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Opinión |PANORAMA BONAERENSE

El sonoro portazo de Máximo que levanta sospechas y hace respirar profundo al peronismo

José Picón

José Picón
jpicon@eldia.com

6 de Febrero de 2022 | 03:00
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Cerca de Axel Kicillof juran que “Maxi” levantó el teléfono y avisó. Que en la Gobernación no los tomó por sorpresa la decisión de Máximo Kirchner de pegar el portazo que conmovió los cimientos del Frente de Todos. Kicillof prefirió, por razones de índole diversa que mezclan pragmatismo, rol institucional y equidistancia política, someterse al silencio en relación a la actitud del jefe de La Cámpora. El mandatario reconoce y sostiene que su jefa política es Cristina Kirchner. El renunciante presidente del bloque de diputados nacionales del oficialismo es uno de los engranajes centrales de la arquitectura oficial, pero no es su ventanilla de reporte.

Nadie espera que la colonización camporista en el gabinete bonaerense vaya a menguar producto del paso al costado de Máximo Kirchner de su rol estelar en el Congreso. No ocurrió a nivel nacional donde La Cámpora controla resortes importantes de poder como el Anses o el PAMI y tampoco pasará en la Provincia donde intendentes y camporistas concretaron una avanzada importante luego de las Primarias de septiembre.

Es justamente esa jugada aislada de “Maxi” en rechazo a los términos del acuerdo que la Casa Rosada está a punto de suscribir con el Fondo Monetario Internacional, la que genera más revuelo y especulaciones. La sospecha más extendida entre los detractores del jefe camporista dentro del mismo corazón del Frente de Todos, habla de la eventual decisión del kirchnerismo de estar preparándose para ser oposición a partir de 2023.

En esa línea de razonamiento apuntan a que el repliegue tiene que ver con que Máximo Kirchner estaría convencido de que el acuerdo con el FMI conduciría al actual oficialismo a dejar de serlo en menos de dos años. Y que el jefe de La Cámpora buscaría transformarse en el principal referente de esa eventual oposición que entregó sus primera gragea con la movida que concretó la semana que pasó.

Ese escenario de fantasía pone los pelos de punta a amplios sectores del peronismo bonaerense, que acaba de dejar su conducción justamente en manos del diputado renunciante. Se respira por estas horas un clima enrarecido que, por lo bajo y no en lo formal, pone en revisión el férreo acuerdo político que la mayoría de los intendentes suscribió con el hijo de la vicepresidenta.

“En el PJ ocurrió algo no muy frecuente: el jefe partidario bonaerense terminó desafiando los deseos del jefe nacional”

 

Un pesado silencio arropa ese malestar. Disfraza, además, un hecho no muy frecuente en el peronismo: que el jefe del partido en la Provincia termine desafiando los deseos del líder nacional del espacio, en este caso el presidente Alberto Fernández.

Esa curiosidad da rienda a otras especulaciones. El peronismo bonaerense está inmerso en un proceso electoral interno que desembocará en marzo en elecciones de las conducciones partidarias en los 135 distritos. En dos semanas habrá que presentar las listas y hay dirigentes que comenzaron a especular con la posibilidad de que ese cronograma se corra para mediados de año.

Aparecen en el escenario conatos de rebelión. Históricos dirigentes del peronismo en sus distritos hablan de desafiar en esa interna a los candidatos camporistas. En especial en distritos del interior bonaerense gobernados por Juntos por el Cambio. La historia reciente del peronismo bonaerense marca que esos amagues suelen encontrar disuasión en los tortuosos pliegues de la junta electoral partidaria que se mueve en sintonía con los intereses de la conducción y que rara vez habilita listas carentes de bendición oficial.

En el principal espacio opositor también se dibujan asperezas. La pulseada en el PRO recrea escenarios de confrontación internos donde emerge la figura de Patricia Bullrich y sus aspiraciones presidenciales con la idea de impulsar un candidato a gobernador propio: cerca de la ex ministra se habla del intendente de Capitán Sarmiento y ex funcionario macrista, Javier Iguacel.

Un grupo de intendentes (Néstor Grindetti y Julio Garro, entre otros) trabaja en su propio armado, lejos pero también cerca de Diego Santilli, el candidato de Horacio Rodríguez Larreta. Acaso como para terminar apuntando a la vicegobernación o quedarse con un espacio de relevancia en las listas nacionales. Mientras tanto, el radicalismo batalla su propia interna nacional con un desafío que tiene un casillero vacío: el de la construcción de un candidato bonaerense. Si hay Paso con el PRO - el escenario más probable- esa vacancia es imprescindible cubrirla. En los últimos días salió a rodar la versión de que el sector de Martín Lousteau dispuso salir a medir al economista platense Martín Tetaz, que acaba de competir por el distrito porteño.

 

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