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Alejandro Castañeda
La animalada no entrega el mando. Desde sus madrigueras colorean una actualidad donde sobran enjaulados y trampas. Llegó un nuevo domador a un zoo desconcertado. Viene de Tigre y aprovecha ese nombre para mostrar bravura. Cree que la cosa precisa más perros fieros y menos mascotas. La tropa anda excitada y desorientada. Nadie tiene la jaula asegurada. El intercambio de ministros los tiene a todos ensayando juramentos y fotocopiando renuncias. Es tan vertiginosa la renovación que los nuevos funcionarios antes de jurar le preguntan al presidente: ¿estás seguro? Todos viajan como pueden en este tren fantasma que cambia a cada rato de maquinista y propone un susto en cada estación.
Volvamos a la animalada. El choreo de un par de monos del Bioparque de La Plata marcó el nivel de una delincuencia que ya no repara en nada a la hora de manotear lo que venga. Todo es robable en estos días, no sólo la calma y la esperanza. En semejante contexto, a Dientes, el súper monito platense tan requerido por el bandidaje, se lo llevaron otra vez. Los habitantes que han quedado en el Bioparque son los remanentes de un zoológico que hace cuatro años se llamó a silencio y sigue buscándole algún sustituto a los viejos rugidos. Están tan mal atendidos, según se pudo leer en la nota que hizo este diario, que muchos creen que los monos festejan cuando llegan los ladrones, porque imaginan que vienen a rescatarlos. Los macacos son pensionistas aburridos, flacos y subsidiados que duran como pueden ante la falta de bananas y curiosos. ¿Por qué se los roban? Se venden bien, son manuables y no ofrecen resistencia, dicen los detectives. Muchos lo aceptan por su pequeñez. Son como una muestra gratis que hace nido en cualquier bolsillo. Los cuidamonos se distraen mucho y el Bioparque va perdiendo hasta los gorriones. Dientes ya está acostumbrado. Es un Tití afincado en La Plata que cuando ve que alguien rompe el alambrado, prepara sus cosas y se despide de sus compañeros. Por alguna extraña razón atrae mucho a los bandidos. ¿Añora las visitas domingueras? Dientes se fue otra vez en los bolsillos de un roba monos que se ha encariñado con este bicho diminuto. Pero está tristón. Se quedó sin jugar a nada por falta de curiosos. La enciclopedia califica a estos ejemplares como intensamente monógamos. Son monos de una sola mona, que lejos de su compañera elegida se desorientan y no saben qué hacer. ¿La Casa Rosada los habrá copiado?
La aparición de un zorro, flaco y decepcionado, una imagen muy generalizada en esta época, causó sorpresas y alboroto en un barrio donde lo más peligroso no son los que andan en cuatro patas. El zorro melancólico y desnutrido fue avistado de lejos, buscando comida entre unas bolsas de residuos que cada vez traen menos sobras. Para algunos es una animalito que se fue quedando sin alimento, contención ni astucia. Pero la verdad, es que no es un zorro extraviado sino una mascota a la que le pidieron la renuncia.
Por si fuera poco con los murciélagos y el Covid, ahora aparecieron otros monos aportando su cuota de amenazas a través de una viruela que se va extendiendo y que de entrada nomás te deja marcas y picazones. Los virus se expanden fácilmente en este mundo viajado y contagioso. Esta viruela que parece haber surgido de algún simio rasca ha obligado a tener que adoptar más medidas preventivas para enfrentar una realidad que no encuentra vacunas ante semejante incertidumbre.
Y a no olvidarse, en este inventario de animales llamativos, de la pingüinada de siempre, que sigue allí, vigilante y sigilosa, eligiendo y descartando, revoleando ideas y ministros.
Fue una semana con un ida y vuelta interminable de funcionarios y rumores Silvina Batakis se quedó con ganas de seguir, pero por culpa de Massa y de su modista, la sacaron de carrera cuando recién había jurado. Mientras ella, vestida de necesitada, le hacía mimos al FMI, a diez mil kilómetros le estaban organizando la despedida. El hombre de Tigre tiene tareas de sobra: debe enjaular los enemigos, llevarse lejos los monos más díscolos, revisar alambrados y empezar a repartir las cuchas más codiciadas.
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