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¿Podremos crecer sin confianza?

¿Podremos crecer sin confianza?

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Salvador Vitelli

9 de Febrero de 2023 | 01:36
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eleconomista.com.ar

El pueblo argentino ha sido víctima de numerosas crisis a lo largo de su historia, con hiperinflaciones, corridas cambiarias, estallidos financieros, cambios de ministros, gobiernos de facto, por solo nombrar algunos instantes de la vida de este hermoso país. Esto ha llevado a que nuestra vida diaria sea completamente volátil, donde nos vemos cegados por el instante que sigue, pero no sobre los años por delante. El largo plazo no existe, o mejor dicho, sí existe, pero en Argentina son meses. Imposible concretar alguna planificación a largo plazo.

¿Y por qué no se puede? Simplemente porque las reglas de juego, los escenarios donde uno plantea ciertos supuestos para emprender dicha planificación a largo plazo, cambian constantemente.

Solo a modo de ejemplo: recientemente, el Banco Central tomó cierta medida con respecto a la tasa de los pases pasivos a los que colocan los Fondos Comunes de Inversión, y deshizo tal decisión a tres días hábiles siguientes. Sí, tres días después.

Tratemos de transpolar ese pequeño ejemplo a una multiplicidad de escenarios, entrelazados entre sí, donde uno tenga que tomar una decisión a largo plazo con variables fuera de nuestro control que encima pueden cambiar en “tres días”. Es imposible. Lamentablemente, el largoplacismo ha quedado relegado a merced de la ceguera diaria, que invade la rutina y atenta contra cualquier posibilidad de pensar más allá de “la esquina”.

He aquí donde viene el recurso más escaso de nuestro país: la confianza. Básicamente, es creer que un tercero actuará de manera acorde o adecuada a un conjunto de valores en una determinada circunstancia. Es saberse predecible frente al resto en que se actuará en base a valores comunes. Lo crucial de esto es que actúa cual cristal: difícil de armar pero sencillo y rápido de romper.

La pérdida de confianza

Los argentinos hemos visto una y otra vez quebrantada nuestra certeza sobre el rumbo de nuestro país, propiciada por la pérdida de confianza en quienes honorablemente han sido designados para tomar el timón y trazar el curso de este maravilloso país.

Las consecuencias de ello están a la vista: medio PIB enterrado en el colchón (y se lo valúa a los dólares financieros, llega a ser un PIB entero bajo el colchón) por descreimiento en las entidades financieras y gubernamentales, retirada de depósitos, instalación de empresas fuera del país (salida de capitales) y éxodo de jóvenes profesionales, por mencionar algunos.

Como joven argentino ver decenas de compatriotas, conocidos e incluso amigos, irse del país en busca de “algo mejor” realmente hace daño. El poder de convencimiento que podamos tener frente a esta situación y evitar el éxodo cada día se debilita más. Los argumentos a quedarse en el país cada vez pesan menos, y las razones para irse sopesan con ímpetu.

Sin embargo, me gusta pensar que siempre hay luz al final del túnel, que no necesariamente somos un país de “hijos de inmigrantes y padres de emigrantes”, que podemos ser mejor. Como me parece importante combinar la literatura con ciertos datos ilustrativos, traigo a colación la relación que existe entre los préstamos en dólares de los privados y los depósitos, es decir, cuánto de lo que hay depositado, se presta.

Depósitos y préstamos

Esta relación nos marca de que cada 10 dólares depositados en el marco financiero, solo 2,2 se presta. Nos encontramos en mínimos desde la salida de la convertibilidad, traccionado por dos factores.

Normativo. Al estallar la convertibilidad se exigió que los bancos no pueden prestar U$S en la medida que el giro comercial de la empresa no esté ligado al sector externo, por ende, que paguen y cobren en dólares (en su mayoría, dólar oficial).

Contextual. Es un fiel espejo de la incertidumbre que atravesamos, tanto política como económicamente, donde las expectativas de devaluación siguen latentes, y quedar descalzado en un contexto de atraso cambiario puede traer fuertes consecuencias no deseadas.

De nuevo, la confianza. Y no solo pensándolo en términos porcentuales, sino también en términos nominales, es increíble ver como “termómetro” de confianza a los depósitos en dólares del sector privado.

La radiografía de este fenómeno nos indica que Argentina no pudo recuperarse luego de la salida de la convertibilidad, generó una herida que no se pudo cerrar, sobre todo por las malas políticas económicas que se han tomado hasta la fecha, donde más que ir por la senda del crecimiento nos encasillamos en malas recetas para malos diagnósticos, que lógicamente no puede salir bien.

Concluyendo: si bien nos encontramos inmersos en un panorama que parece desalentador, en un loop infinito de crisis, por qué no pensar que este es el “piso”, que este es el mínimo, donde finalmente entendamos que malas recetas para malos diagnósticos no nos llevarán a sacar a la población de la pobreza donde 6 de cada 10 niños se encuentran en tal situación, no nos devolverá esa clase media pujante con ascenso social, no tendremos una población con mayor educación capaz de llevar a un nuevo nivel el mercado laboral.

Que quizás somos capaces de dejar de tener a nuestro pasado por delante, podamos corregir el rumbo hacia dónde va nuestra Argentina y poder proyectar a largo plazo, confiando en que se tomarán las medidas adecuadas a los valores compartidos en cada momento de tiempo, dejando de estar a la “defensiva” y poder volcar ese PIB bajo el colchón a mayor inversión, empleo, crecimiento. Todo está relacionado.

¿Hay luz al final del túnel? Confío en que sí.

 

 

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