Masajes: un camino de ida

Nada mejor que una sesión de masajes después de una semana agotadora. Ya pasaron las vacaciones, el regreso de los más chicos a las escuelas, el retorno a la vida laboral y el cuerpo se manifiesta con dolores inesperados que se instalan en una zona determinada.

El estrés de la vida diaria que, a lo largo de los años, subió su nivel de intensidad, inmediatez y demanda, cobra su estancia con pequeñas molestias que se pueden hacer presentes en la espalda, el cuello o la cabeza, entre otros.

Por ello, si se tiene la posibilidad, una gran alternativa para recuperar el bienestar es someterse a una sesión de masajes. No importa cuál sea la técnica elegida, la manera o el tiempo que se le dedique.

Los masajes no solo sirven para reducir dolores por estrés. Los y las deportistas lo utilizan para relajarse después de una jornada de entrenamiento intensa, así como aquellas personas que deben hacer rehabilitación.

Es por estas razones que, antes de elegir un masaje en especial o un masajista, es importante saber con qué fines invertirá ese tiempo. Si el objetivo es relajar una zona en puntual, que puede presentar indicios de dolores futuros, también se puede realizar en casa.

Los masajes son una técnica de relajación milenaria, que registra sus primeras apariciones en el siglo V. A lo largo de la historia y de los cambios que sufrió -y generó- la humanidad, fue adaptándose a las necesidades de las personas que los toman.

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La masoterapia es una de las tantas alternativas que tiene esta especialidad, que busca reducir dolores a través de la estimulación. También es usual verla en rehabilitación o fisioterapia.

Los especialistas e investigadores han logrado encontrar en los masajes dos funciones importantes para medir su utilidad. Por un lado, la técnica directa implica una maniobra directa sobre el cuerpo del masajeado por parte del masajeador y así relaja la zona indicada.

Por otro lado, la técnica indirecta refleja modificaciones en el flujo sanguíneo, así como los cambios neurofisiológicos, entre otros. Gracias a los masajes, la piel recibe un canal de estimulación que oficia de inhibidor del dolor.

Aunque no está confirmado, se cree que también incrementa la secreción de sustancias que reducen las molestias, como la serotonina o las endorfinas, entre otros.

Gracias a que los masajes mejoran y elevan los niveles de flujo sanguíneo, se pudo observar que ayuda a aportar y recibir más nutrientes, a la vez que elimina elementos y desechos que no benefician al organismo.

Los masajes ayudan a reducir el estrés y la ansiedad

Se demostró que gracias a los masajes, se redujo el estrés en quienes son habituales concurrentes, lo que también eleva el nivel de concentración ya que el sistema nervioso ya no se detiene a pensar en el dolor.

Para quienes sufren dolores crónicos lumbares o cervicales, dolores de parto o de embarazo, artrosis o lesiones, la eficacia se notará en pocos minutos después de someterse a una sesión. Vale mencionar que los estudios que comprueban estos datos se realizaron en pacientes durante doce semanas, por lo que no se puede afirmar que los dolores desaparecerán para siempre, de no continuar con el hábito.

Antes de dormir

Si la alternativa elegida para una buena sesión de masajes es el hogar, con tan solo quince minutos de tu tiempo podés ir a la cama a descansar bien relajado o relajada. Los pies son una zona accesible, pequeña y la que carga con el peso corporal durante todo el día, acompañan en largas caminatas o soportan zapatos incómodos.

Los beneficios que aparecen después de unos masajes en los pies están a la vista. No se reduce al alivio de dolores musculares en la parte inferior del cuerpo. Al mismo tiempo, el sistema nervioso comienza a relajar, lo que ayuda a reducir la ansiedad.

Un buen masaje antes de dormir para descansar mejor

Refuerza el sistema inmunológico, estimula el flujo sanguíneo y elimina toxinas. Pero, una de las más importantes y las razones por las que se recomiendan hacerlo a la noche, ayuda a conciliar el sueño. Es importante que cada movimiento se haga con cuidado y, ante cualquier duda, se recurra a un médico.

A continuación, algunos consejos y recomendaciones para cuando llegue la hora de los masajes. Lo primero que hay que hacer es preparar un poco de agua tibia con sal y dejar descansar los pies por cinco o diez minutos.

Después de retirarlos y secarlos, elegir una crema o aceite que se colocará en las manos y así, el producto se frotará. Los masajes -idealmente con las dos manos- deben replicar movimientos circulares sobre la planta del pie.

La técnica más efectiva es hacer estos movimientos con el pulgar sobre la planta mientras que los cuatro dedos se colocarán en el empeine. En las zonas más duras se puede aplicar más presión y luego, subir por el resto del pie.

La utilización de la yema de los dedos para esta sesión será beneficiosa. Cuando ya se terminó el proceso, hay que retirar el producto que se colocó.