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Opinión |PANORAMA NACIONAL

El Presidente sale a confrontar con el kirchnerismo para sostener su plan de reelección

Ordenó a su tropa jugar fuerte ante los cuestionamientos que le lanzó Wado De Pedro y ahora es el albertismo el que reclama renuncias de los K que no estén de acuerdo con la marcha del Gobierno. El impacto de la cumbre Macri-Bullrich en la oposición

El Presidente sale a confrontar con el kirchnerismo para sostener su plan de reelección

El presidente Alberto Fernández se reunió con el canciller alemán, Olaf Scholz / Télam

CARLOS BAROLO

29 de Enero de 2023 | 02:51
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En el Gobierno se respira, una vez más, un clima enrarecido. Recurrente, sí, pero que no deja de sorprender por su enorme densidad y porque, al parecer, puede que esté empezando a cocinar un cambio de estilo en la tensa relación que mantienen el kirchnerismo y el Presidente. Alberto Fernández y Cristina Kirchner no se hablan, los funcionarios que responden a la vice trabajan para ningunear al jefe de Estado. Y esa tarea de desgaste permanente se profundizó desde que corren por despachos oficiales las brisas veraniegas de un improbable plan de reelección.

El enojo de Eduardo “Wado” De Pedro por no haber sido invitado a una reunión de Lula con organismos de Derechos Humanos podría anotarse en un capítulo más de las refriegas permanentes en el Frente de Todos. La novedad la aportó el albertismo, cuyas espadas también ahora parecen jugar fuerte. La platense ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, descerrajó una especie de ultimátum frente a las críticas que desde el ministerio del Interior impactaron sobre el Presidente. “O estás adentro o estás afuera”, soltó. Nunca el núcleo de confianza de Alberto Fernández había cruzado ese límite: el de pedir amablemente que si los kirchneristas no están de acuerdo con el Gobierno, tienen las puertas abiertas para buscar otros destinos.

La andanada la completó otro ministro, Aníbal Fernández. “Si no le gusta, tiene que dejar el cargo”, sostuvo acaso el mosquetero cercano a Alberto con el florete más filoso.

El cambio de postura del Presidente es notable. Cuando luego de la derrota electoral de medio término los funcionarios K del gabinete presentaron sus renuncias, la tesitura oficial fue poner paños fríos y evitar la diáspora. Con ese objetivo, fue entregando piezas de su equipo vetadas por el kirchnerismo. Ese no parece ser el camino que el jefe de Estado podría haber comenzado a transitar al menos por ahora.

La jugada del albertismo reconoce, además, el peso de los hechos y el convencimiento de que Cristina Kirchner nunca avalará aquél plan reeleccionista. En el abanico de posibilidades que se analiza en el Instituto Patria para intentar retener el Gobierno, Alberto Fernández no aparece ni siquiera en los márgenes. En esa línea, más allá del malestar genuino que sintiera De Pedro, hay que analizar la inusual y estudiada reacción del ministro a través de sus voceros. Una filtración parecida que ventilaba críticas contra La Cámpora, terminó hace largos meses con la gestión del entonces ministro de la Producción, Matías Kulfas. De Pedro, en cambio, permanecería en el cargo, básicamente porque no piensa irse.

 

El albertismo cambió su lógica de relación con los K: ahora la idea es salir a cruzar cada crítica

 

Los dardos van y vienen. En la Presidencia se celebró la reunión de la Celac y el encuentro con el mandatario brasileño. Acaso ese festejo no se compara con el que le generó el propio Lula al evitar una foto con Cristina. Alberto Fernández, que recuesta parte de su plan de reelección en su presencia internacional, observó en ese gesto un triunfo político y una reivindicación de su autoridad. Hubo para el albertismo otro motivo para el descorche: el gesto de Lula que concretó al otro lado de la orilla hacia el ex presidente de Uruguay José “Pepe” Mujica, a quien fue a ver a su chacra y que hizo más notoria la no reunión con Cristina.

LA PALABRA DEL PAPA

Esa pelea política en ascenso se cruza con otras cuestiones que acaso tengan una mayor centralidad y que vuelven a la realidad sobre la situación social del país. La inesperada aunque valedera crítica del Papa Francisco por la inflación y la pobreza, fue una puñalada a la gestión del Gobierno. El Sumo Pontífice se ha venido distanciando paulatinamente del oficialismo argentino por varias cuestiones: en su entorno creen que Alberto Fernández ha hecho uso político de la relación entre ambos, que se enfrió luego de que el Presidente avanzara con la ley que instauró el aborto legal y gratuito. Tampoco estaría de acuerdo con la embestida oficial contra la Corte Suprema, que el Frente de Todos pretende dejar en el centro de la escena al menos hasta mitad de año, sabiendo de antemano que no hay manera de que prospere el juicio político contra sus miembros en el Congreso. Sobre ese punto habría que anotar un pronunciamiento de los obispos argentinos que pidieron en diciembre evitar todo lo que “ponga en riesgo la institucionalidad”.

No parecen ser los únicos motivos que empujaron a Francisco a hacer un diagnóstico descarnado de la realidad. No sólo habría pesado ese supuesto distanciamiento con el Presidente: también, las viejas inquinas con Sergio Massa. Diversas fuentes coinciden en que el ahora Papa nunca olvidó las operaciones que en su contra encabezó el actual ministro de Economía en tiempos de Néstor Kirchner para desplazarlo del arzobispado porteño. Cuando habló de las “malas políticas” para combatir la inflación, los dardos parecieron hacer blanco justamente sobre Massa.

La inflación es, en rigor, un enorme dolor de cabeza para el Gobierno. La tenue baja que experimentó luego de algunos meses de la gestión del ministro parece haberse frenado. El dato de enero no arrojaría el resultado esperado: en el mejor de los casos, el aumento del costo de vida sería bastante similar al 5,1 de diciembre. El reacomodamiento del dólar informal mete presión sobre los precios y se espera una catarata de ajuste de tarifas y servicios que proyectan pronósticos poco halagüeños sobre los que pudiera ocurrir en febrero.

Las dudas respecto del plan de Massa también alcanzan a su posible candidatura. Es la primera alternativa que maneja Cristina Kirchner. Luego de algún contacto con Daniel Scioli para que empiece a mostrarse, habría sucedido otra reunión con De Pedro para alentarlo a que salga a la cancha. Acaso la sobreactuación del ministro en la nueva crisis gubernamental tenga que ver con aquél mandato de la vicepresidenta.

EFECTOS DE UNA CUMBRE

Ese nuevo clima político en el oficialismo lejos estuvo de disipar los nubarrones y las tensiones que surcan el firmamento de Juntos por el Cambio. En ese marco, la cumbre que en Villa La Angostura animaron Mauricio Macri y Patricia Bullrich podría haber marcado el despeje de una de las incógnitas política del año electoral.

No trascendió del encuentro más que la esperada foto y algo de contenido de la charla. La parte más sustanciosa, se cuenta en sectores del PRO, quedará develada en marzo.

La posible candidatura de Macri habría ocupado parte de ese cónclave. No trascendió si el ex presidente confió su decisión a su ex ministra, pero Bullrich volvió de aquél paraíso patagónico reconfirmando su disposición a ser candidata.

 

Macri le habría brindado a Bullrich señales sobre su candidatura presidencial

 

“Mauricio tiene que hablar por él”, contestó la jefa del PRO cuando le preguntaron si Macri le había anticipado una resolución. Acaso en esa frase de cortesía haya algo más sustancioso que una definición como para salir del paso.

Un eventual corrimiento del ex presidente deja en la carrera a Horacio Rodríguez Larreta y a Bullrich. También al candidato que pudiera aportar el radicalismo si es que no se avanza con la idea de las fórmulas compartidas.

Puede que un eventual reacomodamiento termine en una carambola con impacto en Capital Federal y en la Provincia. En territorio porteño podrían crecer las chances de María Eugenia Vidal como candidata de “consenso” del PRO. Vidal sigue anotada como presidenciable, pero su futuro político parece anclado a los movimientos de Macri.

Una situación similar a la de Cristian Ritondo, el diputado nacional que espera a Macri para ser su candidato a gobernador bonaerense.

Ese eventual despeje de la gran incógnita opositora deja ahora al radicalismo de cara a avanzar con una propuesta propia o ir a un acuerdo de fórmula compartidas con el PRO. Facundo Manes y Gerardo Morales siguen sin ponerse de acuerdo en la forma de sintetizar un candidatura.

El neurocientífico acaba de patear el tablero y sugirió que dirigentes del peronismo federal como Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey deberían ser convocados a Juntos por el Cambio. El ala dura del PRO sigue mirando a Javier Milei. Ese es el otro dilema que desafía a la oposición.

 

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