El retorno masivo del turismo en julio obliga a demandar más prudencia en las rutas

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El cercano inicio de las vacaciones de invierno en las próximas semanas del mes de julio obliga desde ya a que se tomen medidas preventivas destinadas a evitar los graves siniestros viales que suelen registrarse, a partir del sustantivo aumento de los contingentes de turistas que utilizarán las principales rutas turísticas del país.

Entre vías camineras que se desplazan por territorio provincial se habla, claro está, de prudencia en las rutas 2, 36, 11 y 29 que son las que se dirigen desde la zona más densamente poblada a los balnearios de la costa atlántica, aunque también se congestionan, entre otras, las rutas 215, 29, la 88 que comunica Mar del Plata con Necochea y la que, por otra zona, enlaza con la 227 hasta Necochea, entre otros empalmes muy transitados.

Si bien no puede dejar de advertirse el mal estado de alguno de esos caminos y el hecho de que cuentan sólo con dos manos de ida y vuelta, sin carril separador, la necesidad de que los conductores se detengan y descansen unos minutos durante los viajes largos, el buen funcionamiento mecánico de los vehículos, el respeto a las demás normas del tránsito y el estricto cumplimiento de las leyes viales por parte de los choferes profesionales, debieran formar parte decisiva de las políticas de seguridad que deben reinar, para defender mejor la vida y la integridad física de quienes se desplazan por ellos.

A lo largo de décadas, muchas de las temporadas turísticas dejaron un saldo devastador de muertos y heridos en siniestros viales, en lo que resultó ser una dramática muestra de la incultura de tránsito existente. Estas conclusiones se hicieron evidentes no sólo para el diagrama de rutas de nuestra Provincia sino de todo el país.

Es de esperar que, ya avanzada en su vigencia, la ley de alcohol cero, largamente reclamada, que impone de acuerdo al grado de alcoholemia severas multas, arresto, retención de la licencia de conducir e inhabilitación para conducir a quienes incumplan la prohibición de manejar después de haber bebido bebidas alcohólicas, haga sentir sus efectos en estas próximas semanas.

Cabe recordar que, antes de la sanción de la ley, las estadísticas oficiales determinaban que el alcohol estaba presente en uno de cada cuatro incidentes viales. Se sobre entiende que los excesos de velocidad, transitar por las banquinas, sobrepasar en las curvas y otras infracciones forman parte del nutrido inventario de causas de siniestralidad.

En el caso del transporte terrestre, resultará como siempre trascendente que los choferes profesionales, a cargo de la conducción de ómnibus, cumplan con los requisitos de descanso y otros de naturaleza psicofísica y se encuentren así plenamente aptos para desempeñar sus funciones. Y desde luego que el control policial sigue siendo imprescindible.

Si bien es verdad sabida que en materia de tránsito la falta de sólidos principios educativos en los conductores resulta ser, según opinión de los especialistas, la causa principal de la indisciplina existente, también es verdad que la severidad de algunas de las nuevas leyes sancionadas contiene elementos capaces de disuadir a muchos automovilistas temerarios.

No obstante ello, siempre será preferible que el respeto a la propia vida y a la de terceros forme parte esencial de las convicciones de cada conductor de vehículos. Y esto sólo puede surgir de principios que sólo pueden surgir de una sólida educación cívica.

 

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