su columna de Infobae: “La selección triunfante en Qatar, el aura de Lionel Messi, el estoicismo con el que ganaron la Copa y hasta esa tontería que reza que si somos argentinos tenemos que sufrir, desataron un vendaval popular jamás visto en la historia”

EL AURA DE MESSI

El fenómeno de Messi no tiene raíz idolátrica, como lo tuvo desde su origen el de Maradona: de haberlo sido así, no hubieran existido tantos hinchas argentinos que durante años negaron y denigraron al nuevo 10.

Lo de Messi fue en cambio, el resultado de un proceso de elaboración, de una suerte de genialidad disciplinada que surgió de años de racionalidad y empeño. Es verdad que Messi ya mostraba una formidable destreza a los pocos años de edad, pero a esa capacidad genética le sumó mucha preparación y, además, cualidades de carácter que exceden lo meramente deportivo.

A poco del triunfo en la final de Qatar, en medio de una eclosión de alegría no sólo en la Argentina sino en muchos países de los cinco continentes –imantados todos por el aura de Messi- el educador platense Darío Seminario, director de una de las escuelas más tradicionales de la Ciudad, le envió un WhatsApp a una amiga.

A la amiga le gustó el texto, que lo reenvió a muchos otros. Y en pocos minutos el mensaje del profesor Seminario se había esparcido. Decía esto: “Qué feliz estoy porque Messi ganó el Mundial…sé que no es normal estar tan feliz…Pero Messi no es Messi. Es un símbolo de esfuerzo, de mérito, honestidad, de no rendirse…No trampa, no droga, no boconear…Y que esta selección sea el espejo para nuestra juventud es muy bueno…Por eso estoy feliz, por el mensaje contundente…Para mí hace rato que Messi era el mejor de la historia, no necesitaba esto para serlo”.

El educador aludió a valores que no son intrínsecos a la esencia del fútbol. Uno de ellos, la humildad. Lo mismo dijeron en los días posteriores analistas extranjeros. Se puso la lupa más en la conducta de Messi y de sus compañeros, en su afán por consolidar un conjunto y no una simple suma de individualidades, y allí, en el sacrificado espíritu de equipo, fue donde sacaron su mejor nota. Ya se dice que dejaron un modelo a imitar.

Desde sectores relacionados a Unicef se destacó también en estos días la intensa actividad filantrópica de la Fundación Lionel Messi que, desde 2007, ayuda a los niños vulnerables de todo el mundo. En 2017 el jugador donó su propio dinero para ayudar a construir aulas para 1.600 niños huérfanos de guerra en Siria.

Dos años después, la fundación donó 220 mil dólares para proporcionar alimentos y agua a los ciudadanos de Kenia. “Seguiré luchando para hacer felices a los niños con la misma fuerza y dedicación que necesito para seguir siendo futbolista”, dijo el capitán del seleccionado albiceleste.

Luego de haber donado en 2020 a la Argentina de 30 valiosos oxigenadores para combatir el Covid-19 en Rosario (que se encuentran arrumbados aún en la Aduana por una injustificable inacción de la Aduana nacional) la mujer de Messi, Antonella Rocuzzo, acaba de exhibir las primeras imágenes de la escuela “Montessori” que donó y promueve en Funes, en cercanías de Rosario. Ningún resquemor a la vista, sólo el deseo de ayudar.

No es extraño, entonces, que tantas hinchadas extranjeras - de la India, de Irán, de distintos países árabes y de Sudamérica, de Italia, de los Estados Unidos, de Centroamérica y de muchos otros países hayan sumado sus expresiones de júbilo al triunfo argentino y, claro está, al de Messi en Qatar.

El ayuntamiento de Madrid se iluminó con los colores azul y blanco para sumarse al festejo argentino. Lo mismo pasó en Barcelona, en Sevilla, con muchos hinchas españoles casi eufóricos. En Bangladesh la columna de hindúes se extendió por varias cuadras, con desfile de artísticas carrozas e imágenes gigantes de Messi. Influencers rusos, artistas estadounidenses de renombre, conocidos jugadores de fútbol de diversas nacionalidades se sumaron a la victoria argentina. Pasó lo mismo en Estados Unidos, en países árabes, en Paraguay, en Uruguay, en Perú y hasta hubo alegría entre no pocos brasileños.

“Era un mar azul y blanco”, describió el Daily Mail, por la celebración en Sidney, Australia. “Jóvenes con camisetas albicelestes se tomaban fotografías con el icónico edificio de esa ciudad australiana, ya durante la mañana del lunes por la diferencia horaria”.

Las crónicas de diarios extranjeros reflejaron la euforia del triunfo en la Argentina y, a la vez, despuntaron primeros análisis. Así, en el madrileño diario El País (18/12/2022) escribió Federico Rivas Molinamar Centenera acerca de la final con Francia: “Ha sido la metáfora de un país entero: Argentina acaricia el triunfo, se hunde, vuelve a resurgir, vuelve a caer. Aún espera el triunfo definitivo, porque al final un país no es un partido de fútbol. La gente sale poco a poco de sus casas y puebla la calle. Ya no fue posible caminar por las principales avenidas, de tanta alegría. Estallaron de gente los alrededores del Obelisco, el epicentro de las celebraciones porteñas. La fiesta durará días”.

Messi, con la copa

 

Lionel Messi

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