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La Ciudad |“NO HUBO EN LA TIERRA CIUDAD MÁS FELIZ QUE LA PLATA”

Estudiantes campeón del mundo, la fiesta interminable al regresar a la Ciudad

El martes 22 de octubre de 1968, con el retorno a la Ciudad desde Inglaterra del equipo pincharrata que había obtenido la codiciada Copa Intercontinental seis días antes en Manchester, los platenses desplegaron un multitudinario festejo que será recordado por todos los tiempos

 Estudiantes campeón del mundo, la fiesta interminable al regresar a la Ciudad

“Tachuela” el pibe de 10 años “mascota” del equipo, abrazado por Mangano, se dio el gusto de dar la vuelta olímpica en 1 y 57; falleció exactamente 34 años después del acontecimiento

19 de Noviembre de 2024 | 00:32
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“Superó todas las previsiones la recepción popular ofrecida ayer a los campeones”. Ese fue el título, a casi todo el ancho de la tapa, con el que EL DIA en su edición del miércoles 23 de octubre de 1968 reflejó lo acontecido el día anterior en nuestra ciudad con el arribo de la delegación de Estudiantes, cuyos jugadores habían obtenido en la ciudad inglesa de Manchester el miércoles 16 la Copa del Mundo, también conocida como “Intercontinental”.

En realidad, las celebraciones habían comenzado incluso instantes antes de que, hacia las seis de la tarde del día 16 el árbitro del cotejo diera por terminado el encuentro en el estadio de Old Trafford, porque con el tempranero gol de La Bruja Verón y pese al agónico empate de los británicos, la Copa quedaba asegurada históricamente en manos albirrojas.

Por eso la fiesta fue tanto interminable como inolvidable. Fueron seis días de celebraciones de todo tipo durante los cuales el habitual ritmo del quehacer platense se vio profunda y alegremente alterado en oficinas, escuelas, dependencias oficiales, bares, confiterías y comercios.

Un festejo popular que incluyó también a los triperos y que en el resto del país fue tomado uniformemente como un triunfo argentino, tal como el año anterior había ocurrido con Racing Club de Avellaneda. Eran otros tiempos de vida mucho más calma y más o menos mesurados antagonismos deportivos que no traspasaban barrera alguna más allá de lo estrictamente futbolístico.

Se trató, en definitiva, de un logro deportivo único y de un descomunal e impensado festejo popular ejemplar que pasó a la historia de nuestra ciudad como uno de sus capítulos más brillantes y coloridos, y que, al menos hasta la actualidad, no se repetiría.

EL INICIO DEL FESTEJO

El partido consagratorio de Estudiantes, como se dijo, concluyó minutos antes de las seis de la tarde hora local del miércoles 16 de octubre y para ese momento ya había mucha gente festejando en la tradicional esquina de 7 y 50 e inmediaciones. Con el correr de los minutos fueron llegando miles de simpatizantes albirrojos desde sus casas y desde sus lugares de trabajo o estudio.

La afluencia de público fue muy numerosa y se produjo a una velocidad que hizo que ya varios minutos antes de las 19, la calle 7 quedara con el tránsito vehicular interrumpido desde 47 hasta 54, situación que se prolongó hasta las primeras horas de la noche.

Cerca de las 19, la sede pincharrata de calle 53 estaba abarrotada de exultantes socios e hinchas, que debieron dejar lugar para que ingresara el intendente de La Plata, coronel Franco Icazzatti, quien fue recibido por el escribano Horacio Ringuelet, vicepresidente primero que en ese momento ejercía la presidencia del Club ya que varios miembros de la comisión directiva habían viajado al Reino Unido con la delegación de Estudiantes; en esa ocasión se brindó con champagne en la sala de sesiones.

“No hubo en la tierra ciudad más feliz que La Plata”, tituló EL DIA al día siguiente ante semejante consagración.

En la esquina de 7 y 35 los pincharratas del barrio mostraron un bien logrado cartel con la Bruja custodiando las Islas Malvinas

UNA BROMA ADOLESCENTE

El jueves 17, la jornada posterior a la de la obtención de la Copa Intercontinental, en las escuelas platenses, más que nada en las del ciclo secundario, se vivía un especial ambiente de jolgorio; fueron decenas los adolescentes los que ese día no asistieron a clases haciéndose la “rata” y se quedaron festejando en el Centro o en distintas plazas. En algunos colegios secundarios las autoridades dieron varias horas libres a los alumnos de los tres últimos años.

En ese marco de laxitud festiva se produjo un episodio que no trascendió mucho y que se conoció, no obstante, en algunos ámbitos sociales de la Ciudad.

Un grupo de ocho alumnos del Colegio José Manuel Estrada (con acceso por 57 entre 13 y 14 en esa época) de tercer, cuarto y quinto año que no habían ingresado ese día al establecimiento educativo de la Universidad Católica Argentina de La Plata, y tras sostener una breve charla en la esquina de 13 y 55 se dirigieron resueltamente hacia la cercana Plaza Moreno para posteriormente ingresar a la Escuela Normal Nº 1.

En el grupo había seis hinchas albirrojos y dos de Gimnasia; uno de los de quinto año, tenía una bandera de Estudiantes y bien temprano había acordado con su novia que dejara abierto un “ventiluz” de los baños que daban sobre la calle 14.

Se sentaron en uno de los canteros de la plaza para diseñar el plan y a media mañana resueltamente ingresaron durante una hora de clase al Normal 1 por la puerta de Avenida 51; rápidamente fueron al patio, arriaron la bandera argentina e izaron la de Estudiantes. Las autoridades del colegio, tras superar la sorpresa inicial, cerraron el acceso principal y llamaron a la Comisaría Primera.

Los “pibes”, sabiendo que podrían cerrarles la retirada por la puerta por la que habían ingresado, se fueron a los baños y empezaron a salir de a uno y con extrema dificultad hacia la calle por el angosto “ventiluz” abierto y que se ubicada a unos dos metros y medio de la vereda, por lo que dos de ellos sufrieron “raspones” en piernas y brazos. Pero dos de los adolescentes no lograron concretar la “fuga” y minutos después fueron aprehendidos por agentes policiales que los llevaron a la Comisaría de calle 53; el titular de esa dependencia llamó a los padres de ambos, con quienes y en cuestión de minutos, fueron liberados sin que se labrara ningún acta.

REGRESO DEMORADO

Después del partido en Old Trafford, la delegación albirroja volvió al Lynn Hotel, y tras un largo festejo, Zubeldía le pidió al presidente Mariano Magnano que el equipo regresara lo antes posible al país, pero el titular del club explicó que no era decoroso cancelar el redituable partido que se había pactado previamente con el club Internazionale de Milán en el mítico estadio de San Siro. 

El partido fue ganado dos a uno por el conjunto italiano a un distendido Estudiantes en el que sólo jugaron algunos titulares; el tanto platense fue marcado por Hugo Spadaro.

El lunes 21 la delegación campeona voló de Milán a Zurich y de allí a Madrid, desde donde a la noche de España partió de regreso a nuestro país. El vuelo aterrizó en Ezeiza a las 9.29 del martes 22.

EL DÍA MÁS LARGO

Las terrazas del aeropuerto estaban repletas de hinchas estudiantiles y de otros cuadros que habían ido llegando desde el amanecer, para dar la triunfal bienvenida a los campeones del mundo.

Osvaldo Zubeldía, Oscar Malbernat y el secretario del club Raúl Lachaise fueron los primeros en asomarse por la escalerilla del avión alzando bien alto el trofeo conquistado ante el delirio de los hinchas allí presentes.

Cuando la delegación terminó de descender de la aeronave, una banda militar que esperaba en la pista ejecutó el Himno Nacional, tras lo cual los pinchas subieron a un micro que, precedido por 18 motocicletas de la Policía Federal, los traería de regreso a nuestra ciudad, en donde, casi simultáneamente, la gente comenzó a agolparse en las veredas de calle 7 para ver de cerca a los campeones cuando arribaran.

Pero el viaje de Ezeiza a La Plata se prolongó por espacio de cinco horas, porque la caravana iba lenta ya que, por todas partes, incluso en muchas calles y avenidas porteñas, había personas saludando a quienes se habían convertido en un orgullo para el fútbol argentino.

Al llegar por Avenida La Plata al viejo estadio de San Lorenzo de Almagro conocido como el “Gasómetro”, hubo que hacer un alto para recibir el saludo cordial del presidente de la institución azulgrana.

Mientras tanto, en la rotonda de 7 y 32, los operarios de una cuadrilla de la empresa constructora de Carlos Costamagna se apresuraban en terminar de montar un espléndido arco triunfal repleto de banderines y estandartes blancos y rojos con una bandera enorme de Estudiantes en el sector central.

En medio de la espera en el centro se vivieron dos breves momentos desagradables cuando en la vereda de los números impares de 7 entre 50 y 51, y sobre la acera de Plaza San Martín frente a la Legislatura, el propio público presente detuvo a sendos “punguistas” los que luego de recibir algunos golpes fueron apresados por la policía.

A todo esto, en el estadio de 1 y 57 ya al mediodía no cabía un alma porque se esperaba que se diera la tan ansiada vuelta olímpica tras el arribo de los jugadores a nuestra ciudad.

Ya a partir de Villa Elisa, el paso de la marcha de la caravana por el viejo y angosto Camino Centenario se hizo más lento porque había miles de personas en las banquinas para vivar a los jugadores.

Una detención del micro que se hizo en City Bell en un marco de enorme emotividad, fue frente a la casa del siempre recordado Jorge Hirschi, de 78 años en aquel entonces, quien se abrazó muy fuertemente con el presidente de Estudiantes Mariano Mangano.

LLEGADA A 7 Y 32

Recién a las 13.55 el colectivo con la delegación arribó a la rotonda de 7 y 32, donde también hubo que detenerse unos minutos dado que la aglomeración del público que quería saludar a los jugadores impedía el paso del rodado.

Se retomó luego la lenta marcha por la calle 7 ante la emocionante algarabía de un gentío realmente muy difícil de describir.

En la esquina de 7 y 35 un grupo de varios hombres y mujeres que sostenían en alto un gran cartel en cuya parte superior se leía, “Los ‘pinchas de 35, 7 y 8’ y debajo el banderín albirrojo. La parte central, casi de arriba hasta abajo estaba ocupada por un gran dibujo de las Malvinas sobre el que sobrevolaba una bruja montada en una escoba.

A todo lo ancho de la parte inferior del cartel se había puesto que “la Copa y las Malvinas son argentinas”, tal como puede apreciarse en la correspondiente fotografía mostrada en su “twitter” por @Centrojas.

La marcha lenta hizo que el motor del colectivo se recalentara, por lo que en 7 y 43 fue preciso volver a detenerse para posibilitar su enfriamiento. El paso por pleno centro fue un delirio y a más de un jugador se lo vio visiblemente emocionado.

Recién pasadas las 15.30 la delegación pudo llegar a la Casa de Gobierno en donde recibieron un saludo protocolar en el Salón Dorado por parte del Gobernador, general Francisco Imaz.

A LA CANCHA

Desde la Casa de Gobierno el micro de la delegación partió por 53 hasta llegar al estadio.

La gente no paraba de cantar y de saltar en las viejas tribunas, pero al salir por el túnel el presidente Mangano junto al director técnico Zubeldía y al capitán Malbernat se produjo una explosión total.

Los jugadores y el cuerpo técnico lucían un prolijo ambo de pantalón rojo y el saco blanco con el escudo de Estudiantes grabado sobre la izquierda, la camisa era blanca y roja la corbata.

Los integrantes de la delegación dieron la vuelta olímpica con Cacho Malbernat con la copa siempre levantada, mientras la gente enloquecía de fervor pincharrata y explotaban muchas bombas de estruendo muy potentes.

Durante gran parte de la vuelta olímpica Mangano llevaba abrazado a su derecha a un niño de corta edad, algo que sorprendió enormemente porque casi nadie conocía al chico.

El pibe, apodado “Tachuela” tenía diez años, vendía empanadas en los días de partido sobre la puerta de socios de 1 y 55 pero fundamentalmente, era la “mascota” del equipo. Su nombre era Ramón Oscar Alberto Suárez y estaba permitido su ingreso a la concentración del plantel en el Country Club de City Bell, para lo cual, como requisito inexcusable, debía mensualmente mostrar a los jugadores su boletín escolar con buenas calificaciones.

“Tachuela” había nacido el 31 de mayo de 1958 en La Plata y falleció el 22 de octubre de 2002, exactamente 34 años después de haber dado la vuelta olímpica abrazado por el presidente estudiantil.

 

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