José Gola: La Plata dio al cine nacional la máxima figura de una época

“Aquel mediodía porteño del 27 de abril de 1939 pareció llenarse de gris, un gris otoñal en expansión de tristeza, cuando la calle generalizó la noticia de la muerte de José Gola, un hombre de apenas treinta y cinco años. Un actor y bastante más. ‘Una forma. Un símbolo. Una clave de interpretación de la tristeza de los hijos del país’, según el poeta Nicolás Olivari.

“El ‘Chino’ tenía pasta de luchador. Había luchado. No cumplidos los veinte años, el enemigo a vencer tenía la forma de vacilaciones y tartamudeos sobre un primer escenario. Se sometió a la experiencia del patriarca José Pepe Podestá. A poco salió a pobres giras por provincias. La Plata natal quedó atrás y el muchacho actuó con toda suerte de elencos, hasta poder elegir o ser elegido”.

Con esas palabras, el afamado crítico de cine Jorge Miguel Couselo definió en lograda síntesis la labor artística cumplida por el platense fallecido tempranamente y en pleno apogeo de su carrera, a quien también se lo denominaba el “Clark Gable argentino”.

El platense José Gola

Otra crítica periodística especializada de la época sostuvo que “al llegar al cine, Gola tomó en consideración que la pantalla acerca al actor al público y magnifica los detalles, y fue así que empleó un estilo restringido e indirecto que sumado a la fuerza y el magnetismo de su personalidad dio a sus personajes convincente fisonomía humana y resonancias interiores absolutamente nuevas en los filmes dramáticos realizados en Argentina. Su actuación era elocuente pero sobre la base de gestos leves, una graduada atención de su mirada y un estricto timing que estaban bajo el sigiloso control de una inteligencia alerta. Supo combinar su estampa varonil y la reciedumbre masculina que trascendía de ella con rasgos reveladores de sensibilidad y así construyó sutilmente el relieve de sus tipos”.

Y es que José Gola ha sido en la historia de la rica cinematografía de nuestro país, una figura excluyente el actor más requerido por los directores y productores durante una época determinada.

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PRECOZ COMIENZO

Nació en nuestra ciudad el 7 de febrero de 1904 en una acomodada familia que residía en 11 entre 40 y 41 -para luego mudarse a una amplia y coqueta casona de 3 entre 35 y 36-, y que poseía una importante empresa maderera situada sobre la Avenida 122, él desde la más temprana edad supo que su vocación y destino no estaban sino más que en la actuación.

Era un hombre simpático y al mismo tiempo callado, pero sobre el escenario teatral o frente a una cámara de cine parecía transformarse, dejando que los personajes se apoderaran de su gestualidad y de su hablar, de manera total.

Muchos dicen que su fuerte inclinación artística pudo haber estado influenciada por sus hermanos, ya que César era violinista en la orquesta del Teatro Argentino de La Plata y compositor; Amelia y Benso, pianistas; y Ermete, periodista y comediógrafo.

José Gola fue un destacada figura del cine nacional

Cómo sea, el “Chino”, con tan solo 14 años de edad se las ingenió para ingresar a una comparsa del Coliseo Podestá, oportunidad en la que llamó fuertemente la atención de Don Pepe por sus dotes actorales y su porte de “varón bien parecido”, lo que en la actualidad se denominaría un “fachero”.

En la compañía de Pepe Podestá rápidamente fue creciendo actoralmente al representar distintos papeles en numerosas obras y pulir el arte dramático adaptándolo a su propia e inconfundible figura.

Todas esas cualidades provocaron que distintos empresarios teatrales porteños comenzaran a contratarlo para numerosas obras y diferentes roles protagónicos en los que se destacó enormemente, ganando una cada vez más creciente cantidad de admiradores.

Durante aquella época también se dedicó con pasión a escribir obras teatrales, poemas y hasta las letras de algunas composiciones musicales junto a su hermano César.

Como actor de teatro, su momento de mayor éxito lo alcanzó como primer galán del elenco de Enrique Muiño y Elías Alippi, el más cotizado y famoso de la época.

CARRERA CINEMATOGRÁFICA

Aunque ya en 1923, a los 19 años de edad, había tenido un primer encuentro con el mundo fílmico al actuar en la película muda “De nuestras pampas” bajo la dirección de Julio Irigoyen, con la llegada del cine sonoro, a José Gola se le presentó un panorama tan grande como la jerarquía en la que se posicionó.

Gola volvería a filmar en 1934, cuando ya el cine se había convertido en sonoro, al ser convocado por José Agustín Ferreyra para protagonizar la película “Mañana es domingo”.

Sobre ese film, Ulyses Petit de Murat comentó en el diario Crítica que se trató de “una película mediocre pero en el reparto se destaca José Gola con una brillantez inesperada y absorbe todos los comentarios”. ​Lo cierto es que le bastó una película para revelarse como el galán que esperaba el cine argentino.

Más adelante, en 1937, fue elegido para protagonizar el papel principal en la película “Fuera de la ley”, de Manuel Romero y realizó la que él mismo consideraba la mejor actuación de su carrera. En esa ocasión el crítico Domingo Di Núbila opinó que “la formidable actuación de José Gola fue acaso el factor más importante porque pudo apoyarse en la complejidad del protagonista para insertarla en la reciedumbre de su propia personalidad. Así logró un trabajo de alto voltaje sin salir del estilo restringido e indirecto ideal en cine. Su mirada transmitió las convulsiones interiores del criminal. Había internalizado magistralmente sus arrebatos y su descontrol”.

Durante sus primeros pasos en el cine su presencia en los teatros porteños seguía siendo sumamente requerida y remunerada, por lo que durante un tiempo se dedicó a las dos actividades actorales.

Rápidamente, el platense, según una crónica de la época de un matutino porteño, “advirtió con absoluta claridad las profundas diferencias entre el teatro y el cine, entre el ser observado en vivo por el público desde una platea sobre el escenario, y la corta distancia de la cámara con las expresiones del actor. Por eso, cambió drásticamente sus modos actorales desenvolviéndose con singular capacidad, conquistando de inmediato tanto al público, principalmente al femenino, como a la crítica especializada”.

Durante el lapso de un lustro, José Gola protagonizó como galán películas, todas de gran taquilla, en las que desplegó papeles que lo catapultaron al cénit de la cinematografía nacional. Esos films se pudieron ver en todos los países latinoamericanos, en las salas estadounidenses de películas habladas en castellano, y en España.

En total, el “Chino” Gola filmó 16 películas; la primera de ellas muda y sonoras las restantes, aunque al estar filmando la que sería la última, que como veremos quedó inconclusa, la muerte lo sorprendió en la cúspide de su carrera y cuando tenía firmados contratos para participar en varios films más.

Amelia Bence y José Gola en La vuelta al nido, 1938

DESCANSOS EN LA PLATA

En cuanto a su vida privada, mantuvo un largo romance con la joven actriz Anita Jordán, fallecida también a temprana edad, pero nunca se casó.

Había construido una amplia casona con un gran terreno en la por entonces zona casi rural de 7 y 76 para, discretamente, pasar días de descanso entre filmaciones y reunirse con los miembros de su familia, a los que no visitaba personalmente a cada uno en sus residencias para no atraer la ferviente atención del público, dada su enorme fama.

No obstante, en algunas ocasiones y de distintas maneras, trascendía que el actor estaba en su quinta de Villa Elvira, por lo cual, al correrse la voz en nuestra ciudad, acudían al lugar decenas de admiradores que intentaban verlo y saludarlo.

Esa situación se repitió muchas veces. En esos casos, José salía al parque de la propiedad, se acercaba al cerco perimetral de ligustrina y saludaba a sus admiradores, con quienes intercambiaba algunas palabras. En no pocas oportunidades, esta suerte de ritual debió reiterarse en diversas oportunidades en una misma jornada.

Por aquel entonces, como se dijo, su fama había trascendido largamente en el plano internacional, a tal punto que el 1938 mientras se encontraba rodando el film “Los caranchos de la Florida” junto a Amelia Bence, recibió la visita nada menos que del famoso actor estadounidense Tyrone Power, quien quería conocerlo en persona y verlo desempeñarse en el set de filmación.

TEMPRANO FINAL

En 1939 Gola acercó a Mario Soffici un libreto elaborado por Ulyses Petit de Murat y Darío Quiroga basado en tres cuentos de Horacio Quiroga. Sobre la base del mismo el director comenzó a filmar en la selva de Misiones la película “Prisioneros de la tierra”.

A los pocos días Gola, que protagonizaba el papel principal, enfermó seriamente; hubo que construir una pista de emergencia para que el avión sanitario puesto a disposición por la Presidencia de la Nación, y en el que embarcaron sus hermanos Emilio y Ermete, pudiera aterrizar en esa zona misionera para trasladarlo a Buenos Aires para su pronta atención médica debido a que padecía una peritonitis aguda.

Una placa en homenaje a José Gola

Sin embargo no hubo nada que hacer y Gola falleció en la madrugada del 27 de abril de 1939, a los 35 años de edad.

Ante una muchedumbre de dolidos admiradores que desfiló para despedir entre lágrimas a la máxima figura masculina del cine argentino de la época, sus restos fueron velados en la Casa del Teatro, a donde también asistieron miles de platenses.

En la edición de ese 27 de abril, el diario vespertino La Razón publicó una emotiva crónica que daba cuenta de “las largas filas de gente humilde que llegaba hasta la capilla ardiente deseosa de verlo por última vez” y “las escenas de honda emoción de un público heterogéneo estacionado ante la Casa del Teatro”. Para terminar señalando que “muere con él el primer galán que le dimos al cine y muere con él el sueño ingenuo de las muchachas que le pusieron su nombre al corazón…”.

Poco después en el barrio porteño de Villa Pueyrredón y por disposición de la municipalidad, se designó a una calle con el nombre de José Gola, denominación que se conserva hasta la actualidad.

Gola junto a Blanca de Castejón en Por buen camino (1935), de Eduardo Morera