Ocurrencias: sobre padres, hijos y apellidos

Hay apellidos que condenan y señalan. El azar a veces deja rastros y hasta permite adelantarnos a una biografía. Cada tanto aparece en la crónica, generalmente en lugares incómodos, gente que desde su documento de identidad parece estar convocando a su destino. Son apellidos que predisponen y casi incitan, nombres que desde el vamos dan una hoja de ruta. Como ese comisario Seisdedos, que se cansó de capturar punguistas y manos largas. Pero hay muchos más.

Uno de los implicados en la investigación que se lleva a cabo en la comuna de Quilmes, tenía cuenta off shore en Miami. Se llama Manuel Raspa. Un apellido que avisa que al final con algo se va a quedar. Una de sus sociedades se llama Ras Investments y la otra, Borda Investments. Esas marcas comerciales anuncian la presencia de un funcionario que sabía bordar para que el raspaje se notara menos.

El año pasado, el falso abogado Marcelo D’Alessio fue condenado a cuatro años de prisión en un juicio oral. Pero curiosamente en esta trama resbaladiza aparece como un nuevo actor un despachante de aduana que se llama Gabriel Traficante. A este muchacho, desde el bautismo le impusieron su vocación. Poner a vigilar el contrabando a un tipo que se llama Traficante, ¿es un capricho o un desafío?

Gente que desde su documento de identidad parece estar convocando a su destino

Fernando Falsetti es el canillita estafador de Villa Madero, detenido por hacerse de un millón de pesos fraguando tarjetas. Falsetti, de 56 años, resultó “una mente brillante” para el delito, dijeron los investigadores. Con un cuaderno de papel y un lápiz se dedicaba a falsificar tarjetas de crédito usando un algoritmo que descubrió por su propia cuenta: armaba los 16 números, la clave numérica, la clave de seguridad de tres dígitos y hasta el vencimiento. A este tipo, el DNI lo había convencido desde pequeño, que a Falsetti no le quedaba otra que hacerse falsificador. ¿Una casualidad exagerada?

En España, el diputado Juan Gabriel Rufián, del ERC, conocido por su frecuente uso de exabruptos, insultos y desplantes, fue expulsado de la sala tras agraviar en un recordado debate al ministro Borrell. Cualquier lacaniano diría que no es casualidad y plantearía la hipótesis de que este Rufián ha ido construyendo la oportunidad de usar el sentido despreciable del sustantivo que refiere a su apellido, para sentirse un predestinado o para darle un giro reivindicador y fatalista a sus puteadas.

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La justicia de Córdoba pide examinar el ADN de Diego Concha, que fue titular de Defensa Civil y que está sospechado por el femicidio de Andrea Castana, violada y asesinada. Pesa también una denuncia de la ex, por uso de armas para sacarse las ganas. Y lo investigan por el suicidio de una bombera de la ciudad cordobesa de Pilar, que tras ser violada, se mató. Diego va a juicio y el apellido no lo ayuda.

Hay una corriente psicológica que considera que, en algunos casos, el apellido puede facilitar el enlace con los demás, “o la posibilidad -que tiene lugar algunas veces- de que el nombre sea una depositación que anuda la relación entre el sujeto y los otros”. Que cada uno lo interprete como pueda.

El nombre del padre es, por supuesto, mucho más que una palabra escrita en el DNI, es un contenido de alto valor simbólico en la vida personal y familiar. En esas pocas letras cabe lo esencial, decía Borges: “…el nombre es arquetipo de la cosa/en las letras de rosa está la rosa/ y todo el Nilo en la palabra Nilo”.

La psicóloga y socióloga Claudia Messing asegura que “todos los nombres representan una carga simbólica”, porque sostener ese apellido es un deber que hay que pagar. Y volvemos a Borges para explorarlo: “Soy, pero también el otro,/ el muerto/el otro de mi sangre y de mi nombre”, una metáfora que define al apellido -al padre- como un donador a quien se le adeuda “filiación y genealogía”.

Y cerremos hoy con “Al hijo”, otro poema de Borges que le habla a todos los hijos en el Día del Padre: “No soy yo quien te engendra. Son los muertos./ Son mi padre, su padre y sus mayores;/son los que en un largo dédalo de amores/ Trazaron desde Adán y los desiertos (…) Siento su multitud. Somos nosotros/ y entre nosotros, tu y los venideros...”.