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Opinión |PANORAMA BONAERENSE

La distancia política entre Alberto y Axel impacta en la realidad bonaerense

La distancia política entre Alberto y Axel impacta en la realidad bonaerense
Mariano Pérez de Eulate

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com

26 de Marzo de 2023 | 03:03
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La política está asistiendo por estos días al pico de mayor tensión entre el gobierno nacional y el bonaerense desde 2019. Se recuerda, como dato no menor, que son del mismo signo político. Embarcado en su objetivo de ser reelecto, Axel Kicillof pareció ubicarse a sí mismo en ese lote de dirigentes del cristinismo que considera que Alberto Fernández debería renunciar a su idea de dirimir la postulación presidencial del oficialismo en la Primaria Abierta de agosto próximo. No lo dice en público porque no puede dinamitar todos los puentes en este momento. No hace falta: diferentes funcionarios provinciales son los replicantes del gobernador.

Desde Sergio Berni, con la filosísima sentencia “Alberto no es un muerto político porque los muertos no molestan”, al “Cuervo” Andrés Larroque, con su analítica conclusión pronunciada el viernes: “Ya quedó atrás la reelección del Presidente; no hay sectores que lo planteen”. Por otra parte, ¿cuánto hace que Kicillof y Fernández no comparten un acto? Varios meses.

Pero quedó claro que la desconexión entre Alberto y Axel no es sólo político/electoralista. Sucede también en la gestión y eso reviste gravedad para los bonaerenses. “Me enteré por los diarios”, dijo el gobernador cuando se conoció que la Nación enviará fuerzas federales de seguridad al Conurbano para reforzar la prevención del delito en general y evitar “un nuevo Rosario”, una realidad que de todos modos ya existe pero con condimentos menos trágicos que en Santa Fe.

La reciente saga de “las cartas”, la misiva que le mandó Kicillof a Aníbal Fernández pidiéndole explicaciones sobre el despliegue unilateral de gendarmes en su provincia y la respuesta irónica, gastadora, del ministro de Seguridad nacional, ilustran una realidad patética: la incapacidad de coordinar el trabajo en la que tal vez sea problemática más sensible que sufre el ciudadano bonaerense de a pie, porque hay vidas en juego.

Aníbal y Berni, su par provincial, no se hablan. Dicen fuentes seguras que incluso se detestan. Una versión dice que, por esas diferencias, el ministro nacional avisó del tema al jefe de gabinete provincial, Martín Insaurralde, para que haga de nexo con intendentes. Si esto es así, se ve que Insaurralde se olvidó de avisarle a su jefe.

Axel dice que hace tres años que viene pidiendo la colaboración de fuerzas federales en la provincia, una ausencia que en su momento resaltó Cristina Kirchner -en un acto en La Plata- como un punto de diferenciación con la gestión de Fernández porque, recordó, cuando ella era presidenta había presencia de la Gendarmería en los barrios del Conurbano.

Kicillof asegura que necesitaría 6 mil hombres que dependen de Aníbal patrullando las calles de las barriadas del Gran Buenos Aires; el ministro le va a mandar unos mil. ¿Se viene un discurso de campaña del gobernador en el que remarcará esa falta de apoyo nacional como explicación por la suba del delito en su provincia post-pandemia, según registran los números oficiales? Casi cantado.

Axel, Wado de Pedro y Máximo Kirchner consagraron hace unos días una movida táctica para dejarle en claro al Presidente que le va a costar mucho entrar a la estratégica Buenos Aires, si persiste en su idea de continuidad: una foto en Lomas de Zamora, junto al local Insaurralde (casi un primus inter pares entre los intendentes peronistas del Conurbano), fue el formato elegido para el mensaje. Sirvió, además, para dos cosas.

Una: mostrar al ministro del Interior, discípulo de la Vice, en el rol de presidenciable del espacio oficialista no albertista. Dos: una suerte de bendición inicial de este sector a la candidatura a la reelección de Kicillof.

La silente presencia de Kirchner allí supuso su aceptación a la idea de continuidad del gobernador. Acaso haya sido a regañadientes porque Máximo hasta hace nada prefería ver a Axel, el kirchnersita que mejor mide en las encuestas, como candidato a la presidencia. La relación entre ellos, además, venía a los tumbos, con un pico de tensión luego de aquel reto público del diputado hace un par de semanas en Avellaneda. Asoma un intento de paz forzada, sobre todo, en la necesidad de resistir a Alberto.

SOPORTE TERRITORIAL

Poco identificado con la figura de un estratega político, Kicillof pareció avanzar sin embargo con un cierto trabajo de esmerilamiento sobre el soporte territorial que, hasta ahora, más respalda al Presidente: el Movimiento Evita. Encumbrados dirigentes de esa agrupación que maneja una millonada en planes sociales nacionales, peregrinaron a La Plata para expresar apoyo al proyecto del gobernador. No estuvo Emilio Pérsico; tampoco el “Chino” Navarro, ambos funcionarios del gabinete de Fernández.

Navarro puso en duda el alineamiento con el bonaerense, a quien le pidió una PASO. Axel, dicen en la gobernación, se le anima a cualquiera. No obstante, se estaría trabajando una foto entre Kicillof y Pérsico de inevitable alto impacto en la interna del Frente de Todos. Lo que podría detonar diferencias en ese sector piquetero que se venía mostrando bastante monolítico.

Es que el barbado dirigente ha mejorado mucho su relación con el peronismo provincial, al punto que tendría la aprobación de Kirchner para darle pelea con su reciente instrumento electoral, La Patria de los Comunes, al eterno Fernando Espinoza en La Matanza y jugar en otros distritos. Siempre que sea adentro del frente oficialista. Máximo deberá, además, convencer a su madre para que deje de lado la tirria que ella siente hace mucho contra el Evita, ya expresada incluso en alguno de sus discursos explosivos. Para la foto con Axel, Pérsico habría pedido que el “bonaerensismo” kirchnerista baje un poco el voltaje contra el Presidente.

En cierta forma, con este juego de tensiones Axel coquetea con el peligro: es el gobernador más beneficiado por las transferencias discrecionales de la Nación. La gran ayuda para gobernar sin sobresaltos. El dato es resaltado en la Casa Rosada.

 

 

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