El carnaval, hasta en los días post fundacionales
Edición Impresa | 11 de Febrero de 2024 | 04:02

Para los platenses, el carnaval es tan antiguo como la Ciudad. De eso da cuenta una investigación sobre la celebración local en horas para retomar el divertido ritual.
“La comparsa de los `Negros Lucamba´ era la más popular y fue fundada en 1888, su finalidad más importante era desfilar en los corsos, tocando, cantando y bailando”, cuenta el investigador en temas de la historia de la Ciudad, Roberto Abrodos. “Ensayaban en la enorme sala de la vieja casona de 56 y 6 que hace unos años fue demolida para hacer una construcción de altura”, detalla.
Podría decirse que aquella formación nació con La Plata. Abrodos detalla que el conjunto era numeroso y de su descripción se desprenden particularidades de la época: “La sección instrumental contaba con dos flautas, cinco violines, doce guitarras, diez mandolines, e innumerables tambores llamado por distintos nombres según su tamaño. Por ejemplo, el nombrado `sopita´ iba montado sobre ruedas, pues medía dos metros de diámetro por metro y medio de alto; los tambores candombe medían un metro o metro y medio de alto por medio de diámetro. La sección de bailarines se dividía en dos grupos: bailarines de plumero y bailarines de escoba. Hombres y mujeres bailaban sueltos, pero los hombres se tomaban de estos implementos para bailar”.
En adelante, junto con la Ciudad, el carnaval siguió sumando atractivos y participación. Para la década de los `20 del siglo pasado “comenzaba a tener estado público mucho antes de los feriados señalados en el calendario. Se comenzaba a vivirlos cuando la Municipalidad empezaba a emplazar varios días antes los palcos de madera en calle 7 que habrían de ser ocupados luego por las familias en los corsos”, apuntó el investigador.
En el palco, a la vista de todos
Las ubicaciones se ponían a remate entre las familias. “Era lo primero que se leía en el diario, porque el desarrollo de la puja tenía connotaciones sociales. En qué cuadra se alquiló el palco, el precio pagado, qué familias estaban aquí o allí, para no figurar entre gente de no mucho prestigio preferían parase al borde la calle antes que codearse con desconocidos o aparecer alquilando fuera del sector considerado como preferencial cuyo precio de remate alcanzaba sumas superiores y estaban entre las calles 48 y 56.
Al pasar por el túnel del tiempo se encontraría el siguiente paisaje en el Centro: “En la calle 7, desde la Plaza Italia a la Plaza Rocha, se instalaba una Iluminación formando guirnaldas de bombitas de colores que cubrían las calzadas por sobre la arboleda en dibujos variables. Como al comercio al que interesaba sobremanera el rendimiento extra que les proporcionaba ese corso mantenía en gran proporción sus locales abiertos y sus vidrieras iluminadas, todo contribuía a que la calle 7 presentara un espectáculo fuera de lo común”, detalló el investigador.
Según contó, muchos de esos negocios, aún fuera de su ramo, vendían para esos días y noches cosas vinculadas con el carnaval: bolsitas de papel picado, paquetes de serpentinas, ramitos de flores, pomos con agua perfumada, caretas, antifaces. Algunos, hasta disfraces de dominó para aquellos clientes de última hora que iban a algún baile o querían esconderse bajo algún disfraz de ocasión para hacer alguna broma o conquista”.
Los corsos eran exitosos al punto que en ocasiones se usó también la Diagonal 80 en el tramo céntrico. El jurado, que incluía hasta al Intendente, elegía la mejor carroza, el mejor coche particular, a la mejor comparsa, a la mascarita suelta más original.
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