VIDEO. Luciano Giménez, la nueva cara del ataque de Estudiantes: un luchador que disfruta su presente

Luciano Giménez, literalmente, del aeropuerto de Ezeiza llegó a Estudiantes. Fue un domingo a la tarde, cuando el equipo jugó contra Unión. No tenía ni ropa porque salió de apuro desde Cuiabá, en el corazón de Mato Grosso. “Como no tenía nada de ropa de abrigo me compré una campera en el aeropuerto y los utileros me prestaron una del Club que usé hasta hace poco”. A los tres días debutó como titular y a la semana estaba jugando un clásico. Así de rápido es el fútbol y así de rápido fue su llegada a una institución que, como él mismo dice, lo recibió como si fuera de la casa toda la vida.

“De alguna manera fue mejor porque no tomé dimensión y traté de normalizar la situación. Cuando fue pasando el tiempo caí que habíamos ganado un partido tan importante y por goleada. Salió todo bien para el equipo y para mí”, empezó con su relato este delantero de 24 años que se formó en Central Norte de Salta, hizo inferiores en Boca y jugó en la B Nacional en Chaco For Ever y Chacarita. El año pasado fue a probar suerte al difícil Brasileirao.

“Fue tan rápida mi salida de Brasil que estaban mis viejos y quedaron allá, igual que mi novia. Ni botines tenía porque estaban en viaje con la utilería de Cuiabá... Quedó todo, mi ropa y hasta el auto”, siguió con su relato en el hall de un hotel en City Bell, donde vive por estos días mientras resuelve su situación hogareña.

-¿Fue el partido más importante de tu carrera? ¿Qué te habían dicho en la previa?

-Sí. Por todo lo que estaba en juego y por el marco que había. Ya sabía lo que significaba para los hinchas, pero cuando los ví festejar fue un flash. Fue una alegría inmensa y un desahogo luego de mi salida de Cuiabá, donde no la pasé del todo bien.

-¿Por qué?

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-Fue una combinación de muchas cosas. Era el único argentino del plantel, en la ciudad hacía muchísimo calor, llegué y el transfer tardó un montón de semanas que me perdí, nos la pasábamos viajando para jugar... Sentí que me costó mucho la adaptación. Me fui de un día para el otro al Mato Grosso.

-¿Cómo fue la experiencia de jugar en Brasil?

-Entrenamos dos semanas en enero y arrancó el Matogrossense con equipos de Quinta División o amateurs. Pero como no había llegado el transfer no pude jugar. Después se jugó la Copa Verde con equipos del Interior. Y la Copa de Brasil, el Brasileirao y la Sudamericana. Nos la pasamos viajando. Llegué a estar más de dos semanas sin volver a casa. Depende de dónde jugásemos tomábamos hasta tres aviones por tramo. No había tiempo para entrenar y yo que necesitaba ganar ritmo me costó muchísimo y por eso nunca me adapté. Le pedí a mi agente volver a la Argentina porque ya sabía del interés de Estudiantes. Llegar acá fue un alivio.

-¿Cómo te recibió Estudiantes?

-Como una familia. Es una frase que se dice mucho y es real. Te cuento que en la secundaria tenia un compañero fanático de Estudiantes. Cuando se enteró que venía me contó todo y me pidió mi camiseta y la de todos mis compañeros (risas).

-En el clásico tuviste dos asistencias. ¿Cuál gol te gustó más, el de Ascacibar o el segundo de Carrillo?

-En cuanto a estética el de Guido (Carrillo), que me sorprendió porque pensé que iba a dar un pase pero sacó ese remate tremendo. Me agarré la cabeza y pensé qué golazo. Igual el gol que más festejé fue el del Ruso (Ascacibar).

-¿Tenés diálogo con Carrillo adentro y afuera de la cancha?

-Sí, enseña mucho. Nos hablamos en los entrenamientos y en la cancha para no chocarnos. Me doy cuenta que él sabe dónde estoy y va por otro lado. Se nota de su experiencia. Me va enseñando para hacer lo mismo y no hacer los dos el mismo movimiento.

-¿Te gusta asistir también? En Rosario se lo dejaste a Piatti el gol

-Es una forma de jugar. Me gusta estar en todo el frente de ataque. Puedo aparecer en los metros finales para definir o para dar el pase. Igual la de Pablito (Piatti) es todo mérito suyo porque definió muy bien. No digo que no me obsesione el gol, pero si tengo muchos remates y puedo ayudar a que convierta un compañero me voy conforme. El otro día fallé en los cabezazos y lo trabajé en la semana.

-Cuiabá es una SAD. ¿Cómo es para un jugador de fútbol?

-Normal. No encontré diferencias. Hay muchos que no las quieren pero no sabría decirte bien qué puede cambiar. Yo soy hincha de Central Norte de Salta y me encantará que un jeque árabe nos meta en Primera (risas) Pero es muy difícil que esas cosas sucedan. No puedo opinar.

-¿El que tiene más hinchas es Gimnasia y Tiro?

-Naaa, imposible. Le respeto que tiene historia y que jugó en Primera. Tengo amigos, pero no es el club más popular de Salta.

-¿Y Juventud Antoniana?

-(risas) A esos no los puedo ni ver... El clásico es con ellos. Pero es verdad que son como nosotros: muchos hinchas y pasión. Pero Central Norte tiene más fiesta.

-¿Cómo te llegó la posibilidad de jugar en Boca?

-Hicieron varias pruebas y me anotaron. A los años me llamaron. Con 14 años vine a Buenos Aires. En ese momento jugaba de “5”. Quedé y al año siguiente me sumé. Viví en la pensión y aprendí mucho. Estuve solo y fue difícil pero tenía muchas ganas de triunfar en el fútbol. Jugué de “6” y en el medio. Cualquier cosa por estar. Pero enseguida me pasaron de delantero. En un amistoso jugué de delantero e hice tres goles. De los primeros partidos que jugué fue en el Country de Estudiantes. Varios de los chicos de mi categoría llegaron a Primera: Almendra, Obando, Roffo, Colidio, Aaron Molinas y el chelo Weigandt.

“Hay jugadores de experiencia pero de trato muy normal en el día a día”

-Jugaste Federal A, Reserva, B Nacional, Brasileirao... ¿Cuál es más difícil?

-En el Federal A te matan. Hay campos de juego que son un desastre y los árbitros. No hay VAR ni nada (risas). En Santiago del Estero nos acostaron como loco. Es una guerra. De visitante es muy bravo. Me toco un huevo, pero no tuve lesiones y las únicas son en el Federal A. Hay defensores muy duros. Uno en Entre Ríos me metió un rodillazo que me rompió todo. En la B Nacional también te cagan a palos. El año pasado en Riestra me cagaron a palos. Terminé con marcas de tapones en el cuello. Imaginate.

-¿Te motiva que te peguen?

-A nadie le gusta que le peguen (risas) pero si me pegan y me hacen enojar tengo lo mío. Soy calentón pero aguanto. Una patada, dos... Pero a la tercera ya todo cambia. Sin mala leche ni poner la pierna alta hago sentir el rigor. Es una manera de decirle al defensor “dejá de romperme las bolas”. No me gusta la mala intención pero en la dividida voy con todo.

-¿Y en Brasil?

-No tienen mala intención pero lo que sentí es que los brasileños evitan el roce. Acá es más difícil.