Una filmación dejó al descubierto el accionar de una banda de pibes

La modalidad ya es conocida en la Ciudad. El primer paso es forzar la cerradura de las puertas de entrada. Para esta acción generalmente se utilizan barretas o ganzúas. Tras ingresar al edificio, él o los ladrones se dirigen a los distintos espacios de la planta baja.

El objetivo es apoderarse de las bicicletas y motos que se encuentran en el hall. La maniobra no suele tardar más de dos minutos y casi siempre es ejecutada en momentos de poco movimiento: madrugada y fines de semana.

Esta operación fue la que intentó llevar adelante el pasado sábado por la madrugada en un edificio ubicado en 38, entre 11 y 12, un grupo de cuatro sujetos que, según se sospecha, serían menores de edad. Además de la modalidad descrita, los sospechosos sumaron al plan el rol de vigías.

A las 2.30 de la madrugada, dos sujetos llegaron hasta la entrada del edificio. Mientras uno intentaba abrir la puerta con una ganzúa, el segundo se quedó en la entrada observando el panorama.

No era la única campana con la que contaba el grupo. Casi en la esquina de 12 y 38 se ubicaron otros dos sujetos para ir alertando si pasaba alguien.

Dos minutos después, quien oficiaba de “cerrajero” logró vulnerar la cerradura y el grupo se abrió paso por el hall. El primer objetivo fue una puerta de aluminio que resistió los embates del grupo.

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Todos tiraron del picaporte, tanto de forma individual como grupal. Incluso casi terminan sacando el marco. Pero los intentos fueron en vano.

Ante la posibilidad de que la policía estuviera en camino, los cuatro sujetos decidieron abandonar el edificio con las manos vacías.

“No robaron nada, es verdad. Pero esto no debe verse como un intento de robo solamente. Es muy grave porque son chicos. Este es el primer paso de algo más grande que seguramente harán en el futuro. Hay que entender que esta situación fue un ensayo para estos nenes. Esta acción forma parte de un aprendizaje que los terminará llevando en el futuro a cometer actos más graves como entraderas, escruches, robos a mano armada e incluso matar”, analizó una vecina del edificio que pidió a este diario mantener a resguardo su identidad.

Para la frentista no se animaron a recorrer los pasillos porque “son chicos y algo de temor les queda aún”.

“Esto podría haber sido mucho más grave. Ojalá que los padres de estas criaturas sepan poner límites y salven a sus hijos”, reclamó la mujer.

Otro de los consorcistas consultados expuso que no es la primera vez que ocurre una situación de este tipo. En este sentido se remontó al año 2018 cuando una vecina del primer piso casi se convierte en víctima de un asalto luego de que un sujeto escalara por un poste de luz hasta su balcón.

“Varios vecinos veníamos llamando para que retiraran ese poste que había sido instalado durante el periodo de construcción del edificio. Pero nadie nos tomaba en cuenta. Hasta que pasó lo del intento de robo. Al otro día apareció la empresa que brinda el servicio y se encargó de retirarlo. Lo que molesta es que siempre estamos un pasó atrás con respecto al delincuente”, destacó.

También recordó un reciente episodio en el que él mismo se convirtió en víctima. “Tenía mi moto estacionada en el garage y me la robaron. Calculo que deben haber sido por los menos cuatro tipos porque era una moto grande. Y como estaba con cadena tuvieron que cargarla a alguna camioneta”, indicó.

Al referirse a la situación que ocurrió el sábado por la madrugada el hombre fue tajante al señalar que “los vecinos del edificio estamos viendo el tema de la instalación de una reja que cubra todo el frente”.

“Hace unos meses veníamos discutiendo el tema. Hubo algunos vecinos que se oponían por el tema de que las rejas van a restarle puntos a la fachada. Además se genera un sentimiento de encierro, que quieras o no, afecta” explicó.

Y añadió: “Creo que ahora todos estamos de acuerdo que con el blindex no alcanza para cuidarnos y que algo debemos resignar para poder vivir un poco más tranquilos”.