El Lago La Plata, un escondido espejo de agua en la Patagonia

Lugar de incomparable belleza y poco conocido. Impacta saber por qué se lo llamó con el nombre de nuestra ciudad. El Perito Moreno y las piezas arqueológicas que vinieron al Museo

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Por MARCELO ORTALE

marhila2003@yahoo.com.ar

“Miren, el lago se puso plateado por las truchas que saltan…Ver este paisaje es muy fuerte…”, decía hace pocos días una de las turistas que había llegado a orillas del lago La Plata, una joya natural casi escondida al suroeste cordillerano de Chubut. Esa turista era una platense que viajó a esa zona patagónica “porque quería conocer algo de este lago, saber por qué se llama así…Ustedes no se imaginan, pero esto es un paraíso...”.

Lo cierto es que la historia del nombre del Lago La Plata enriquece a la de nuestra ciudad. Se llama así –explican los lugareños- “porque quiso recordarse a los investigadores del Museo de Ciencias Naturales que llevaron para la ciudad de La Plata muchas piezas arqueológicas, pero que antes que eso defendieron la soberanía argentina con su presencia, sobre todo la del Perito Moreno”. La estrecha relación de nuestra ciudad con las ciencias encuentra aquí otro ejemplo, pleno de frescura.

La memoria del lugar enseña que tres investigadores que aportaron sus conocimientos al Museo fueron los que descubrieron el Lago en 1890. Los pobladores recuerdan: “se apellidaban Botello, Moler y Steinfeld, que venían siguiendo el curso del río Unión y encontraron este lago. Lo quisieron llamar Moreno, en homenaje al Perito, pero Moreno que era un tipo supermodesto no lo aceptó. Y entonces se pusieron de acuerdo con el nombre de La Plata, como una manera de homenajear al Museo. Sí, de allí viene el nombre del lago”.

El glaciar Perito Moreno / Web

Al alzar la vista se ve un enorme lago –tiene 76 kilómetros cuadrados de extensión, unas 14 mil hectáreas-, con aguas cristalinas y frías que se comunican a través del río Unión con su gemelo el lago Fontana, ambos enmarcados por montañas de unos 2 mil metros de altura, con sus faldas pobladas de bosques de lengas, pinos y otros árboles nativos. El silencio sólo se corta por el aleteo de algún ave, el salto de las truchas o el muy distante murmullo del motor de una lancha.

Al igual que los demás lagos patagónicos, ricos en pesca y en paisajes, su profundidad llega a casi 200 metros y sus aguas se encuentran abastecidas por el deshielo de las montañas y por las lluvias. Por un camino que no siempre es bueno hay que bajar unos 407 kilómetros desde Bariloche, pasando por El Bolsón, Esquel y Trevelin. Ubicado a unos 80 kilómetros del Alto Río Senguer, que es la localidad más cercana, el La Plata que nace de los glaciares de la Cordillera y desagua hacia el océano Atlántico, pasando por la estepa patagónica.

De esta cuenca dosificada por el río Senguer se abastecen mediante acueductos varias ciudades y pueblos mediterráneos o que dan sobre el Atlántico –distantes a casi 350 kilómetros por automóvil, como las de Capitán Sarmiento o Comodoro Rivadavia- y en el área de los lagos se encuentran dos reservas indígenas: El Chaila y Loma Redonda, la primera tehuelche y la segunda mapuche, detallaron.

Se vive en la increíble paz que rodea al parador turístico Huente-Co, al que se llega serpenteando por la margen norte del lago Fontana hasta arribar a la cabecera sur del Lago La Plata. Allí esperan varias cabañas campestres, hechas de madera y piedra, que dominan un panorama límpido al reparo de los vientos y fríos patagónicos. La pesca desde el embarcadero, las pequeñas playas o desde las lanchas es generosa, las truchas saltan y los pescadores respetan el principio del “catch and reléase” (capturo y suelto).

En un cercano recodo de la orilla estaba días atrás uno de los 50 mejores cocineros del mundo, Francis Mallmann, deslumbrando con sus ollas y fuegos a un grupo de sus alumnos.

El Museo de Ciencias Naturales de La Plata / EL DIA

PERITO MORENO

El perito Francisco Moreno dejó como primer legado el Museo de Ciencias Naturales, que, entre otros patrimonios, cuenta con el repositorio arqueológico más importante del país y supera con sus 130 mil piezas –muchas de ellas colectadas en este sur cordillerano- el acervo museológico de países de América, Europa, Asia y Africa. Pero fue mucho más la fastuosa la herencia de Moreno, ya que le hizo ganar al país uno de los territorios más ricos de la Patagonia.

Al Museo fueron piezas almacenadas de cerámica y piedra, de madera, huesos, valvas, vidrios y metales (cobre, bronce, hierro, plata, oro), fibras de origen vegetal y animal (textiles, cestería, cordelería, plumas) trabajadas con diversas tecnologías tradicionales. A los objetos originales se suman cientos de réplicas de yeso realizadas a comienzo del siglo XX, fichas, fotografías, planos y libretas de campo que acompañan a parte de las colecciones ingresadas, según cuenta en sus trabajos Fernando Márquez Miranda, ex jefe de la división Arqueología y un científico valorado.

Es curioso ver cómo algunos lugareños le reconocen todavía a Moreno la tarea de defensa de la soberanía, frente a los ímpetus expansionistas de Chile. El historiador Pedro Barcia, tal como se destacó ya en esta columna, al prologar el imperdible libro de Héctor Fasano, “Un héroe civil”, dedicado a Moreno y editado por la Fundación del Museo, dice que “él concluyó, de alguna manera, con sus batidas y expediciones, la posesión real de nuestro territorio, consolidando la tarea de lucha por la soberanía que otros iniciaron décadas atrás…El fue escueta lengua y muchas manos, muchas acciones y caminos y aventuras en pro de sus ideales”.

Añade Barcia que “la historiografía tradicional hace protagonistas de nuestro proceso nacional a políticos y militares, casi con exclusividad, y con ignorancia de los aportes de la civilidad silenciosa y heroica. Héroe es la palabra asociada a Eros. Es el que trabaja con amor, el movido por una pasión noble y remontada. La deuda de los argentinos para con don Francisco es vitalicia e insaldable… Moreno nos agrandó el país, frente al esfuerzo vil de quienes día a día lo empequeñecen”.

“Tengo 66 años y ni un centavo. Yo, que he dado 1.800 leguas a mi patria”

 

Solitario durante días y días, a caballo, desprovisto de apoyos, Moreno demarcó cumbres y logró que su criterio para fijar los límites con Chile fuera aceptado por tribunales internacionales. Calladamente, sin pedir nada a cambio, consolidó el dominio argentino sobre miles de kilómetros cuadrados, un territorio riquísimo de lagos y bosques que duplica en superficie a la provincia de Tucumán. En agradecimiento el gobierno argentino le donó lo que hoy es el Parque Nacional Nahuel Huapí, pero Moreno agradeció y se lo volvió a donar al Estado. Y nunca fue un hombre de fortuna, todo lo contrario.

Poco antes de morir, Moreno escribió: “Tengo 66 años y ni un centavo. Yo, que he dado 1.800 leguas a mi patria, y el Parque Nacional donde los hombres de mañana, reposando, adquieran nuevas fuerzas para servirla, no dejo a mis hijos un metro de tierra donde sepultar mis cenizas. Yo, que he obtenido 1.800 leguas que se nos disputaban y que nadie en aquel tiempo pudo defender y colocarlas bajo la soberanía argentina, no tengo donde se puedan guardar mis cenizas: una cajita de 20 centímetros por lado. Cenizas que, si ocupan tan poco espacio, esparcidas, acaso cubrirían todo lo que obtuve para mi patria en una capa tenuísima, sí, pero visible para los ojos agradecidos”

El fundador del Museo, el Perito Moreno –el héroe civil- nació el 31 de mayo de 1852 y murió el 22 de noviembre de 1919.

Una vista del lago desde un amarradero. Deslumbra a sus visitantes / EL DIA

EL OTRO LAGO

El Museo está también relacionado a otro lago, más pequeño, más modesto, pero ubicado a pocos metros de sus muros. Sólo hace falta cruzar la avenida Iraola para encontrarse con el Lago del Bosque platense. Su extensión no es kilométrica, claro, tan sólo algo más de 22 mil metros cuadrados. Está lleno de historia y de mística para los platenses desde que fue habilitado en 1904, según el proyecto impulsado por el ingeniero Nazario Robert, que era director de Paseos y Jardines de nuestra ciudad y luego segundo presidente del recién fundado club Estudiantes.

Fue cavado a pico y pala por internos del psiquiátrico que funcionaba en el actual Colegio Albert Thomas. En su interior se dejó una gran isla sobre la cual se construyó después el anfiteatro Martín Fierro. Este lago conocido como “del Bosque”, arrimado al Museo que fundó Moreno, cuenta además con una particularidad inusual en nuestro país. Tal como lo confirmaron fuentes de organismos municipales “no tiene nombre”. Falta que le propongan uno.

 

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